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El mercado cerrado de las ideas sobre Economía

Muchos de los grandes académicos de la Economía no han cambio su forma de pensar a pesar de los grandes cambios económicos

Operarios de la Bolsa trabajan en el parqué neoyorquino en Estados Unidos. EFE/Andrew Gombert.

6 de enero 2016

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Milán.– Imagine que se queda dormido en 2006 y despierta hoy. Apenas reconocería la economía mundial. Mientras soñaba con riquezas inmobiliarias, Estados Unidos y Europa sufrían la crisis más devastadora en casi 80 años, y la economía estatista de China comenzaba a superar a Alemania y Japón hasta convertirse en la segunda mayor del mundo (y, a pesar de su reciente desaceleración, se encamina hoy a superar a Estados Unidos).

Considerando la escala y lo inesperado de estos cambios, probablemente se sentiría aún más sorprendido por lo que no cambió: el modo como los economistas piensan de sí mismos y su disciplina.


Para verlo, basta con mirar el sitio web Ideas.RePEc.org. RePEc (por Research Papers in Economics, Estudios de Investigación sobre Economía) es lo más parecido a una jerarquía fiable de economistas, y no muy diferente a las clasificaciones de la ATP de tenistas profesionales. El sitio es gratuito y de libre acceso (gracias a cientos de voluntarios en 82 países), mantiene una base de datos descentralizada de cerca de dos millones de artículos de investigación económica, académicos y de revistas, así como libros y software. Su índice de influencia evalúa la cantidad de veces que se cita a cada autor: en la ponderación influyen el impacto y la antigüedad de la cita (a la baja, pues de lo contrario probablemente Adam Smith y Karl Marx la encabezarían).

Puesto que la lista se actualiza mensualmente, RePEc permite ver qué economistas se van volviendo más influyentes para sus colegas, Así, comparé las clasificaciones desde diciembre de 2006 a septiembre de 2015 para ver si el índice del RePEc evolucionaba de manera acorde con la realidad económica.

No era el caso. A pesar de las profundas (y, en gran medida, imprevistas) dificultades financieras y económicas de la década que había transcurrido, era evidente que no se había debilitado la influencia intelectual de quienes sostenían las teorías más afectadas por la crisis.

Tras una serie de estallidos de burbujas crediticias de varios billones de dólares, uno podría preguntarse qué sucedería con la postura de Robert Lucas de que las expectativas racionales permiten calcular a la perfección “agentes” para llevar al máximo los beneficios económicos. Quizás también se quisiera reconsiderar la hipótesis de los mercados eficientes de Eugene Fama, según la cual los precios de los activos financieros reflejan siempre toda la información disponible acerca de los fundamentales económicos.

Pero parece que uno no es economista. De hecho, Lucas y Fama ascendieron en las listas del RePEc en el periodo que examiné, de 30 a 9 y 23 a 17, respectivamente. De entre los diez primeros de la lista en septiembre de 2015, seis ya lo estaban en diciembre de 2006 y otros dos estaban antes en los lugares 11 y 13.

La movilidad en las listas del RePEc sigue siendo tenue aunque se amplíe la muestra. Por ejemplo, de los 100 principales economistas de septiembre de 2015, sólo 14 no estaban en el mucho más amplio 5% superior de 2006 y apenas dos habían avanzado más de 200 lugares a lo largo de la década anterior. Entre quienes estaban en los lugares 101 al 200, sólo 24 no se encontraban en el 5% superior en 2006 y apenas otros diez habían subido más de 200 lugares. El índice de renovación entre los 200 economistas más influyentes era de no más de un 25% (y sólo 16% entre los 100 principales) durante una década en que se había visto seriamente afectado el poder explicativo de la teoría económica predominante.

Lo notable es la diferencia entre el ritmo de cambio en las listas de clasificación de los economistas y el de la economía misma. Las barreras a la entrada en las listas de los diez más ricos del mundo y las diez compañías más valiosas parecen ser mucho menores que las de los diez economistas principales. Según Forbes, solamente dos de las personas más ricas del mundo en 2015 (Bill Gates y Warren Buffet) estaban en la lista en 2006. Y apenas tres compañías (ExxonMobil, General Electric y Microsoft) estaban entre las diez principales en términos de capitalización de mercado tanto en 2006 como en 2015.

En contraste, en las listas de economistas los criterios de género u origen geográfico confirman la inercia general. Sólo cuatro mujeres lograron estar entre los 200 primeros lugares del RePEc en septiembre de 2015, en comparación con tres en diciembre de 2006, y dos lo estaban en ambos. De manera similar, apenas 11 de los principales 200 economistas en septiembre de 2015, frente a diez en diciembre de 2006 procedían de los países emergentes (que representan más del 90% de la población mundial, tres cuartos del crecimiento del PGB mundial durante la última década y cerca de la mitad del ingreso mundial en términos de dólares). Y diez de esos 11 (tres iraníes, cuatro indios, dos turcos y un chino) han vivido y trabajado en Estados Unidos o el Reino Unido desde sus días de universidad.

El resto de los principales 200 del RePEc tienden a ser hombres caucásicos mayores de 60 años, cerca de tres décadas después de que un científico o economista tiende a ser más innovador, de acuerdo con estudios realizados por el economista Benjamin Jones. Ninguna persona de raza negra, estadounidense o de otra nacionalidad, se encuentra entre esos 200.

¿Cuánto habría de sorprender el hecho de que, incluso después de que la Gran Recesión generara serias dudas sobre las teorías de los mercados racionales tan predominantes hace una década, la capa principal de académicos economistas siga sin grandes cambios? Después de todo, muchos de estos académicos han hecho grandes y duraderas contribuciones a nuestro modo de entender cómo funcionan los mercados y las sociedades. Y las ideas tienden a avanzar y retroceder lentamente, como los glaciares, en lugar de rápido como los ejércitos.

Pero si se reemplazan los nombres de los principales economistas con los de productos de cualquier otro mercado (por ejemplo, automóviles o semiconductores), es probable que la mayoría de la gente sienta que el RePEc parece un mercado cerrado e ineficiente, con altas barreras de entrada. ¿Puede ser que los principales economistas estén tan interesados en proteger sus propias ideas que pasan por alto (o, peor aún, sofocan) la innovación procedentes de rumbos inesperados?

Para un grupo de personas tan comprometidas con el libre mercado y tan enamoradas de la “destrucción creativa”, es una pregunta que hay que responder con urgencia. La respuesta puede tener enormes implicancias no sólo para el desarrollo intelectual, sino también para el bienestar humano.

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Federico Fubini es columnista financiero y autor de Noi siamo la rivoluzione (Somos la revolución).
Copyright: Project Syndicate, 2016.
www.project-syndicate.org

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