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Bolivia: Ante lo real y lo aparente

¿Por qué violentar al país, después de unas elecciones reconocidas por todo el mundo como pacíficas y ordenadas, inventando un “fraude” electoral?

Ciudadanos bolivianos asisten a votar en un recinto de la ciudad de El Alto (Bolivia), el domingo 18 de octubre de 2020. // Foto: EFE/Martin Alipaz

Onofre Guevara López

27 de octubre 2020

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No pasó mucho tiempo, apenas dos días, para ver cómo en Bolivia asomó la desesperación de los grupos conservadores con su violencia por la pérdida de las elecciones, la que sienten como el preámbulo del ocaso político de las clases dominantes tradicionales. Eso es explicable por la naturaleza de la derecha. Su violencia la practicó de modo extremo el año pasado a raíz del golpe de Estado.

¿Por qué violentar al país, después de unas elecciones reconocidas por todo el mundo como pacíficas y ordenadas, inventando un “fraude” electoral? Es un recurso ridículo de la derecha de alegar fraude estando su tendencia política en el poder, manejando todos los mecanismos electorales y ante observadores extranjeros de incuestionable diversidad política, quienes no necesitaron esperar los datos oficiales para reconocer la victoria del MAS.


Entre los violentos siempre destacó la cúpula del ejército. Fue tal la contundencia de la votación en favor de Arce y Choquehuanca, que la desconcertó, más aún, por el fracaso de los consejos recibidos por el guardia Arturo Murillo, ministro del interior de Áñez, en su visita a Washington días antes de las elecciones. Este, en cuanto regresó, comenzó con el cuento de los “preparativos” de un plan del MAS para desatar la violencia previa al domingo 18 de octubre… ¡una denuncia nada menos que contra los más interesados en evitar obstáculos a unas elecciones que ya tenían ganadas en la opinión pública!

Como esos preparativos de la violencia eran de los propios guardias bolivianos, esperando que el MAS no ganara las elecciones en la primera vuelta para ponerlos en práctica y llegara desprestigiado al balotaje. Así estimularían a sus partidos rivales a unirse, pero como no resulto lo deseado, ahora están poniendo en práctica el plan, quizás pensando en que podría resultar igual… después del trueno.

En Nicaragua, en días posteriores a las elecciones, se ha hecho notoria la identificación de nuestros analistas políticos –y de cierto periodismo— con la causa de los reaccionarios bolivianos. Eso crea confusiones ideológicas (o refuerzan las existentes), como si no pareciera suficiente estar viviendo nuestro “1984” (pienso en la novela de Orwell, no en un año particular) bajo la amenaza de encadenar el pensamiento perpetuamente, para la eterna gloria de los dictadores Ortega Murillo.

Esos analistas políticos (más políticos que analistas), tienen una manera mecánica de ver los sucesos internacionales, incluso diferente a la flexibilidad –diríase, diplomática— de algunos políticos y líderes de organismos internacionales. Veamos ejemplos:

Ante la contundencia de la victoria electoral de Luis Arce, y sin esperar milagros, la presidente de facto Janine Áñez; el principal candidato derrotado Carlos Mesa; Luis Almagro de la OEA; Michael Kozak (casi como decir Donald Trump) y otros personajes comprometidos con los esfuerzos por derrotar al MAS, felicitaron por adelantado el triunfo de sus candidatos.

¿Y qué oímos y vemos de parte de algunos adversarios (a larga distancia) del MAS y, al mismo tiempo, opositores a la dulce dictadura de nuestras pesadillas? Hasta da vergüenza ajena repetirlo, pero es lo que dijeron, aunque no textualmente:

Una señora se molestó con Áñez y Almagro, por haber felicitado al candidato impuesto por el dictador Evo Morales, algo que a ella le pareció una traición al pueblo boliviano y a (su concepción de) la democracia, menospreciando la inteligencia política de los millones de bolivianos que votaron por los candidatos del MAS.

