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De la historia, el poder y el periodismo

Trump tiene a la mayoría de la prensa en su contra, y es posible que le haga perder la reelección.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al final de una rueda de prensa acerca de la pandemia. Foto: EFE/Chris Kleponis

Onofre Guevara López

14 de julio 2020

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Son bien conocidos y sufridos los desplantes imperiales del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, tanto en lo interno de su país, como en la aplicación de su geopolítica en su papel de jefe supremo del mundo. Eso, lo manifiesta en sus conferencias de prensa y en comparecencias públicas, con sus características conservadoras muy personales, pero con la ideología de todos los que le antecedieron en esa máxima función de poder.

Trump, igual que todos sus antecesores, es fiel a los sueños de convertir a su país en espejo y dómine de todos los países, y quienes en muchas etapas de la historia utilizaron la fuerza para ser aceptados por el mundo como su patrón político.


Esa pretensión les viene desde la raíz. Diez años posteriores al arribo de los “peregrinos” del Mayflower, cuando John Winthrop, de los primeros gobernadores de Massachusetts, proclamó: “Seremos una ciudad sobre una colina, y los ojos de todos los pueblos del mundo estarán fijos en nosotros.”

Esa idea de Wintrhop, fue recogida por Benjamín Franklin 120 años después (1782), cuando ya era carne, hueso y sangre de la cultura dominante de los políticos estadounidenses:

“El establecimiento de las libertades en Norteamérica no solo hará feliz a la gente, sino que también tendrá algún efecto para disminuir la miseria de todos los que, en otras partes del mundo, gimen bajo el despotismo, haciéndolo más circunspecto e induciéndolo a gobernar con una mano más suave.”

Es decir, su país ejercería sobre los otros países del mundo, “un despotismo circunspecto y con mano más suave”; en otras palabras, una dominación de manos livianas. Lo que soñaban entonces, lo iniciaron matando y despojando de sus tierras a los norteamericanos autóctonos, siguieron haciéndolo en 1867, cuando se anexaron por la fuerza el norte de México, comprando colonias a Francia y haciéndole la guerra a España, pasando por las intervenciones militares en América Latina, la guerra contra Vietnam y las intervenciones militares en Medio Oriente.

Las citas de Winthrop y de Franklin están en el libro Agentes del poder, de J. Herbert Altschull, catedrático de tiempo completo de periodismo en la Universidad de Indiana y excorresponsal de siete agencias de noticias y diarios, entre ellos la Associated Press y The New York Times.

Doy su breve currículo, reproduzco algo de su experiencia para molestia de los devotos de la geopolítica estadounidense, quienes ven a los críticos de su país-ícono de la “democracia” como sus enemigos “envidiosos.” Pero esas citas reflejan las ideas inspiradoras del “Destino Manifiesto” estadounidense, “destino” que Altschull estudia junto al origen del periodismo desde la Roma antigua, de la prensa moderna en general y de la norteamericana, en particular. Poder y Prensa, dos poderes gemelos, con la preeminencia del primero sobre la segunda.

En el prefacio de su libro (1988, primera edición en español), el profesor Atschull cuenta una anécdota de su experiencia como corresponsal de la AP, en Berlín Occidental de posguerra. Aquí la resumimos:

En las elecciones en libertad disputadas entre el Partido Socialdemócrata y el Partido Demócrata Cristiano, este triunfó con su candidato Conrad Adenauer, con una abrumadora mayoría. El voto de los anticomunistas fue clave, lo que asustó a los mismos triunfadores, porque en las elecciones anteriores el voto anticomunista había sido para Adolfo Hitler, y temían que el pueblo alemán “no hubiese aprendido la lección”. Esta idea se la había expresado un diputado demócrata cristiano a Altschull, quien la utilizó para encabezar su artículo.

Pero los directores de la AP querían que encabezara su artículo de otra manera, porque: “Lo que al público norteamericano le interesaba era saber cómo encajaban las elecciones en la guerra fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.” O sea, lo que la AP quería era atizar la guerra fría. Altschull alegó que era lo contrario: a la URSS le interesaba más la victoria de los demócratas cristianos, porque así podían acusarlos “de promotores imperialistas de la guerra”, y a los comunistas tampoco les convenía enfrentarse con el liderazgo socialdemócrata, por su común origen marxista.

