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Daniel Zovatto: “Lula puede ser un puente entre la vieja y la nueva izquierda latinoamericana”

Director de IDEA considera que Lula usará su influencia para abrir vías de negociación, abandonando una postura crítica hacia las dictaduras

Diez redes de oenegés en Brasil pidieron a Lula que tenga una posición coherente sobre Daniel Ortega

Redacción Confidencial

3 de noviembre 2022

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La estrecha victoria electoral del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva en la segunda vuelta de los comicios de Brasil, lo empuja hacia un escenario en el que predominará su atención en solventar la división interna y las demandas económicas domésticas, y no en buscar un rol predominante en el escenario internacional, con el dilema de cómo afrontará la inestabilidad regional derivada de las dictaduras de Nicaragua, Cuba y Venezuela.

El politólogo Daniel Zovatto, director regional del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA Internacional), avizora que ante las circunstancias de un Brasil que no es el mismo país que Lula gobernó hace 20 años, el exmandatario no tendrá un papel activo en el plano internacional en materia de democracia y derechos humanos.


Zovatto, entrevistado en el programa Esta Noche —que se transmite por Facebook y YouTube debido a la censura del  régimen orteguista— observa al veterano dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) usando su influencia política para ser una especie de puente entre la vieja y la nueva izquierda latinoamericana.

“Lula va a ser muy escuchado y es muy escuchado por los Gobiernos progresistas y de izquierda. Incluso por dictadores como Maduro, Ortega y Díaz-Canel. Él va a tratar de ser una suerte de puente entre la vieja izquierda y esta nueva izquierda y va a tratar de utilizar su influencia para ver qué negociaciones se pueden ir creando en cada uno de estos países para buscar una salida negociada y democrática”, vaticinó Zovatto.

En sintonía con el politólogo argentino, el reconocido periodista y columnista argentino Andrés Oppenheimer escribió este miércoles que espera que Lula da Silva sea mucho menos crítico de la dictadura izquierdistas de América Latina que el presidente saliente Jair Bolsonaro, pero que su apoyo a los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, “será más simbólico que otra cosa”.

Después de 45 horas de silencio, tras su derrota electoral el domingo pasado, el presidente Jair Bolsonaro se comprometió ayer (martes) a cumplir con el mandato de la Constitución. ¿Significa esto una aceptación de los resultados electorales para iniciar una transición en Brasil?

Lo que vimos  fue claramente un reconocimiento implícito de parte del presidente Bolsonaro de los resultados. No vimos lo que acostumbramos ver en otras elecciones, donde el candidato que pierde llama al candidato ganador, lo felicita, reconoce expresamente que perdió. Pero tampoco vimos el choque de trenes que se anticipaba en caso de que perdiese Bolsonaro.

Bolsonaro en un discurso muy corto, de dos minutos, estructurado en torno a diez párrafos, implícitamente reconoció el resultado, activó el inicio del proceso de transferencia de poder, que va a llevar dos meses, hasta que Lula asuma el primero de enero del 2023.  En el párrafo nueve, o sea, en el párrafo penúltimo de su mensaje, reconoció que va a cumplir con la Constitución. Por lo tanto, creo que tenemos que tomar nota de que la etapa poselectoral, que era la que más preocupaba, se cerró.

Bolsonaro perdió, pero el bolsonarismo salió ampliamente fortalecido. Representa la mitad del país, y este mismo día, los partidarios de Bolsonaro se movilizaron en las calles apelando a cierta ambigüedad del discurso de su líder. ¿Esto es un exabrupto o existe algún riesgo de inestabilidad política en Brasil? 

Esa pregunta amerita dos respuestas. Número uno, el bolsonarismo logró una muy buena elección, es un hecho político, y eso ni es bueno, ni es malo.  Es un hecho político. Lo que preocupaba mucho era qué reacción iba a tener Bolsonaro frente a una posible derrota, y como vuelvo a decir, esa etapa está cerrada. Brasil ha cerrado su etapa electoral, marcha a un proceso de transición, de transferencia de poder. El primero de enero del 2023 asume Lula, nadie está cuestionando seriamente ese tema y ese resultado. 

