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Entre sepia y gris

Los llevaré de la mano por la mente de un músico y poeta inspirado. Haremos esto con la obra de Fryderyk Franciszek Chopin

16 de mayo 2016

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En esta ocasión quiero llevarlos de la mano a un viaje dentro del alma y la mente de un músico y poeta inspirado, ese artista que es tan raro encontrar en la actualidad. Será una experiencia de introspección en la que tendrán un encuentro con la verdadera dimensión de la música profunda que acarrea poesía en sí misma. Tendremos un acercamiento con nuestras más ocultas emociones y sentiremos cómo ésta altera nuestra piel, provocando agitaciones en nuestros corazones. Haremos esto de la mano de Fryderyk Franciszek Chopin.

Sobre el artista 


Considerado uno de los mayores representantes del romanticismo musical, Chopin tiene una técnica musical perfecta. Su refinamiento estilístico y su elaboración armónica han sido comparadas históricamente por su perdurable influencia en la música de tiempos posteriores, con las de Wolfgang Amadeus Mozart, Ludwig van Beethoven, Johannes Brahms o Franz Liszt.El compositor polaco escribió a lo largo de su corta vida hasta veintiún nocturnos para piano, entre ellos se encuentran algunas de sus piezas más conocidas.

Op.9 No.2

En mi bemol mayor, este conocido nocturno presenta una forma de rondó, aunque la primera parte se repite de manera más ornamentada antes del comienzo de la segunda parte. Cada vez que se repite se vuelve a emplear ornamentación. Es una melodía suave que da la sensación de fluir lentamente, sin dejar de lado una especie de angustia subyacente, característica de toda la obra de Chopin. La sección final, concretamente desde el penúltimo pentagrama, se debe tocar con un extraño, “senza tempo” es decir, "sin tiempo".

He escrito esta poesía al ritmo y sentimientos de Chopin en la hermosa pieza Op.9 No.2, lea la poesía y escuche la música y déjese llevar hacia el universo infinito de su propio corazón

Entre sepia y gris... (Leer escuchando la melodía Op.9 No.2 de Chopin)

Por Diego Navas

Despacio, danzando lentamente al compás de la melancolía de Chopin,
Cae el pétalo de una rosa que se marchita, sola en un pequeño jardín,
Sintiendo el calor de los días y el frío de las noches sin sombra ni abrigo
Siendo el único testigo de su transformación de rojo intenso,
A fúnebre sepia y gris, los colores de la muerte y el olvido.
Muere dulce rosa, muere,
Muere sin brazos que te sostengan, sin llantos ni lamentos,
Hazte tierra y llévate tu rebosante corazón de amor y recuerdos,
Entiérralo profundo, profundo en las entrañas del silencio,
Deja caer tus pétalos, con delicadeza y dulzura,
Mientras nadie te observa, solo el tiempo y su apuro,
Por librarte de tu existencia absurda.
Mi dulce rosa, fuiste hermosa mientras fuiste,
Pero el reloj para todos tiene reservada la ineludible hora,
En que la felicidad se pone una soga al cuello hasta que se ahoga,
Mi rosa, que has dejado de ser, para dejar un vacío que nadie nota,
Se fue tu perfume y llego el perturbador olor del cadáver que se pudre,
Insoportable hasta para quienes solían amar tu embriagante aroma,
Rosa del principito, muere con el, con ese chiquito,
Que no encontró planeta, ni amor infinito, ni logró escapar del abandono inaudito,
Que no supo eludir la tristeza de su aparatoso choque contra la roca del maldito corazón humano,
Duerman ambos, duerman juntos,
Duerme rosa, duerme principito, para que no sean desechables páginas de un viejo libro,
Que se tira al fuego porque en este mundo no encuentra razón que lo entienda,
Ni corazón que lo atesore, invisible por ser ciegos a lo imprescindible,
Muere rosa, descansa en paz, cierra tus ojos principito, sin despedidas ni preámbulos,
Que ante el cinismo y abandono lacerante de este mundo,
Es mejor la eternidad de la muerte, y la dulce soledad de lo infinito

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Diego Navas

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