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Solicitan ayuda para reconstruir colegio de 76 años, dañado por huracán en Bilwi

Eta destruyó Colegio Niño Jesús, de Bilwi, que cuenta con una matrícula multiétnica de 500 estudiantes; religiosas cuentan cómo vivieron el huracán

El huracán provocó severos daños en un colegio de Bilwi coordinado por dos hermanas de la congregación Lumin Christi. Cortesía sor Heydi Guevara.

10 de noviembre 2020

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El Colegio Niño Jesús, de Bilwi, quedó parcialmente destruido tras el paso de Eta en la Costa Caribe Norte. El centro educativo se ubica muy cerca de la línea costera de esta ciudad que recibió los embates del huracán de categoría cuatro, de un máximo de cinco. Eta fue inclemente: solo dejó las paredes y una parte de la estructura del techo.

A una semana del impacto del huracán, la hermana Heydi Guevara compara que desde ese centro de estudio ahora se puede observar la costa, porque todos los árboles que estaban al frente fueron derribados por el huracán.


El Colegio Niño Jesús, de Bilwi, fue fundado el 17 de junio de 1944. Sin pupitres ni grandes condiciones, los primeros matriculados (ochenta, más o menos), recibían las clases en el suelo. De a poco se levantó un segundo piso a finales de esa década y hoy cuenta con una matrícula de 500 estudiantes y quince docentes.

Tras el anuncio de Eta, no pudo servir de albergue. Su posición cercana a la costa se lo impedía. Las religiosas que lo administran tuvieron que moverse hasta el seminario de la parroquia San Pablo Apóstol, en Bilwi. En ese lugar lograron resguardarse Sor Heydi, otra religiosa, quince familias y catorce seminaristas. El seminario también sufrió daños, pero mantuvo a salvo a todas las personas que permanecieron en él desde el dos de noviembre hasta el cuatro, cuando Eta se alejó de Bilwi y bajó a categoría dos.

Colegio Niño Jesús

El huracán provocó daños en el techo del centro. // Foto: Cortesía Sor Heydi Guevara.

Sor Heydi lleva diez meses de misión en Bilwi. Tras pasar siete años en Perú, su congregación, Lumin Christi, la envió a esta zona. No pudo haber llegado en otro periodo tan complicado.

“A mí me ha tocado el tema del covid-19 y el huracán”, dijo a CONFIDENCIAL, convencida que esta combinación es más que peligrosa en una zona tan vulnerable como la Costa Caribe nicaragüense.

A las hermanas, el huracán las tomó desprevenidas. Su principal fuente de aviso y de información fueron las noticias. Pero ni así lograron imaginarse lo que en verdad representaría Eta. Sor Heydi narra que no se reaccionó en el momento, sino hasta el primero de noviembre cuando se supo que un grupo de habitantes de los Cayos Miskitos había sido evacuado. Llegaron cantidades de personas para refugiarse en la costa.

Ante la necesidad de refugio, las hermanas lamentan que no pudiesen prestar el centro. Las condiciones no lo permitían. Días después confirmarían que abandonar el colegio había sido la mejor decisión.

La fuerza del huracán Eta

El tres de noviembre, Eta parecía adentrarse lento y embravecido a la costa, haciendo titubear a muchas meteorólogos de su trayectoria. Sor Heydi, y el resto de refugiados en el seminario, temían lo peor. “Yo como religiosa puedo decir que tuve un momento en que dije aquí vamos a quedar”. El viento comenzaba a levantar el techo del seminario, donde hace unos meses había servido como un lugar de atención para afectados de covid-19 en Bilwi, por órdenes de monseñor Pablo Smith.

“Realmente me impactó. Mi reacción fue ponerle el último adiós a mi familia, despedirme de una hermana, de otra religiosa. Solo esperábamos el milagro”, narra vía llamada telefónica desde Bilwi.La tormenta había sumido en silencio a toda la cabecera departamental, dejándola fantasmagórica desde la tarde del dos de noviembre. Con forme transcurrían las horas, todo estaba más silencioso. “Sentíamos esa soledad. Nuestros dispositivos se estaban agotando también por la falta de luz”, agrega.

Y es que Bilwi quedó totalmente incomunicada por vía terrestre. El río Wawa subió de nivel, volviendo peligroso el paso por esta única vía de acceso.

“Tawa tawa”

El cuatro de noviembre, los refugiados en el seminario al fin pudieron salir a ver la ciudad, o lo que quedara de ella. Los locales intentan, todavía, reconstruir lo que se puede. “Tawa tawa”, le dijeron algunos de ellos a la hermana Heydi, que en Miskito significa “de poco a poco”.

“A mí el espíritu de ellos me invita a levantarme, también su impulso de seguir adelante, de seguir construyendo”, manifiesta la religiosa.

Las dos hermanas de la congregación Lumin Christi han pasado haciendo recuento de los daños y tomando fotografías. Los quince maestros que daban clases en este centro donde estudian mestizos, miskitos y mayangnas tuvieron que refugiarse en otros albergues.

Mientras los locales empiezan a levantar por cuenta propia sus casas, las hermanas solicitan ayuda para reconstruir la escuela. La parroquia atiende a dos albergues más en Puerto Cabezas, pero temen quedarse sin alimentos. También aseguran brindarle algunas láminas de zinc a las personas que pueden. Entre las hermanas y los padres de familia del colegio han convocado una jornada de limpieza.

“Veo que la gente está reconstruyendo. Creo que ese es el espíritu de la gente del Caribe Norte. Contagia a todos”, finaliza la religiosa.


Las hermanas de Lumin Christi solicitan ayuda económica para reconstruir el colegio, debido a la imposibilidad de acceso a Bilwi. Para esto, han habilitado dos cuentas en Banpro: 10022715217966 (dólares), 10022705216944 (córdobas). O llamar al número 75088859 (Tigo).


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Franklin Villavicencio

Periodista nicaragüense con tres años de trayectoria en cobertura de temas culturales y derechos humanos. Ganador del Premio Pedro Joaquín Chamorro a la Excelencia Periodística.

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