Los únicos que lo están cuestionando es un movimiento, cada vez más débil, de un sector de camioneros y de otro sector de bolsonaristas ultras, algunos de ellos en Sao Paulo, otros en Río de Janeiro, en varios estados cortando las rutas;  y en el caso de Río de Janeiro, frente a un destacamento militar, pidiendo la intervención de los militares.

Yo  no veo ningún riesgo.  Lo que vamos a ver, juego mi prestigio en esto, es que en los próximos días ese movimiento se va a ir debilitando cada vez más;  ya los gobernadores de los estados de Sao Paulo, de Río, de Minas de Gerais, el presidente de la Cámara de diputados, el presidente del Senado, las Fuerzas Armadas, no han hecho ningún pronunciamiento en contra del proceso. La reunión del presidente Bolsonaro con la Corte Suprema ha tranquilizado los ánimos. En los próximos días se normalizará la situación.

¿Cuál es el principal reto que enfrenta la gobernabilidad del Brasil en este tercer mandato de Lula?, que no llega al poder con una gran victoria del PT (´Partido de los Trabajadores), sino de una coalición muy amplia, con un Congreso en manos de la oposición y una economía mucho menos dinámica que la que se vivió en sus primeros dos mandatos. 

A diferencia de los dos primeros gobiernos de Lula, de 2003 al 2010,  este Gobierno no va a ser un Gobierno del PT. Este es un Gobierno que representa una amplia coalición, que Lula armó con diez partidos políticos desde la centroizquierda, la izquierda, el centro, y hasta parte de la centroderecha. Combinado con algo que en su momento fue muy resistido por el PT, que era poner a alguien de centroderecha como candidato a la vicepresidencia, quién va a ser designado por Lula, que va a ser el jefe de los equipos de transición en este periodo.  

Creo de que Lula, que es un pragmático, es un negociador, va a tener cada vez que moderarse más, va a tener cada vez que moverse más hacia el centro, e incluso, centroderecha, para lograr armar en el Congreso una coalición, ya no electoral, sino a una coalición que le dé gobernabilidad para poder pasar varias de sus reformas en materia tributaria y laboral. Va a tener que moderarse más, y va a tener que ampliar su coalición. Ya  varios partidos están diciendo que estarían dispuestos a negociar con Lula.  Lo tiene difícil, pero no lo tiene imposible, y conociendo a Lula, con su carácter pragmático y de negociador, creo que va a poder articular esta coalición que le dé una buena gobernabilidad.

Después  de una etapa de aislamiento de Brasil en la esfera internacional, Lula está proclamando que Brasil está de vuelta en la política internacional, y en este entorno de política exterior pro cambio climático, Mercosur, y alianzas internacionales, no menciona particularmente, por ejemplo, la defensa de la democracia y los derechos humanos como parte de esa estrategia.  

Brasil, una vez que asuma Lula, yo diría que ya como presidente electo, ha cambiado obviamente su perfil en la política internacional. Vimos que numerosos jefes de Estado han felicitado a Lula, incluso muchos de ellos antes del discurso de Bolsonaro. Se le abren una nueva cantidad de oportunidades a Brasil en su relación con Europa, con Estados Unidos, con el resto de América Latina, en el marco de los BRICS, obviamente también en el marco de la CELAC.  Así que vamos a ver ahí lo que sí habíamos visto en los dos primeros gobiernos de Lula, un gran activismo en materia de política internacional.

