Logo de Confidencial Digital

PUBLICIDAD 1M

PUBLICIDAD 4D

PUBLICIDAD 5D

El significado político de la pelea de “Chocolate”

Era un evento deportivo politizado repugnantemente por el “Chocolate”. Y su derrota fue un triunfo político nacional, puñetazo menos o puñetazo más

Vecinos de la mamá del boxeador Román “Chocolatito” González observan la pelea en la vivienda de la madre del pugilista. Foto: Nayira Valenzuela

Fernando Bárcenas

14 de marzo 2021

AA
Share

Esta pelea de “Chocolate” se inscribe en la propaganda política de un régimen acusado de crímenes de lesa humanidad. “Chocolate” pretende representar a la nación. Desea dar la falsa sensación que la combatividad y el desempeño excelente que ha obtenido a escala mundial en este deporte, está asociado a la marcha política que lleva el país.

Y políticamente es un perdedor. Es alguien que tira por la borda su esfuerzo de campeón, ya que el pueblo, que debería estar orgulloso con su desempeño atlético alienta, en cambio, que su contrincante le derrote.


Al contrario, es “El Gallo” Estrada quien sostiene en su esquina, simbólicamente invertida, la bandera azul y blanca, como hace la nación oprimida. Identificándose con el pueblo nicaragüense. De manera que, por encima de la nacionalidad, hay una identidad humana entre Estrada y los nicaragüenses.

Es Estrada quien se ha llevado la victoria al final del combate, y quien unifica las coronas de WBA y WBC de los súpermoscas, a nombre del pueblo nicaragüense, en esta pelea cargada de significado político. Aunque en la tarjeta del juez venezolano, Carlos Sucre, el puntaje decisivo de 117 a 111 a favor de Estrada no se corresponda a una contienda que fue muy cerrada, y que, probablemente, pudo haber ganado el “Chocolate” por poquísimo margen, desde una óptica exclusivamente deportiva.

A pesar que fue una formidable pelea, no fue una pelea solamente deportiva porque desde antes que “Chocolate” subiera al cuadrilátero con la imagen de Ortega, con las siglas del FSLN y el hashtag #DanielRosario2021 en la camiseta, con el logo de la policía nacional en la calzoneta y con la gorra de esa institución (que reprime ininterrumpidamente a la nación desde 2018), era un evento deportivo politizado repugnantemente por el “Chocolate”.

Y su derrota, con gran mérito para Estrada (tarjetas aparte), que se convirtió brillantemente en el adalid de los nicaragüenses, fue un triunfo político nacional, puñetazo menos o puñetazo más.

Fue una pelea deportivamente excelente, de fotografía, alguien habrá ganado efectivamente por una nariz. Pero cuesta sentir empatía con el “Chocolate”, aunque boxísticamente lo menos que merecía es el empate. No hay empatía porque carece de solidaridad con el pueblo. Porque no siente apego con la gente buena que por sus ideas libertarias ha perdido sus propiedades, su libertad, su futuro, su vida.

Subliminalmente, el “Chocolate” pretendía derrotar en el ring a la nación, que se opone al régimen. Agradece a la pareja dictatorial cada vez que obtiene una victoria. Se trata, a su entender, de una victoria deportiva-política. Las turbas, que agreden a los ciudadanos, van en motocicleta a recibirlo al aeropuerto como a uno de los suyos, rodeándolo de banderas orteguistas. Es un espectáculo propagandístico, organizado en sus detalles, coordinado con Walkie Talkies desde el centro de operaciones de las turbas. La ciudad, en su inmensa mayoría, cuando su caravana pasa ve para otro lado con disgusto.

Debe ser triste ser un gran atleta, un campeón excepcional sin pueblo. Cuando el deporte es convertido en instrumento de opresión, las hazañas deportivas carecen de respeto. Esa falta de respeto de los ciudadanos opaca al “Chocolate”, cae sobre él una llovizna de olvido.

Afortunadamente, la degradación humana no va a un museo, sino, que va al salón del olvido.

Los logros de “Chocolate” serán objeto, seguramente, de estudiosos del deporte, de hombres con una disciplina semejante a la de un taxonomista que se dispone a clasificar el dominio, reino, división, clase, orden, familia, género y especie correspondiente a la estructura de un insecto. Pero, el chocolate no será parte de la pasión con que, de padres a hijos, se transmite la emoción vivida en el instante de grandeza de un esfuerzo sobrehumano.

¿En qué momento se cortó esa identificación humana con el “Chocolate”, que ahora impide que la emoción de sus momentos cumbres se amplifique en millones de ciudadanos?

Hoy la emoción de sus hazañas pugilísticas se ve reducida a El Carmen, donde es percibida con la frialdad que se dispensa a un instrumento útil, como a una máquina de afeitar afilada. Mayorga, en su fase final, fue puesto por desgracia a un lado sin miramientos, sin respeto humano, como se trata a un serrucho desdentado.

Tijerino, el formidable cronista deportivo, escribió antes de la pelea que cree en el “Chocolate” y esperaba que gane. Tijerino no es político. No razona políticamente, aunque, por su calidad humana tenga inclinaciones políticas correctas. Juzga desde esa calidad humana al chocolate, con benevolencia. “Admiro a ese gran peleador”, dice Tijerino. Pero, el ser humano es una realidad compleja, contradictoria. Cada ser humano posee luces y sombras, aspectos humanos y deshumanos. Hay que analizar lo esencial de cada quien en su totalidad. Hay que sopesar el rol preponderante que cada quien desempeña en la sociedad.

