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Uno cree que no va a contagiarse, pero ocurre y hasta puede ser grave

Cuatro nicaragüenses relatan cómo enfermaron de covid-19 durante el mayor brote de contagios, entre agosto y septiembre de 2021. Dos estaban vacunados

Redacción Confidencial

6 de marzo 2022

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Ligia, Sara Lila, “Martha” y “Rodolfo” enfermaron de covid-19 durante la mayor ola de contagios de la pandemia en Nicaragua, registrada entre agosto y septiembre de 2021. El inesperado comportamiento del virus los sorprendió, no solo porque los cuatro tienen menos de 35 años, sino porque dos de ellos ya estaban vacunados, y pensaron que el SARS-CoV-2 sería benevolente con sus cuerpos. Sin embargo, sus síntomas fueron más allá de una “gripe muy fuerte” e incluyeron taquicardia, dolores estomacales insoportables y fatiga.

El rebrote de covid-19 en Nicaragua superó la primera ola de contagios, con un récord de más de 1945 contagios por semana, según monitoreos y fuentes médicas independientes. Los testimonios de estos cuatro nicaragüenses describen la incertidumbre de una enfermedad que, a dos años de su expansión mundial, la ciencia continúa investigando, y que en Nicaragua se sigue manejando bajo la discrecionalidad de las autoridades sanitarias, que intentan minimizar el verdadero impacto de una pandemia inocultable. Estas son sus historias.

Ligia Tapia: “En vez de mejorar, cada día sentí que empeoraba”

Seis semanas antes de presentar síntomas, Ligia había cuidado a su padre enfermo de covid-19. Tuvo taquicardia, fiebre de 39 grados, se le inflamó el pulmón derecho y le costaba respirar


Durante sus 23 años de vida, Ligia Tapia nunca había experimentado una taquicardia y presión en el pecho como la que provocó la covid-19. “Uno quiere que tu corazón se calme, pero por mucho que querrás mandar esa orden, no pasa”, relató la joven cuando aún se recuperaba de la enfermedad.

Desde que percibió el dolor en la garganta lo asoció a una infección en las amígdalas o a cualquier otro padecimiento, excepto covid-19. Su certeza se basaba en que hacía mes y medio cuidó a su padre contagiado de coronavirus, que debió permanecer con oxígeno durante tres días, pero ella no se contagió.

Su percepción cambió cuando su temperatura corporal llegó a 39 grados. Tenía dolor de cabeza y el dolor en el pecho era tan intenso que solo quiso llorar. Llamó al médico que antes había atendido a su papá, le describió su cuadro clínico y este le aseguró que podía ser un caso positivo de covid-19.

Los exámenes y una radiografía confirmaron las sospechas: “Tenés covid”, le aseguró el médico a Ligia. Además de aislarse por 14 días, debió tomar corticoides porque la placa mostró que su pulmón derecho estaba inflamado.

Ligia sentía que con el paso de los días, en vez de mejorar, empeoraba. Los latidos de su corazón se mantenían arriba de 130 por minuto y la saturación de oxígeno llegó a 93. La forma en cómo se comportaba el virus la sorprendió, principalmente, porque es joven y no tenía enfermedades de base. No esperaba que la covid la golpeara como lo hizo.

“La primera semana fue la más difícil. Sentía que en vez de tener mejoría, cada día tenía más taquicardia, saturaba menos, la molestia del dolor de cabeza se incrementó. La primera semana fue lo peor”, relata.

A la covid se sumó la ansiedad que apareció exacerbada por el aislamiento y la soledad en la que se padece la enfermedad. Para cumplir con el subsidio en su trabajo acudió a su clínica previsional, ya que la constancia del médico privado no es válida ante el empleador. Mostró su radiografía y los médicos inmediatamente le prescribieron un reposo por siete días, sin hacerle una revisión médica o realizarle una prueba. Una vez que acabó el reposo, debió regresar para renovar el subsidio por otros siete días, ya que aún sentía taquicardia y dolor de cabeza.

Aunque su caso no llegó a ser grave, Ligia temía que algo peor sucediera, especialmente, por la taquicardia que experimentó. En un adulto en reposo, las palpitaciones del corazón por minuto normalmente llegan hasta cien, pero su oxímetro marcó hasta 160 en una ocasión. “Se sentía feo”, describe la joven que se convirtió en la tercera persona de su familia en contagiarse del virus en períodos diferentes.

