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Gabo periodista

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Aunque se sufra como un perro,

no hay mejor oficio que el periodismo.


Gabriel García Márquez

Desde los sesenta del siglo pasado, Gabo hizo del periodismo su más grande pasión, una pasión a la que no renunciaría aún después de ser distinguido con el Nobel de Literatura (1982). Llevaba el periodismo impregnado en la piel. Consecuente con esta preferencia, optó crear en 1994 la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), la fundación hoy lleva su nombre. No se le ocurrió abrir un círculo literario ni se la antojó enseñar a escribir literatura. ¿Hubiese sido mortal? Su estilo inconfundible es demasiado pegajoso. La forma que maneja el lenguaje y redacta sus crónicas se percibe de lejos. La admiración por Hemingway obedecía a la forma que conciliaba estos dos oficios. Se hermanan por sacar a la superficie sus vivencias. Su gran fuente nutricia fue la manera como se relacionaban con el mundo. Las crónicas de Hemingway sobre la guerra y los toros, tienen como sustrato sus experiencias de vida. Noticia de un secuestro (1997), narra los horrores y los traumas de los secuestrados por narcoterroristas. Un horror que estremeció a Gabo y de lo cual deja testimonio. Un mal enquistado en muchas sociedades.

A dos años de su muerte (17/04/14) rememoro a Gabo periodista. El estilo que utiliza en sus cuentos y novelas es el mismo que usa en sus narrativas periodísticas. El seguimiento de su obra literaria y periodística, permiten conocer el cordón umbilical que liga ambos géneros. Gabo terminó convenciéndome —luego vendrían otros escritores— que el periodismo es un género literario. La diferencia radica en que la crónica es como un cuento nada más que es verdad. Dos ámbitos que él cultivaba con de manera insaciable. Su más encarnizado perseguidor —Gerald Martin— acotó que el periodismo le ofreció una perspectiva de la realidad. Gabo adelantó en su crónica —Algo más sobre literatura y realidad— que “un problema muy serio que nuestra realidad desmesurada plantea a la literatura es la insuficiencia de las palabras”. En sus obras de ficción se ciñe a la realidad. Su renuencia a continuar escribiendo mientras Pinochet no fuera depuesto del poder, le sirvió para constatar que las reglas de la escritura eran similares a las del juego de beisbol: si el pitcher no calienta el brazo no puede lanzar. Las crónicas lo mantenían en forma.

En la crisis que abate al periodismo, las reflexiones de Gabo resultan estimulantes. En Nicaragua las escuelas o carreras de comunicación, ni enseñan periodismo ni enseñan comunicación. Están varadas a medio camino. No se deciden de una vez a inclinar la balanza. Otras navegan complacidas por las avenidas perfumadas de las relaciones públicas. Gabo señala muchas debilidades que aquejan al periodismo contemporáneo. Sus críticas siguen siendo válidas. No obedecen únicamente a los estremecimientos y dislocaciones provocadas por la aparición del multimedia y el despliegue de las TICs. Los medios impresos han dado las espaldas a los reportajes. Dimitieron antes de tiempo. El micro-relato se enseñorea a través del twitter. Las recomendaciones de Julio Chang Villanueva, Martín Caparrós y Leila Guerreiro, — aprovechar las ventajas que ofrece la web— son  pertinentes. El tema debe abrirse a debate. En Nicaragua se discute muy poco y resultaría sumamente ventajoso abrir un paréntesis acerca del estado actual del periodismo. ¿Se animará la academia? ¿Lo hará esta vez?

El uso reiterado de las entrevistas y la búsqueda de la primicia son dos males que deben afrontarse. Su abuso resulta pernicioso. Los señalamientos de Gabo sobre estos dos temas cobran actualidad. “La radio y la televisión, por su naturaleza misma… convirtieron (a la entrevista) en el género supremo, pero también la prensa escrita parece compartir la idea equivocada de que la voz de la verdad no es tanto la del periodista que vio como la del entrevistado que declaró.” Un periodismo facilón que se regodea en preguntar nimiedades. Se perdió la vergüenza. No sienten pena de ofertar como primicias informaciones que todos los medios ofrecen por igual. ¿A quién pretenden engañar? ¿Es legítimo que un medio oferte lo que no ofrece? ¿No es una forma de mentira? En vez de contribuir a la superación de estas debilidades tienden a profundizarlas. Con el agravante de la fascinación que sienten por reproducir las prácticas del periodismo estadounidense. ¿Cómo no percatarse de las implicaciones devastadoras del infoentretenimiento? Hay que releer a Gabo periodista. Tuvo la habilidad de sortear y comprimir los diálogos con sus entrevistados.

En la época de la globalización —donde muchas certezas se han derrumbado—las exigencias en la formación de los periodistas se acrecientan. En relación a su formación cultural no hay manera de eludir la reflexión que hacía Gabo: Para ser periodista hace falta una base cultural importante, mucha práctica, y también mucha ética. Lo dice con aplomo. Las transformaciones tecnológicas y el recalentamiento de muchos conceptos, acrecientan la necesidad de fortalecer y ensanchar las bases culturales. Cuando fui decano de comunicación en la Universidad Centroamericana (UCA), logré que a la carrera solo ingresaran estudiantes que la habían escogido como primera opción. En uno de los Consejos de la Dirección Superior planteé —luego lo hice público a través de los medios— que solo admitiríamos estudiantes de alto rendimiento. Erradicamos el despropósito que entraran quienes se antojaban. El 30% del plan de estudio era sobre cultura general. En las otras carreras era del 10%. Las circunstancias a las que entraba el país (1991), reclamaban un nuevo tipo de periodista.

