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El tesón de una madre coraje

“Quiero justicia, y si no que el pueblo se levante para que todo esto se acabe, que se termine ya, que no hayan más desgracias en este país”, dice

Iván Olivares

18 de julio 2015

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Yelka Noemí Ramírez Delgadillo está cansada y espantada. Cansada de dar entrevistas. Cansada de llorar a sus hijos. Cansada de esperar que se haga justicia.

También le espanta ver cómo el cálculo político del grupo familiar que dirige al FSLN, considera que no es conveniente llevar ante el juez al grupo de 14 policías que disparó a mansalva contra una familia aterrorizada, porque es más importante celebrar ‘sin ruido’ el 36 aniversario de la Revolución de 1979. Aunque eso implique violar sus derechos como madre y como mujer.


Milton Reyes, padre y cuñado de las víctimas, considera que “se están violando nuestros derechos”, pero eso no le preocupa porque “prefiero dejarle las cosas a Dios. Que ellos hagan su bulla (la celebración del 19 de julio), y que hagan todo lo que tengan que hacer. Yo tengo calma. Estoy tranquilo. Tengo confianza en el Señor”, dice sin sobresaltos.

Aunque la Procuraduría General de la República ya anunció que presentarán a los acusados hasta el 22 de julio, Reyes insiste en esperar con la mente fría. “Espero que todo esto (el proceso judicial) vaya con honestidad y transparencia. Que los policías admitan su error, pero que digan quién fue el que les dio las órdenes”, reclama.

Los sucesos de la noche del 11 de julio no sólo fueron una violación del procedimiento policial –como lo explicó a Confidencial un agente de ese mismo cuerpo del orden- sino también de los más elementales derechos humanos de esta familia que volvía a su casa después de congregarse en un oficio religioso.

“Si realmente ese era un operativo antinarcóticos, igual existe un código de conducta que determina cómo deben comportarse los agentes en ese tipo de actuaciones. Fuera que se estuviera persiguiendo a un asesino o a un violador, esa no era la forma en que debían actuar los policías”, asegura el abogado Carlos Alemán López, que lleva la acusación en nombre de la familia.

“Yo voy a ir a los derechos humanos, porque tiene que haber justicia en este caso”, asegura el letrado. La respuesta de una de esas organizaciones -el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh)- fue condenar la masacre y reclamar no sólo la presentación de los agentes involucrados, sino también identificar “otras responsabilidades en la cadena de mando” para que se ejerza contra ellos “la correspondiente acción penal”.

Cadena de errores

Todo en esa noche estuvo mal.

Hubo errores en la información de inteligencia -generalmente recabada o confirmada por agentes encubiertos que actúan vestidos de paisano- según la cual, se esperaba que por esa oscura calle de tierra pasara esa noche un vehículo transportando droga.

No hay certeza si tal posibilidad existió, y de ser así, qué ocurrió con el supuesto vehículo narco y sus desconocidos tripulantes. Lo que sí se sabe es que la familia Reyes Ramírez pasó por el sitio, recibiendo una lluvia de balas (un familiar contó hasta 45 impactos en el carro), que acabaron con la vida de Katherine Ramírez Delgadillo, Aura Marina Reyes Gamboa y Efraín Pérez Ramírez.

Cuando el vehículo conducido por Milton Reyes terminó con un choque su desesperada carrera por escapar de sus agresores, el horror dio paso a la impotencia, ante el trato insensible que recibieron de los agentes del orden. Uno de ellos incluso llegó a agredir a Yelka, embarazada, cuando ella quiso quitarle el pasamontañas para por lo menos conocer el rostro de uno de sus agresores.

En la escena, 14 agentes de las Tropas y Armas Policiales de Intervención Rápida (Tapir), rodearon al vehículo rafagueado, impidiendo que los vecinos se acercaran a auxiliar a la familia Reyes Ramírez, pese a que había una joven (Katherine) y una niña (Aura Marina) muertas, además de la madre y tres niños heridos. Efraín moriría poco después.