“Rodolfo”: “Me enfermé después de haberme vacunado”

Dos semanas después de vacunarse contra la covid-19, “Rodolfo” presentó síntomas de la enfermedad. No sabe si ya estaba enfermo cuando llegó a vacunarse o si se contagió en la fila que hizo por más de once horas.

“Rodolfo” estuvo más de dos meses enfermo. Se enteró que estaba contagiado de covid-19 unos días después de haber hecho una fila, durante más de once horas, para recibir la primera dosis de la vacuna AstraZeneca, el pasado 20 de septiembre.

Para “Rodolfo” es muy difícil determinar dónde pudo contagiarse. Un mes antes de que iniciara la vacunación para personas mayores de 30 años en Nicaragua, había presentado tos persistente, pero se realizó una prueba rápida –que consiguió con un contacto que la trajo del extranjero– y resultó negativa.

El Centro para Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC) indica en su página web que las personas que tienen covid no deben vacunarse y, por el contrario, deben esperar hasta recuperarse por completo.

Sin embargo, como la prueba dio negativa, “Rodolfo” decidió vacunarse. Durante las más de once horas de espera, también observó que no se respetaron las medidas de prevención y bioseguridad. La gente estaba amontonada y algunas salían para ir a comprar bebidas y luego se volvían a integrar.

Dos semanas después de recibir la vacuna, “Rodolfo” empezó a presentar los síntomas típicos de covid.19: perdió el olfato y el gusto, tenía fiebre alta. También dolor de cuerpo, tos e inflamación en las amígdalas.

“El olfato lo he recuperado bastante. Solo que alguien esté fumando o cocinando no lo huelo. Tengo que acercarme para sentir el olor. La tos la tengo recurrente, cuando me agito bastante me pica la garganta”, describió “Rodolfo”.

Él vive en una casa junto con otras tres personas. Su novia, con quien también trabaja, no se contagió, pero las otras dos personas en su vivienda sí presentaron los mismos síntomas de la enfermedad.

Todos iniciaron el tratamiento una vez que empezaron a presentar los síntomas.

Al inicio, recuerda, “no me creyeron, porque ya había andado desde hacía un mes con la tos, después me dijeron que todos los meses me estaba enfermando, porque ya me había dado el año pasado también. Como a las tres o dos semanas que empecé a mejorar ellos salieron enfermos también”, agregó.

Rodolfo y sus amigos no presentaron síntomas graves y se trataron desde casa. Sin embargo, le preocupó la recurrencia de los síntomas y cómo pudo contagiarse. Además, otro de sus amigos ya se había contagiado en 2020.

“Martha”: No podía respirar, pero le dijeron que era una "infección respiratoria"

Tuvo tres consultas en un hospital y buscó otra en un centro de salud. Nunca le hicieron el test para diagnosticarla, ni hubo seguimiento del Minsa, pero le dieron el tratamiento y le recomendaron que se aislara

“Martha” es una de tres personas que enfermaron de covid-19 en la clínica dental de Granada, donde trabaja. El último viernes de agosto percibió malestar en el cuerpo, pero hasta dos días después acudió al hospital. Le diagnosticaron “una pequeña infección respiratoria aguda”, y regresó a casa con pastillas para la alergia y tres días de subsidio.

Aunque su caso supuestamente no era covid-19, temió exponer a sus padres mayores de edad y a su hijo, por lo que decidió aislarse como medida de prevención. La fiebre, el dolor de cuerpo, y un poco de cansancio fueron apareciendo uno tras otro, provocándole la alarma de que podía haberse contagiado del SARS-CoV-2.

Fue al hospital por segunda ocasión, cuando sentía que “no podía respirar muy bien”, relata. El médico de Emergencias le aseguró que tenía un “cuadro de infección aguda”, y volvió a casa con más dudas que certezas. Uno de sus familiares le regaló una sopa, pero al probarla su sentido del gusto se había ido, y decidió ir a una nueva consulta en un centro de salud.

“Martha” dijo sin vacilar que tenía síntomas de covid-19, y requería asistencia médica. Sin embargo, la persona encargada de administración le respondió que no había consultas, porque solo disponían de un médico en ese momento. Si necesitaba atención debía esperar al doctor de Emergencias, que llegaba a las cinco de la tarde. Y en ese momento no eran ni las tres de la tarde.

Se sintió molesta y nuevamente, fue al hospital. El médico repitió el diagnóstico de las dos veces anteriores, con la diferencia de que en esa ocasión prescribió tratamiento para covid-19, pastillas para la alergia y un spray.

