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"Sentís que te morís": El testimonio de tres pacientes de covid-19 contagiados en el rebrote

Entre abril y mayo, 3362 personas se contagiaron de covid-19, según cifras independientes. Jorge, Daniela y "Francisco" cuentan sus testimonios

Gobierno destina 431 millones de córdobas para seis hospitales prefabricados

Cinthya Torrez

13 de junio 2021

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“Francisco”, Jorge y Danelia son tres nicaragüenses que se infectaron de covid-19 durante el rebrote que inició en abril, pero tan solo uno de ellos es parte de las estadísticas oficiales del Ministerio de Salud (Minsa), cuestionadas, precisamente, por no ser coherentes con el impacto real de la pandemia y facilitar un subregistro de casos, al que pertenecen “Francisco” y Danelia.

Cada uno padeció la enfermedad con mayor o menor optimismo, pero coinciden en que fue desgastante. Temieron por sus vidas y ahora, agradecen una nueva oportunidad. Son sobrevivientes y se indignan que la población siga sin tomar medidas de prevención, cuando el contagio no ha parado y temen que tampoco lo hará mientras el Gobierno continúe promoviendo actividades de aglomeración.


Durante abril y mayo de 2021 se han contagiado 3362 personas del SARS-CoV-2, según las cifras del independiente Observatorio Ciudadano, que clasifica los casos como sospechosos porque no se puede acceder a la prueba PCR para corroborar.

Jorge: "Sentí temor, ves el rostro de la muerte"

Jorge Blandón, de 51 años, estaba parado de frente a una cama de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), observó un cuerpo inerte, conectado a varias máquinas que le permitían vivir. A su lado, el médico le advertía que él podía llegar a ese estado, debía esforzarse para superar la neumonía que empezaba a afectar sus pulmones. Se llenó de miedo y a la vez, de valor.

“Sentí temor porque prácticamente en esas personas ves el rostro de la muerte. Es duro decirlo, pero ves una persona acostada, sin ningún tipo de movimiento, que sabés que lo único que tiene para vivir es lo que le está entrando por esos tubos y esas máquinas que tienen conectadas”, relata Blandón, originario de San Rafael del Norte, Jinotega.

Él no fue el único infectado de covid-19 en su pueblo. Familias enteras han sido contagiadas por el SARS-CoV-2, incluyendo la suya. Los siete miembros de su hogar se enfermaron, pero su papá, casi de noventa años y él fueron los únicos hospitalizados; los demás, experimentaron síntomas leves.

A finales de abril y principios de mayo hubo dos torneos deportivos en San Rafael del Norte. Llegó gente de Jinotega y otros departamentos del país. Tras esos eventos, los contagios se volvieron más frecuentes. Blandón considera que las actividades de aglomeración sin ningún tipo de medida de prevención, facilitó un mayor número de casos.

Jorge Blandón sobrevivió a la covid-19. Asegura que él es un caso de los muchos que hay en San Rafael del Norte, Jinotega.
Foto: cortesía

El 13 de mayo, Blandón sintió mareos fuertes durante todo el día. Después, experimentó episodios de presión alta, apareció una pequeña gripe y perdió el olfato. Con este último síntoma empezó a sospechar que era covid. Se realizó una prueba PCR en sangre y reveló una alteración en su cuerpo. En seguida, se aisló y tomó medicamentos como ivermectina y otros antibióticos, que cree le ayudaron de alguna forma.

Cinco días después de los mareos, el Ministerio de Salud (Minsa) lo contactó y le ofreció realizarle la prueba covid-19 -centralizadas por esa institución sanitaria-. Blandón accedió y confirmó el diagnóstico. Nunca tuvo acceso al resultado porque el Minsa no los entrega y solo se comunica, vía telefónica, con los pacientes cuando los casos son positivos.

Una comitiva del Minsa apareció en su casa el sábado 24 de mayo, los revisaron a todos, les llevaron medicinas, incluidos sus vecinos más cercanos y orientaron aislamiento. A Blandón, el médico le recomendó que se hiciera una placa porque había algo extraño en sus pulmones. Se la hizo y reveló neumonía, acudió a un médico privado, pero el esquema de medicinas que le orientó no estaban mejorando su situación.