“Yo les dije que me ayudaran, que me socorrieran, pero ellos no lo hicieron. Pasé media hora esperando que llegara alguien para poder ir al hospital. Cuando ya los monté, que íbamos en la patrulla, el hombre le pegó una patada a mi niño en la cabeza. Lo tiraron como perro. Le dije yo: ¡Maldito, me lo mataste y todavía me lo vas a golpeando!”, recuerda Yelka.

En el trayecto, el policía llamó por teléfono a su esposa o compañera, para advertirle lo que les esperaba, más preocupado por la tragedia en la que acababa de poner a su propia familia, que por la que acababa de causar él mismo.

A su esposa le dijo que no se preocupara y que no llorara. “Creo que voy para largo, maté a un montón de niños”, le comunicó mientras Yelka viajaba rodeada de cadáveres y de niños mal heridos.

Quizás eso demuestra la pertinencia del reclamo del Cenidh, que considera indispensable “que se realice una revisión profunda sobre el estado de la preparación física, técnica y sicológica de los miembros de la Policía Nacional, incluyendo que se garantice que los policías serán capacitados en derechos humanos y se ofrezcan las necesarias garantías de no repetición”.

Testigos como Héctor René Leiva Jarquín y Yamileth Cajina ratifican la versión entera de la adolorida madre. “Nosotros quisimos salir a ayudarnos, y los policías se voltearon amenazantes hacia nosotros, para impedir que pudiéramos ayudar”, señalan.

Los vecinos habían visto dos camionetas doble cabina que llegaron cargadas de policías desde a eso de las 7 pm, y se instalaron al otro lado del camino por donde vendría el supuesto vehículo narco.

Extrañamente, en ningún momento de la supuesta operación antinarcóticos los tres o cuatro agentes que se quedaron cuidando los vehículos, intentaron bloquear el camino con las camionetas. Ni siquiera cuando escucharon la balacera.

Por si no bastara la forma en que les dispararon y los mataron, más el hecho que el proceso judicial no dará inicio hasta que Daniel Ortega y el Frente Sandinista no terminen de celebrar su 19 de julio, la familia de Milton Reyes tiene que enfrentar un nuevo escarnio: la versión oficial de la Policía que trata de culparlo a él por no haber obedecido una señal de alto que –insiste- nunca existió.

“Ella (la Primera Comisionada, Aminta Granera) preguntó dónde están las señales como para que este hombre las haya evadido y se les haya dado a la fuga. No hubo ninguna. No había alguien a cargo que dijera: yo di la orden de disparar. No salió a dar la cara nadie. Necesitamos que todas estas personas se hagan presentes y den su declaración para esclarecer todo esto. Y con claridad y honestidad porque no fueron perros los que mataron, fueron seres humanos. Así como nos sucedió a nosotros le ha sucedido a mucha gente, gente que hasta ahora no ha tenido respuesta”, dijo Reyes.

La madre dice que si tuviera enfrente a Ortega le pediría que se acabe la corrupción, que se acaben los delincuentes como los policías que dispararon contra sus hijos. Entonces empieza a llorar. “Que me ayude, que caigan presos como cualquier delincuente en La Modelo (la cárcel más grande en el país). Que no haya preferencias. ¡Mataron a niños! Eso le pido. Quiero justicia y si no que el pueblo se levante para que todo esto se acabe, que se termine ya, que no hayan más desgracias en este país, por eso no prosperamos porque todo viene de arriba. Ya van seis días, no me han dado una respuesta buena”.

Según el abogado Alemán, si las autoridades no proceden con su acusación, ellos como familia lo harían, pero siempre necesitan los elementos de convicción de la Policía cuando se realizó la investigación. “El Estado está protegiendo a los policías”, lamentó. Confidencial llamó a su celular a la Fiscal Ana Julia Guido, pero fue imposible localizarla.

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Iván Olivares

Iván Olivares

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Durante más de veinte años se ha desempeñado en CONFIDENCIAL como periodista de Economía. Antes trabajó en el semanario La Crónica, el diario La Prensa y El Nuevo Diario. Además, ha publicado en el Diario de Hoy, de El Salvador. Ha ganado en dos ocasiones el Premio a la Excelencia en Periodismo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en Nicaragua.

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