También le aconsejó que se alejara de sus familiares, pero no le practicó el test para confirmar o descartar un diagnóstico de covid. Y aunque “Martha” especificó todos sus datos personales en el hospital para recibir el seguimiento del Minsa, nunca llegaron a su casa. Su caso no fue severo, pero aún se recupera y de vez en vez, se le escucha toser, como en el momento que cuenta su historia.

Sara Lila Cordero: “Me revolcaba del dolor de estómago”

Debilidad, fiebre, una tos que la causaba dolor en el pecho y la espalda, y un dolor de estómago insoportable, fueron algunos de los síntomas que sufrió al enfermar de covid-19, pese a que ya estaba vacunada

El dolor que se apoderó del cuerpo de Sara Lila Cordero, de 34 años, apenas le permitía moverse. Levantarse por la medicina que le llevaban a la puerta de su casa o servirse comida suponían una dificultad que no imaginó experimentar si el SARS-CoV-2 atacaba su organismo, y mucho menos, después de vacunada.

Todo inició con un escalofrío que la hizo sospechar sobre el riesgo de estar contagiada, pero su PCR en sangre no reveló alteraciones en su organismo. Sin embargo, sintió un fuerte dolor muscular que llegó acompañado de un dolor estomacal “espantoso que no podía ni comer”. “Me metía un bocado de comida y me revolcaba del dolor de estómago”, relata Sara Lila, que debió hacer ejercicios de respiración para manejar las dolencias.

También tenía fiebre, y se sentía débil. La tos apareció con mucho dolor de pecho y espalda. Fue una etapa que permaneció por tres días, que padeció aislada en su casa a principios de septiembre. “No te podés ni levantar”, es como “el dolor de cuerpo de una calentura, pero multiplícalo”, “yo sudaba la calentura, pero aquel dolor en el cuerpo todavía –lo tenía–” describe.

La infección nunca se mostró a través de examen PCR en sangre, pero sí comprobó su diagnóstico por medio de una prueba de antígeno al quinto día de presentar síntomas. “Eso es lo que está pasando –a muchas personas–, que se hacen los exámenes, dan negativo mientras siguen incubando el virus”, pero continúan su rutina, sin darse cuenta que pueden contagiar a otros, reflexiona.

Admite que, si la enfermedad no se hubiera manifestado de forma fuerte, y con el primer resultado negativo que obtuvo, también hubiese mantenido sus ocupaciones sin saber que estaba contagiada y podía transmitir el virus.

Sara Lila había viajado a Estados Unidos para protegerse contra la covid-19. Le aplicaron la vacuna Johnson & Johnson –de una sola dosis– en mayo pasado, ya que en ese momento aún no habían vacunas para los jóvenes en Nicaragua.

Sara Lila sabía que, pese a estar vacunada, no estaba a salvo del virus, pero pensó que el impacto sería más leve. “A mí para estar vacunada me pegó súper fuerte (...)”, valora. El virus es algo tan nuevo que contar con el suero no significa garantizar la supervivencia, agrega.

Mientras Sara Lila mejoraba de su fatiga, del dolor de cuerpo y en el pecho, otros de sus familiares, incluidos sus abuelos, también luchaban contra la pandemia. No fue un contagio entre familia, porque mantenían distanciamiento como medida de prevención; sin embargo, el virus los sorprendió por medio de diferentes formas de transmisión, y el 8 de septiembre la joven publicó una despedida a su abuelito:

“Nos enseñaste que la vida se aprovecha cada minuto, que la vida no se acaba, hasta que realmente se acaba, y que cuando se acaba, tampoco se acaba porque quedan tantos recuerdos, en todos nosotros. Te adoramos y ya te extrañamos, Papacito”, escribió en su cuenta de Twitter, la joven que logró recuperarse.

REPORTAJE ESPECIAL

Dos años de pandemia en Nicaragua: Contagio, muerte, deudas y censura

Entre marzo de 2020 y diciembre de 2021 fallecieron 14 815 nicaragüenses por covid-19. La pandemia de covid-19 cumple dos años este próximo 11 de marzo, y en CONFIDENCIAL publicamos una investigación especial. Este reportaje es parte de esa investigación.

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Confidencial es un diario digital nicaragüense, de formato multimedia, fundado por Carlos F. Chamorro en junio de 1996. Inició como un semanario impreso y hoy es un medio de referencia regional con información, análisis, entrevistas, perfiles, reportajes e investigaciones sobre Nicaragua, informando desde el exilio por la persecución política de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

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