La brigada del Minsa los visitaba cada día desde que él dio positivo al test de covid. El médico al confirmar sus sospechas, sugirió a Blandón que se hospitalizara porque su situación podría agravarse. Ingresó al hospital Victoria Mota de Jinotega el 26 de mayo, a la una de la tarde. Debía estar en la UCI desde el principio, pero las diez camas estaban ocupadas y fue hasta el segundo día que logró un cupo.

Blandón fue testigo del pico de contagios que vivía Jinotega. Cuando llegó al hospital recuerda de diez a doce pacientes en la sala covid y la UCI llena. Él permaneció tres días en UCI, conectado a una máquina sujetada a su cabeza, que inyectaba aire a sus vías respiratorias durante cuatro horas; en total fueron cuatro sesiones.

Nunca perdió el conocimiento y en todo momento preguntaba a los médicos qué procedimiento le estaban aplicando. Durante su estadía en UCI vio personas intubadas, inconscientes, cuyos familiares no sabían mucho de ellos. A su juicio, falta mejorar el flujo de comunicación y más en esos momentos de incertidumbre.

Uno de los episodios más duros fue cuando se enteró que su papá también estaba hospitalizado. Por fortuna no hubo necesidad que lo ingresaran a UCI y sobrevivió. También reconoció el trabajo de los sanitarios, que en todo momento, los atendieron.

Recuerda que mientras tenía la máquina colocada en su rostro, oraba a Dios, al padre Odorico D´Andrea por su recuperación. “Sentía que tenía que regresar a mi casa, que me necesitaban”. Aquel cuerpo inmóvil que vio el primer día lo atemorizó, pero al mismo tiempo, le inyectó fuerza para evitar que lo intubaran. Y lo logró.

Daniela: "Sentís que te asfixiás, sentís un dolor general"

Danelia Argüello aún tose y a ratos, se le escucha cansada. Debe conectarse a un tanque de oxígeno cuando siente que se ha esforzado demasiado y sus pulmones no pueden por sí solos. Recuperarse de la covid no ha sido fácil, pero ella se dijo así misma que no podía dejarse vencer por la enfermedad.

El sábado 22 de mayo, Danelia experimentó una molestia en su garganta, era una tos seca, como alergia. No se alarmó, pero de inmediato se colocó la mascarilla para estar al interior de su casa y se contactó con médicos por videollamada. Ese síntoma le recordó cuando su mamá se contagió de covid, en febrero de este año.

Los medicamentos recomendados por los médicos no hicieron efecto en Danelia y con el pasar del tiempo, su condición médica empeoraba.

Cuatro días después de sentir aquella tos seca, Danelia tenía fiebre de 40 grados y respirar se había convertido en un acto heroico. Pensó en ir al hospital, pero al ser una reconocida opositora en Somoto, Madriz, víctima de asedio policial, temió ingresar al sistema de salud público.

Llamó a un médico amigo y él la asistió. La placa que solicitó mostraba sus pulmones afectados por la covid. “Es grave”, y “esto es de hospitalización” le dijo el médico a su hijo mayor. Su saturación de oxígeno era de 80 y quedarse en casa implicaba un riesgo serio para su vida, pero aun así, decidió atenderse en su vivienda.

Danelia Argüello, sobreviviente de la covid-19 y opositora del régimen orteguista.

Le administraron una serie de antibióticos, nebulizaciones, y la conectaron a un tanque de oxígeno para ayudar a que su cuerpo reaccionara y se defendiera del SARS-CoV-2. Era una lucha desigual porque ella sufre de vasculitis -una enfermedad autoinmunitaria- y esto complejizó más su situación.

La etapa crítica se extendió por unos diez días. “Era una taquicardia espantosa. Uno no lo puede explicar. Sentís que te asfixiás, sentís un dolor general” narra. Recuerda que el 30 de mayo -Día de la Madre- “estaba grave”, había perdido el apetito, ni siquiera podía abrir los ojos; ese simple movimiento le pesaba demasiado.

Pese a todas las dificultades que sentía, estaba pendiente que las inyecciones se cumplieran en tiempo y forma, que las nebulizaciones se aplicaran de forma correcta; era su manera de ayudarse a sí misma. Pero hubo momentos duros, que al recordarlos, llora.