¡Deben convencerse! ¡No todas las personas pueden ser periodistas! El problema sigue siendo que los dueños de radioemisoras y estaciones televisivas —mayormente— como en las ceremonias medioevales  —aunque cada vez menos— ungen como periodistas a quienes deseen con solo entregarles un carnet. ¿Cómo remediar este mal? ¿A qué mecanismos recurrir? Consciente de la importancia de los atributos que deben ser portadores quienes pretenden ejercer el periodismo, Gabo estaba persuadido “que muchas de las transgresiones éticas, y otras tantas que envilecen y avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad, sino también por falta de dominio profesional”. Más claro no podía ser. Una tesis similar sostiene Luciano Álvarez, catedrático universitario uruguayo. ¿Qué tipo de falta comete un periodista que por falta de pericia o conocimientos no puede plantear o desarrollar un tema? Sin duda —afirma— incurren en faltas de carácter ético. El dominio de su profesión es la primera exigencia para todo profesional. Una verdad muchas veces pasada por alto. Especialmente en el campo del periodismo.

La ética ocupa un lugar sustancial en su prontuario, las alusiones, referencias y condenas a las violaciones flagrantes en que incurren los periodistas, se encuentran dispersas en diferentes crónicas y ensayos. En Con amor, desde el mejor oficio del mundo (27 de abril de 1983), el registro de propalación de noticias falsas y entrevistas apócrifas, le provocan estupor. Se lamenta e interroga. “…he encontrado motivos de sobra para preguntarme con alarma hacia dónde va este periodismo apresurado y sin control ético.” El respeto que le impone el ejercicio de la profesión y de los lectores, lo inducen a expresar que los infundios son de una gravedad tremenda. “…pero lo son mucho más para quienes antes que nada nos consideramos periodistas. Para nosotros, más que para las víctimas, estos atentados cada vez más frecuentes y escandalosos a la moral del periodismo nos parecen delitos de la más alta peligrosidad, porque terminarán por dañar y pervertir por completo el mejor oficio del mundo”. Uno de los primeros cursos impartidos a los jóvenes reclutados para integrar la sala de redacción del diario que pensaba fundar en Colombia —El Otro— fue sobre ética.

En Nicaragua medios y periodistas se quejan —y con toda razón— de la política secretista del gobierno. No solo por ley está obligado a informar. La sociedad nicaragüense lo requiere para tomar decisiones informadas. ¿Pero qué hacer cuando las fuentes oficiales están cerradas? ¿Acaso no existen fuentes alternativas? ¿A qué obedece esta obcecación con las fuentes oficiales? El gobierno no dará marcha atrás. Está convencido de los réditos que obtiene con esta cerrazón. Gabo cuestiona al periodista obsesionado con las fuentes oficiales. Plantea que “…el mal periodista piensa que su fuente es su vida misma -sobre todo si es oficial- y por eso la sacraliza, la consiente, la protege, y termina por establecer con ella una peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la segunda fuente”. Kapuscinski huía y desconfiaba de las fuentes oficiales. Trabajando para una agencia noticiosa oficial —la agencia de prensa polaca— parecía un contrasentido que mantuviese esta tesis. El tiempo les ha dado la razón. A esta misma posición se sumó Julio Scherer García.

Gabo estaba persuadido que toda práctica periodística debía estar soportada en la investigación. Establece la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio, sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición… y debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”. De esta premisa parte Javier Darío Restrepo. Incluso su libro sobre el tema de la ética se llama El zumbido y el moscardón (Fondo de Cultura Económica, 2004). Sin obviar que la investigación periodística requiere tiempo y dinero, son muy pocos los medios en Nicaragua que practican este tipo de periodismo. Primera Plana —ganadora en 2016 de dos Oscar de la Academia: Mejor película y mejor guion original— sintetiza las angustias, encubrimientos, sobresaltos, indecisiones y contratiempos que tuvo que enfrentar Boston Globe, para investigar y develar decenas de casos de pedofilia en que estaban involucrados sacerdotes católicos. Una película que enseña cómo se monta y para qué sirve una unidad de investigación en un diario o un periódico. Sus enseñanzas son valederas en la Nicaragua actual.

Los personajes de Cien Años de Soledad se integraron a mi vida por la puerta grande. El coronel Aureliano Buen Día, Úrsula Iguarán y Petra Cotes son seres inolvidables, como inolvidables son sus Notas de Prensa (Obra periodística 5, 1961-1984, Mondadori, 1991). Sumergiéndome en sus páginas descubrí la destreza con que el brujo monta sus actos de prestidigitación: trasmuta sus crónicas en cuentos. Desafían los tiempos. Basta leer Un hombre ha muerto de muerte natural (9 de julio de 1961), sentido homenaje a su maestro Ernest Hemingway o La mujer que escribió un diccionario (10 de febrero de 1981), su tributo a María Moliner. Elogia su proeza. A diferencia del Diccionario de la Real Academia, donde las palabras son admitidas cuando están gastadas y a punto de morir, Moliner escribió un diccionario para escritores. Cazaba las palabras para devolverlas llenas de vida, sobre todo las que encontraba en los periódicos. Releer a Gabo periodista me produjo un enorme goce. Sus crónicas ratifican su grandeza de escritor. Provocan encantamiento. Las escribió con el mismo placer y entusiasmo que escribía cuentos y novelas.


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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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