Otros señores, han señalado el “error de la oposición” boliviana de no haberse unido en contra del MAS. Según ellos, fue el mismo “error” que cometió la oposición nica en el 2006, y señalan que puede cometerlo otra vez si no se une para las elecciones del 2021. Pareciera que faltara conocer el abc de aquellas diferencias: los opositores de allá eran los del MAS; sus rivales, Mesa y Camacho eran los partidarios del gobierno golpista, al cual ellos contribuyeron a instalarse en el poder. ¿Es necesario recordar que en Bolivia fueron los gobiernistas quienes no se unieron, y aunque se hubieran unido, también los esperaba la derrota?

Tampoco faltó periodista que, escondiendo difícilmente el dolor de su corazoncito por el resultado electoral, quiso negar el mal cálculo de los adversarios externos del MAS, que primero inventaron el “fraude” de 2019, y después pensaron que triunfaría la derecha, para lo cual trabajaron con el gobierno de facto.

Entre las aparentes ingenuidades de nuestros analistas y la actitud de los políticos extranjeros, solo queda su común afinidad ideológica. En la práctica, los de allá tienen intereses superiores que proteger con la política exterior de sus países, de los organismos que les han confiado alguna misión diplomática, o para cuidar su imagen en el escenario internacional. Mientras que algunos de aquí (como se dice popularmente) solo tienen la mudada que andan puesta. Que equivale a decir: no tienen más responsabilidades que dentro de sus respectivos ámbitos y partidos políticos.

En sus análisis sobre el resultado de las elecciones en Bolivia, han olvidado algo esencial en política: para explicar el resultado de aquellas elecciones, han estado haciendo juegos de palabras sobre la estrategia y la táctica utilizadas, apartando lo más importante allá como en todas partes: el programa o el proyecto político que cada partido expone ante las clases y los sectores sociales para conquistar sus votos.

Un sectarismo cerril

Algunos políticos, estando en la oposición y otros aspirando al poder, solo parecen estar informados –y es muy positivo que lo estén— de la necesidad de acelerar el proceso de lucha contra la dictadura. Lo nada positivo, es que parecieran no entender que estando en la llanura, no les conviene actuar como si fueran gobernantes, utilizando su mismo sectarismo.

A ningún ciudadano metido a político le conviene desconocer lo importante que puede ser para su imagen y su causa, actuar con tolerancia ante la ideología política de los diversos sectores que hacen oposición. En Nicaragua, hacer oposición a este régimen de falsos revolucionarios, no es una exclusividad de los sectores reaccionarios ni de los demócratas (como a otros les gusta llamarse), sino de todo nicaragüense, piense como quiera pensar en términos políticos e ideológicos.

La complejidad de la política no se puede descifrar sobre la base de consignas en contra o en pro de un partido político y su corriente ideológica, ni con frases hechas de la propaganda, pues se requiere de un mínimo de esfuerzo por conocer lo elemental de las motivaciones e intereses que mueve a cada sector político.

¿Hasta cuándo se aceptará que todos tenemos derecho y obligación de participar en la lucha por la libertad, por los derechos humanos y los sociales que nos están robando a todos? Resultaría mejor y se viera más claro la política con los ojos abiertos, vale decir, conociendo hasta donde sea posible las causas de las cosas.

Al margen de estas cuartillas

*Hacer comparaciones mecánicas de las situaciones políticas de uno y de otro país, es reflejo de una idea mal concebida de la política.

*Ponerse a comparar a un país con otro, es dormirse en medio de las corrientes políticas, y buscarse la mala suerte del camarón.

*Ni en lo geográfico es posible comparar a Bolivia con Nicaragua: allá, las cordilleras andinas tienen 6 542 m de altura; aquí, el volcán más alto apenas alcanza 1 745 metros.

*La meseta de Dipilto-Jalapa culmina un poco más arriba de los dos mil metros, y el territorio del Pacífico es de tan bajo nivel… que uno se puede hacerse la semejanza metafórica con el bajo nivel ético de la mayoría de “nuestros” gobernantes.

*Y como estamos de metáfora, recordemos esta imaginación popular: combinando nombres entre el lago boliviano Titicaca y nuestro lago Xolotlán, el lago boliviano se llamaría Tititlán y el nuestro… Xolocaca.

*Pero lo metafórico surge de la realidad, y nadie podría negar que el nombre Xolocaca… ¡refleja muy bien lo que hizo el yankófilo Chema Moncada con el lago Xolotlán!

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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