“Creo en Román –escribe Tijerino- porque sigue siendo el gran peleador que hemos visto nacer”. Tijerino, además de su calidad humana, no puede desprenderse de su óptica profesional como analista deportivo. Pero, “Chocolate” no es sólo un deportista. Por propia voluntad es un instrumento político al servicio de Ortega. Y si se prescinde de esta característica de “Chocolate”, el análisis de Tijerino se convierte en una apreciación tendenciosa.

“Hay quienes quieren verlo perder –dice Tijerino- por su inclinación hacia un mal gobierno que la mayoría del pueblo rechaza y espera sea cambiado, pero incluso regímenes brutales, han tenido seguidores de gran preparación académica. Uno no se lo explica”.

No es que “Chocolate” se incline a un mal gobierno. Una dictadura brutal no es un mal gobierno. Es un régimen criminal, opresivo, que destruye el país y que obliga a centenares de miles de ciudadanos a escapar penosamente, por una razón u otra, de su patria. Es un gobierno que se resiste con violencia y fraude a acatar la voluntad ciudadana. “Chocolate” no se inclina por un régimen opresivo, él se convierte voluntariamente en agente propagandístico de tal régimen brutal.

Dice Tijerino: “No está con nosotros, pero no por eso puedo subestimarlo y peor aún despreciarlo, negándole reconocimiento a los destellos que produce con su boxeo porque sería quitarle su derecho a pensar diferente”.

No se trata de negarle habilidad boxística, sería una estupidez. Es un boxeador excepcional. Tampoco se trata de quitarle el derecho a pensar diferente. Pero, cuando un torturador tortura, no es que únicamente piense diferente. Es que piensa de forma inhumana. Peor aún, es que actúa de forma inhumana. Y nadie tiene derecho de ser indiferente, no digamos ya, de ser partidario, de un comportamiento contrario a la humanidad. Ese derecho no lo tiene nadie, aunque sea un buen boxeador.

Continúa Tijerino: “Que el “Chocolate” se sienta comprometido, es decisión de la cual es dueño. Por eso se está batallando, no por forzar una coincidencia plena de inclinaciones. Él y yo vamos a votar en casillas diferentes, pero seguiré ovacionando sus demostraciones en el cuadrilátero”.

Nadie es dueño de decisiones antinacionales, o de decisiones antisociales. El bien común, es una inclinación coincidente que se debe forzar. La Constitución y las leyes son constrictivas, constriñen –o deberían constreñir- a un comportamiento coincidente, ojalá a favor de la vida plena en sociedad. La diferencia con chocolate no radica en una inclinación por casillas diferentes, sino, en que la libertad ha sido suprimida, la votación viene burlada, los contrincantes vienen inhibidos, los ciudadanos son aterrorizados, y de un lado hay víctimas, y del otro, victimarios. “Chocolate” sirve de buena gana a los victimarios, y ello es más significativo, y debe ser visto como más significativo, que sus logros en los cuadriláteros.

“Tanto derecho tiene Román –dice, por su parte, Miguel Mendoza, otro cronista deportivo profesional- en apoyar a una vil e infame dictadura, como los agraviados a desear su derrota para que al menos en El Carmen no tengan ningún motivo de festejo”.

Apoyar a una vil e infame dictadura no es ningún derecho. Es una complicidad en contra del pueblo. Una dictadura no es una opción, tampoco lo es la esclavitud, el racismo, la tortura, el crimen.

“Antes de abril –dice Mendoza- nunca cuestioné su derecho de simpatizar con Ortega y Murillo, todos tolerábamos esos disparates”.

Simpatizar con Ortega y Murillo no es disparate, nunca lo fue. Es complicidad con una actividad antisocial. Disparate es pararse de cabeza para tomar agua o chiflar a caballo comiendo pinol. Para Ortega, pasar del control absoluto de los poderes del Estado en beneficio personal, a la masacre de abril, es una secuencia política lógica del poder absolutista cuando es cuestionado. Hay una coherencia política en dicha transición. Es más, el orteguismo conduce, lógicamente, a la guerra civil. Su proyecto original es adueñarse de la nación a cualquier costo, y someterla caprichosamente.

“Como cronista deportivo y como ciudadano –dice Mendoza-, estoy en un dilema bastante complicado, en donde es imposible separar lo moral sobre lo deportivo: Si desear la victoria de Román o quererlo ver morder el polvo ante Estrada”.

“Es imposible –añade Mendoza- separar lo moral de lo deportivo”. El problema es que un fenómeno político, como la dedicatoria con fines políticos que el “Chocolate” hace a Ortega de sus combates, requiere un análisis político (ni deportivo ni moral). La política obliga a ver lo esencial para la lucha del pueblo. No lo que festeje o menos en El Carmen. Lo esencial, es que “Chocolate” hace lo posible, con sus peleas, por servir políticamente a la opresión de Ortega. De modo que, si el “Chocolate” es derrotado en sus peleas se anula tal servicio político.

Ingeniero eléctrico

PUBLICIDAD 3M


Tu aporte nos permite informar desde el exilio.

La dictadura nos obligó a salir de Nicaragua y pretende censurarnos. Tu aporte económico garantiza nuestra cobertura en un sitio web abierto y gratuito, sin muros de pago.



Fernando Bárcenas

Fernando Bárcenas

PUBLICIDAD 3D