Pero, ese no va a ser, en mi opinión, la prioridad del Gobierno de Lula, ni va a ser su principal dolor de cabeza. El  juego difícil para Lula va a ser en el ámbito interno, cómo reactivar la economía, cómo atender las demandas sociales. Una encuesta reciente dice que siete de cada diez brasileños está esperando que mejore la situación económica y social en los primeros seis meses. Como hemos visto con el Gobierno de Boric, de Petro, con el Gobierno de Castillo y varios otros Gobiernos que han asumido en los últimos años, si no das resultados de manera rápida, se comienzan a generar problemas de popularidad.  Así que yo veo a Lula reactivando el perfil, reconectando a Brasil en el ámbito internacional.

No se ha pronunciado en los temas de democracia y derechos humanos, y habrá que ver qué posición toma el Gobierno de Lula.  Si es una posición más bien pragmática, de buscar arreglos y no sanciones, en lugar de condenas, algún tipo de negociación, para ir generando incentivos, como lo está haciendo Petro, en relación con Venezuela, o si va a tomar una posición quizás de mayor crítica, como lo viene haciendo Boric frente a situaciones como la de Venezuela, Cuba o Nicaragua.

Yo  creo que va a estar más en una posición de una diplomacia más oficiosa, de un nivel de mayor pragmatismo, tratando de buscar salidas a estas situaciones muy difíciles, pero no de marcada condena.  No  lo veo a Lula, hoy por hoy, teniendo un activismo en defensa a ultranza de la democracia y los derechos humanos.

¿Pero, no es irónico que, por un lado esta victoria de Lula se presenta como una salvación de la democracia en Brasil frente al riesgo que significaba la ultraderecha de Bolsonaro, pero no se proyecta así frente a las amenazas a la democracia en América Latina por parte de las dictaduras? 

Claramente vamos a ver a un Lula, en el plano internacional, en el plano regional, en materia de democracia y derechos humanos, no teniendo un papel muy activo, desde el punto de vista crítico. Lo veo más bien como alguien que puede tratar de usar su influencia. Obviamente, Lula es muy escuchado por los Gobiernos progresistas y de izquierda, incluso por dictadores como (Nicolás) Maduro, (Daniel) Ortega y (Miguel) Díaz-Canel. Él va a tratar de ser una suerte de puente entre la vieja izquierda y esta nueva izquierda, y va a tratar de utilizar su influencia para ver qué tipos de espacios, qué tipo de negociaciones, se pueden ir creando en cada uno de estos países, para buscar una salida negociada y democrática.  Pero  no lo veo jugando un papel de condena, como lo hizo Bolsonaro en su momento.

Y los tiempos de las vacas gordas económicas, de los grandes proyectos económicos en los que se involucró Brasil en sus anteriores mandatos, que derivaron en esos casos, también escandalosos, de corrupción, de Odebrecht, operando en toda América Latina, parece que eso ya es cosa del pasado.

Eso también es historia del pasado. Mira, estamos hablando de que este Lula que asumirá en el 2023, no va a ser igual al Lula de hace 20 años.  El Brasil de hace 20 años no es igual al Brasil del 2023. Ya no hay los superprecios de las materias primas, ya no hay un contexto internacional que le va a permitir a Brasil crecer seis, siete u ocho por ciento; hay un alto nivel de desafíos que se han juntando a lo largo de estos años en Brasil, lo cual le va a generar unos desafíos en materia de gobernabilidad y también en materia de desarrollo social.

La diferencia más importante, como decíamos al inicio,  es que este no va a ser un gobierno del PT, donde Lula tenía también la posibilidad de hacer muy amplias coaliciones, y de manera bastante sencilla, dentro del Congreso.  Este es un Gobierno en el cual Lula va a tener ya que negociar al menos, con diez partidos de su coalición electoral, más otros partidos que va a tener que incorporar para una coalición en el Congreso; se está hablando, incluso, que pasaría de 23 ministerios a 34 ministerios para poder hacer lugar a sus socios de Gobierno. Todo va a obligar a Lula a ser mucho más moderado, a irse mucho más al centro, a ser mucho más pragmático, y sobre todo, dedicarse a la política interna y no tanto a la política internacional.


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