“Llegaron momentos en que me vencí, pero recordaba que tenía esos dos hijos y decía no puedo, no puedo dejarme vencer. No me quería nebulizar, a veces, porque me sentía demasiado agotada, demasiado cansada”, alcanza a decir, y en seguida, el llanto la interrumpe.

Recuerda a su madre, vigilante de su salud, a dos metros de su cama. Su mamá de 68 años y su hermana no la dejaron sola ningún día. Ese apoyo fue invaluable para su recuperación, y no se imagina cómo hubiese sido en un hospital, aislada, y sola.

Danelia Argüello aún debe auxiliarse de un tanque de oxígeno, cuando se siente muy cansada. Sobrevivió a la covid-19
Foto: cortesía

“Tuve etapas depresivas que pasaba llorando tardes enteras, tal vez. Ahora en un hospital solo”, reflexiona. Danelia se indigna al ver a tantas personas sin mascarilla, que frecuentan lugares de alto riesgo de contagio. “Que se cuiden”, “Que no lo hagan por ellos, sino por su familia”, finaliza.

Francisco: "No hay que esperar la desgracia para protegerte"

“Francisco”, como pidió ser identificado, trabaja en ventas y durante la pandemia no ha parado. Casi nunca se desprende su mascarilla, baña con alcohol su vehículo cada vez que entra y sale, y se lava las manos las veces que sean necesarias. Pese a esas medidas, la covid llegó a su vida. Lo hizo durante la Semana Santa de 2021.

El 31 de marzo, que fue Miércoles Santo, “Francisco” viajaría a Jinotega para estar con su familia durante los días feriados, pero la pesadez inexplicable que percibió en todo su cuerpo lo tumbó y el viaje se canceló. Ese primer síntoma no lo relacionó con la covid, pero después aparecieron la fiebre -pero leve-, estornudos, malestares estomacales, pérdida de apetito y finalmente, del olfato.

Los medicamentos que alivian resfriados comunes no funcionaron, y con ello, la preocupación empezó a crecer. Por cosas del azar, que “Francisco” ve como una bendición de Dios, un médico amigo visitó su casa. El doctor había estado frente a la atención de pacientes covid en un hospital del país y reconocía los síntomas de un caso sospechoso. Después de conversar con “Francisco” y conocer sus malestares, dijo que todo indicaba covid, prescribió una lista de medicamentos y aislamiento.

En su habitación, lejos de su hijo y esposa, “Francisco”, -quien además es diabético desde hace cinco años-, empezó a investigar más sobre la enfermedad y mantuvo un control de cómo evolucionaba en su cuerpo conforme los días pasaban.

“Tuve dos crisis -de tos- que, en realidad, sí sentí que me iba, ¡fue algo horrible!”, narra a CONFIDENCIAL. En una de esas crisis, “Francisco” sintió que la tos era tan fuerte que no podía respirar. Se sentó y percibió un mareo, como si fuera a desmayarse, pero resistió.

Relata que “perdió la batalla” por sus propias fuerzas porque tuvo momentos en los que se sentía muy mal. Pensaba en el riesgo de contagiar a su familia. “Si mi hijo se hubiera contagiado”, reflexiona.

“Yo llegué a un punto que dejé de comer y la psiquis -la mente- te mata. Te hace daño si no tenés apoyo, es donde posiblemente se agrava la cosa”, expresó. En su caso, su familia no lo dejó solo en ningún momento. Además de la asistencia médica y los alimentos, era su motor para vencer la enfermedad.

“Yo pienso que no hay que esperar que llegue la desgracia a tu familia para pensar en protegerte, lavarse las manos; la enfermedad no es jugando. Yo siento que la misericordia de Dios me acompañó. Siendo leve es duro, ahora la gente que le da horrible, que le da con neumonía”, expresó.

Los medicamentos hicieron efecto y los síntomas fueron desapareciendo. “Francisco” no se hizo una prueba molecular para constatar el diagnóstico, pero está consciente que sí se contagió porque todo lo que vivió no se compara con ningún malestar percibido en años anteriores.

Acudió a su clínica previsional para obtener un subsidio por la covid-19 y regresó a su casa con una semana de descanso y unos medicamentos generales, entre ellos, un jarabe que no podía tomar por ser diabético.


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