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Las secuelas de ETA: “Hasta sin comer quedamos, estamos sin nada”

El testimonio de una pobladora de Quilalí, a quien una crecida del río Jícaro en Nueva Segovia, causada por Eta, le inundó y arrastró parte de su vivie

La casa de Luisa Bellorín quedó destruida por la crecida del río Jícaro, en Quilalí, Nueva Segovia. Foto: Cortesía.

7 de noviembre 2020

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A las doce del mediodía del tres de noviembre, horas antes del ingreso del huracán Eta a suelo nicaragüense, los comunitarios de Nueva Segovia previeron “la desgracia” que se les avecinaba. El río Jícaro, que pasa por Quilalí ya mostraba un leve aumento en su caudal, el agua se miraba “revuelta” y los lugareños sabían que esto solo podía ser “un escenario previo a una crecida”.

Luisa Bellorín, habitante de la comunidad Playitas, en Quilalí, Nueva Segovia, recuerda que ese día comenzó a “sacar las cosas de la casa, porque nos enteramos que ya venía el huracán por estos lados y el río ya se miraba crecido. Entonces, ya se veía venir la desgracia, aunque nadie nos vino a evacuar”.


Una vez que Eta ingresó a territorio nicaragüense, a las tres de la tarde de ese martes, los ríos del norte de Nicaragua comenzaron a sobrepasar su caudal. La casa de Bellorín, ubicada a unos cien metros del río, no tardó en ser rebasada por la corriente. En efecto, solo un par de horas más tarde, su casa ya estaba inundada y una parte había sido arrastrada por la corriente.

“Mi casa quedaba, porque ahora no queda prácticamente nada de ella, casi a una cuadra del río. Entonces, cuando este se creció la inundó y una vez bajó un poco el caudal del río, como a las 9:00 de la noche, la casa se cayó, pero una parte ya  había sido arrastrada por el río”, lamenta Bellorín.

La casa de la mujer, quien trabaja como doméstica y es madre de dos pequeños de 5 y 13 años, era de adobe y más de la mitad colapsó por Eta. Ahora, está “posando” donde sus vecinos.

Bellorín asegura que buscará a las autoridades del Sistema Nacional para la Prevención, Mitigación y Atención de Desastres (Sinapred) y de la Alcaldía “para ver si nos dan apoyo”. Afirma que quiere ser reubicada, a pesar de que vivió a pocos metros del río durante los últimos seis años. “No quiero exponer otra vez a mis hijos”, destaca.

La mujer afirma que solamente desea “un lugarcito donde meterme con mis hijos. Por último con un solar (terreno) y yo veo que rancho levanto, porque hasta sin comer quedamos, estamos sin nada, viviendo de la caridad”, describe. Bellorín, que recibe un sueldo de 4000 córdobas, agrega que su “patrona” le ayudó con la comida, pero que no tiene más que hacer porque el desastre la agarró sin nada de recursos.

No se inundaban desde el huracán Mitch

Danelia Valenzuela, líder comunitaria Quilalí, compara que la inundación que presenció el tres de noviembre “no se miraba desde el huracán Mitch”, pues indica que el río Jícaro “se metió a la mayoría de los barrios aledaños”.

Valenzuela dijo que amigos y vecinos le han confirmado que los barrios afectados por las inundaciones provocadas por la crecida del río Jícaro fueron La Pimienta, Leonardo González y la comunidad Playitas, donde se ubica el terreno donde ella tenía cultivos. Ahí, describe, casi todo quedó inundado y muchos lugareños, como ella, también perdieron sus cultivos.

“Yo vivo en el casco urbano, pero tengo un terreno en Playitas, entonces, ahí se metió agresivo el río y el tres (de noviembre) fui, como a las 6:30 de la noche, y la corriente estaba fuerte. Perdí unos cultivos, pero no la casa, porque queda como en alto”, detalla.

Valenzuela denuncia que ninguna autoridad del Sinapred llegó a evacuar a las familias que viven a orillas del río Jícaro, y asegura que muchos “se salvaron, porque ellos solos se salieron de las casas”.

“No hubo perifoneo, nada. No vinieron a todos los barrios, supimos que andaban en algunos puntos, pero donde se necesitan no han llegado. No se nos mantuvo informados, porque la gente se dio cuenta por sus propios medios y así es que se cuidó”, reclama.

Murra quedó “inundado” e “incomunicado”

Francisco Herrera, alcalde liberal de Murra, en Nueva Segovia, afirmó a CONFIDENCIAL que el municipio ha sido gravemente afectado, pero no han recibido apoyo del Gobierno central o del Sinapred.

Señala que uno de los barrios más afectados por las inundaciones causadas por el desborde del río Murra fue el Fidel Ventura, donde se ubica un puente que permite el tránsito con la comunidad El Rosario.

“Estuvimos incomunicados por 24 horas con El Rosario, con El  Jícaro, pero gracias al actuar de los pobladores y la organización de la Alcaldía pudimos despejar el casco urbano... Trabajamos hasta la medianoche del tres (de noviembre), despejamos y logramos habilitar la comunicación con los caminos…Entonces, ya para el cuatro (de noviembre) el casco urbano quedó despejado, quedó limpio y más comunicado”, aseguró. Sin embargo, entre los daños registran unas veinte viviendas.

Además, el alcalde agrega que “falta mucha información por recoger en las comunidades. Sabemos que hay desastres en los caminos, en las casas aledañas a los ríos, pero todavía no hemos tenido información de primera mano de nuestros líderes comarcales”.

El alcalde Herrera destacó el apoyo de la Iglesia católica y pastores evangélicos en la labor de apoyo a las familias afectadas por las inundaciones. Además, rescató que algunos oficiales de la Policía y miembros del Ejército le han “apoyado” en la organización de algunas reuniones enfocadas en la atención de la necesidad de los habitantes de Murra.

Jalapa con accesos “obstruidos” y “cultivos destruidos”

En Jalapa, la líder comunitaria y feminista, María Elena Rivera, afirma que los daños principales causados por las lluvias e inundaciones son los puntos de acceso y los cultivos de café y pasto para el ganado.

Una de las comunidades afectadas fue Teotacacinte, fronteriza con Honduras, donde los daños fueron ocasionados por la crecida del río Poteca.

Detalló que los puentes que conectan la comunidad El Carbón, en Jalapa, “se rebalsaron”, aunque ninguno se cayó. Mientras, en el casco urbano, la crecida de la quebrada “Amajao” inundó varias calles. Y también en “La Garita”, que históricamente sufre de inundaciones. Igualmente en la comunidad Líbano, donde el viento destruyó los techos de dos casas.

Rivera reclama que los comunitarios urgen el apoyo de las autoridades, ya que solo llegaron a registrar lo que pasó, pero no le han dado una respuesta.


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Ana Cruz

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