Altschull, pensó que: “el poder residía al otro extremo de la línea cablegráfica y recibí instrucciones de acatar la orden de escribir un artículo anunciando que la victoria de Adenauer era una derrota para los comunistas”. Y solo le dejaron dos opciones: “Seguir las instrucciones o presentar mi renuncia (…) y así tuve que tragar mi orgullo y convicciones y escribí lo que se me pidió. Solo me quedó la satisfacción de exigir que el artículo se publicara sin mencionar mi nombre.”

Sus investigaciones sobre el periodismo y su experiencia, llevó al profesor Altschull a pensar que: “el poder está implícito por supuesto en todos los casos. A medida que examinamos la tradición popular de la prensa debemos recordar que el flujo de la información ha sido considerado ampliamente, a lo largo de los siglos, como el punto de importancia trascendental tanto en lo que respecta a la libertad como al poder. Por supuesto, existe una gran fuerza en el lenguaje; las palabras son, en verdad, instrumentos poderosos. El error está en proclamar la independencia de la prensa, sin reconocer que los medios informativos son agentes del poder de alguien.”

En páginas anteriores, el profesor Altschull había señalado que, en épocas distintas: “Los historiadores han asignado a la prensa no solo ese papel clave en el derrocamiento de la monarquía Borbona de 1830, sino también le han acreditado gran parte de responsabilidad en ese acontecimiento” (en Francia). “En otra época y otro lugar, la prensa se ungiría con un manto similar, afirmando que ella arrojó del poder al presidente Richard Nixon…”

El profesor Altschull lo pone en duda: “Una reflexión seria nos obliga a reconocer que la prensa, tanto entonces como ahora, no traza ningún curso independiente, sino que sirve a los intereses de quienes son sus propietarios y la manejan. Los enemigos de Carlos X y de Richard Nixon eran poderosos con derecho propio y puesto que ambos líderes actuaron en violenta oposición a la ideología revolucionaria de la Primera Enmienda” (de la Constitución estadounidense).

La referida Enmienda, el profesor Altschull la considera revolucionaria, porque proclama el derecho a la libre expresión, pero cuando se publicó en 1791, él mismo reconoce que: “…la expresión libre de la prensa no estaba al alcance de los negros, los indios y las mujeres.” Si actualizamos el asunto de la libre expresión, se puede decir que hoy tampoco está al alcance de las personas de todos los colores y nacionalidades.

Es posible que en otra ocasión nos refiramos al libro del profesor Altschull, en lo que respecta a la historia y función del periodismo en las guerras de anexión de los Estados Unidos, como la de 1867 contra México y luego contra España (1898) para anexarse a Cuba, Puerto Rico y Las Filipinas.

Hoy, Trump tiene a la mayoría de la prensa en su contra, y es posible que le haga perder la reelección. Pero la gran prensa, en su función esencial, nada ha cambiado con la nueva tecnología respecto a los medios de transmitir la noticia ni por el fenómeno de las redes sociales, porque ella no va contra los intereses ni las estructuras del poder que Trump representa.

Trump y su geopolítica, son ejemplares de cómo los Estados Unidos viven su más grande contradicción: estando en la cúspide del desarrollo técnico material, están confrontando a la humanidad con su mezquino proceder. Veamos solo cuatro ejemplos:

No firmó el Acuerdo de París (para explotar a la Tierra sin control), se ha salido de varios convenios internacionales (para desarrollar su armamentismo), no reconoce el Tribunal Penal Internacional (pero penaliza más que este tribunal) y se salió de la OMS (porque no aceptó su orden de acusar a China, para ocultar su responsabilidad sobre la expansión del coronavirus en su país).

Trump EE. UU. vive de espaldas al mundo, y pretende ordenarlo según sus intereses. Pero, su papel y su cultura a lo Supermán… ¡no puede con la “criptonita” del covid-19!


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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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