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El espectacular fracaso comercial de Trump

Aunque EE. UU. efectivamente es un país con un gran comercio, solo representa en realidad el 4 % de la población y menos de un quinto del PBI mundial

Foto: EFE/Giorgio Viera | Confidencial

26 de septiembre 2020

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WASHINGTON, DC – Desde la Segunda Guerra Mundial el desempeño de la economía mundial superó los sueños más salvajes de sus arquitectos de posguerra, generando beneficios sin precedentes en términos de salud, educación, nivel de vida, riqueza y reducción de la pobreza. Para este éxito resultaron fundamentales el crecimiento y la liberalización del comercio internacional, que fueron posibles con el liderazgo estadounidense para la creación y defensa de un sistema de comercio abierto multilateral.

Ese sistema —consagrado primero a través del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio y luego con la Organización Mundial del Comercio— estableció el estado de derecho internacional para el comercio mundial, la no discriminación entre socios comerciales y un foro para negociar la reducción de aranceles y eliminar otras barreras al comercio. La OMC reemplazó al GATT en 1995 y para el año 2000 los aranceles promedio para los productos manufactureros en las economías avanzadas eran de aproximadamente el 2 %, muy por debajo de los niveles de 1948. El comercio internacional había pasado de aproximadamente el 20 % del PBI mundial en los primeros años de la posguerra al 39 % en 1990 y al 58 % en 2018.


Pero el sistema de comercio multilateral abierto se ha deteriorado mucho en los últimos años. El valor en dólares del comercio mundial cayó un 3 % en 2019, aun cuando el PBI del mundo continuaba creciendo. Este retroceso se debió en gran medida al desplazamiento de Estados Unidos hacia el bilateralismo y proteccionismo desde que comenzó la presidencia de Donald Trump en enero de 2017. Trump parece creer que Estados Unidos es lo suficientemente poderoso como para lograr mejores acuerdos negociando con (léase: intimidando a) sus socios comerciales de a uno por vez. Pero aunque EE. UU. efectivamente es un país con un gran comercio, solo representa en realidad el 4 % de la población y menos de un quinto del PBI mundial. Esos números por sí solos justifican el escepticismo sobre la eficacia de la intimidación bilateral trumpista.

Además, ha transcurrido suficiente tiempo como para que podamos estudiar el enfoque de Trump bajo el microscopio. Las metas que declaró cuando llegó al gobierno fueron reducir los desequilibrios del comercio bilateral estadounidense, y eliminar o reducir las barreras y aranceles comerciales contra los productos estadounidenses, aumentando así las exportaciones del país. No cumplió ninguna de ellas.

Los déficits comerciales bilaterales y general no se pueden solucionar mediante el proteccionismo y ambos indicadores en realidad empeoraron con Trump. El déficit comercial general de EE. UU. creció de 750 000 millones de dólares en 2016 a 864 000 millones de dólares en 2019 y alcanzó ahora su nivel más alto desde julio de 2008. Y las exportaciones estadounidenses a China, el principal objetivo de la política comercial «América primero» de Trump, solo crecieron el 1,8 % en el año hasta agosto de 2020, mientras que las exportaciones chinas a EE. UU. aumentaron un impresionante 20 %, elevando así el déficit comercial bilateral.

Como siempre ocurre en las guerras comerciales, ambos países perdieron por los aumentos revanchistas de aranceles. Los consumidores estadounidenses ahora deben pagar más por muchos bienes chinos y EE. UU. tuvo que resarcir con aproximadamente 28 000 millones de dólares en compensaciones a los agricultores estadounidenses. Numerosas empresas de EE. UU. se vieron obligadas a pagar más por sus insumos y, en consecuencia, perdieron participación en el mercado frente a competidores extranjeros que ahora tienen una ventaja en términos de costos. Predeciblemente, China aumentó sus propios aranceles de importación para los productos estadounidenses, afectando las exportaciones de EE. UU.

De manera similar, se suponía que la renegociación por el gobierno de Trump del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) y el Tratado de Libre Comercio entre Corea del Sur y Estados Unidos (KORUS) corregiría «nuevos problemas» como el aumento de la economía digital. Sin embargo, esas cuestiones habían sido incluidas en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) negociado por el gobierno de Barack Obama, que Trump abandonó inmediatamente al asumir el cargo. Con la firma de un acuerdo de libre comercio similar sin EE. UU. —el Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP)— los miembros restantes del acuerdo original disfrutan ahora del acceso sin aranceles a los mercados de los demás, mientras que EE. UU. debe pagar aranceles más elevados que ellos.

Entonces, lejos de haber reducido barreras frente a las exportaciones estadounidenses, Trump se las ingenió para incrementarlas en casi todos los casos. Con el TPP, los productores estadounidenses de trigo hubieran evitado la tarifa japonesa del 38 % sobre todas las importaciones de ese cereal. Pero ahora que el TPP fue reemplazado por el CPTPP, los exportadores canadienses y australianos de trigo a Japón enfrentan menores aranceles que sus contrapartes estadounidenses. Para empeorar aún más las cosas para los productores de EE. UU., Japón y la Unión Europea firmaron desde entonces un acuerdo de libre comercio que elimina las tarifas sobre los automóviles y otros productos.

La lista de las «metas propias» de Trump continúa. Las tarifas generalizadas sobre las importaciones de acero y aluminio de EE. UU. (que inicialmente incluían a las provenientes de los socios comerciales del NAFTA) solo lograron poner en desventaja a las industrias estadounidenses que usan acero. Pero el empleo en los sectores del hierro y el acero cayó durante los últimos dos años.

Aun cuando casi todos los aliados de EE. UU. padecieron las exigencias de cambios en las relaciones comerciales, se logró muy poco. Los cambios principales al NAFTA fueron para los automóviles y repuestos, y su efecto se limitó a aumentar la protección contra las importaciones de México.

Finalmente, y tal vez esto sea más importante, el gobierno de Trump perjudicó gravemente a la OMC cuando bloqueó el nombramiento de nuevos jueces para su órgano de apelaciones, impidiendo el funcionamiento del mecanismo de resolución de disputas. La OMC es una institución mundial cuyos 164 miembros representan el 96,4 % del comercio mundial y el 96,7 % del PBI mundial. El mundo necesita con desesperación que funcione adecuadamente.

Las probabilidades de éxito del gobierno de Trump hubieran sido mucho mayores si hubiese canalizado los problemas comerciales pendientes a través de la OMC. Desde hace ya mucho tiempo, formar alianzas con países con ideas similares con los que se mantienen relaciones comerciales y enmendar las normas de la OMC en forma multilateral es más efectivo que tratar de lograr unilateralmente objetivos estrechos y fragmentados. El bilateralismo y rechazo de Trump a la OMC ha perjudicado a todo el sistema internacional e infligió grandes daños a las empresas y los hogares estadounidenses.

*Este artículo se publicó originalmente en Project Syndicate.


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