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Humberto Ortega se equivoca

Nicaragua necesita por primera vez en su historia un proceso verdadero de justicia que juzgue los crímenes de lesa humanidad y la corrupción

Humberto Ortega, general del Ejército en retiro y hermano de Daniel Ortega. // Foto: EFE | Archivo

15 de marzo 2023

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Humberto Ortega ha propuesto una "tregua santa" entre la dictadura y la oposición como medio para solucionar la crisis política. El exgeneral del Ejército sandinista no sólo se equivoca al equiparar ambos bandos en conflicto como si de una guerra se tratara, aspectos que ya muchos opositores han puesto sobre la mesa, sino que ignora lo siguiente: su propuesta no constituye una solución frente al abismo dictatorial al que ha llevado su hermano, Daniel Ortega, a Nicaragua, y mas bien lo prolonga.

Se debe partir de algo que a lo mejor a muchas personas que son parte de la oposición a Daniel Ortega les pueda incomodar: en Nicaragua no ha existido democracia. La transición a la democracia en los 90 fue un tema de época, no una realidad. En Nicaragua se impusieron instituciones por decreto para regular la vida de personas que no las entendían, que no las aspiraban y que no estaban dispuestas a defenderlas.


Al final de los 80 la primera vez que Daniel Ortega perdió el poder, el pueblo no accionó a través del voto contra el FSLN permeado y motivado por un ideal democrático: la instauración de instituciones democráticas fue una consecuencia de época, la transición de la guerra a la paz fue un anhelo del pueblo nicaragüense.

Se podría decir que no existía en tal momento algo que podría llamarse "ciudadanía democrática", es decir, personas cuyo accionar político estaría permeado por valores meramente republicanos-democráticos. Claramente había y ha habido grupos de la sociedad civil y política que han abanderado dichos valores, sin embargo no ha sido un sentido extendido en el pueblo. De igual manera, se podría afirmar que lo que desde la academia se ha nombrado como "transición a la democracia" fue en realidad un cambio de tipo instituciones -de las instituciones del gobierno sandinista a instituciones de corte liberal republicanas- cuya aceptación tácita fue motivada por el estado de paz y estabilidad que esta creaba: ahí que no se defendiera más tarde.

La consecuencia de la existencia de instituciones "democráticas" y al mismo tiempo la ausencia de un marco democrático de sentido motivador de la práctica de la ciudadanía, acentuada por la lógica hiper individualizante del neoliberalismo, fue la no defensa de dichas instituciones. Y ahí donde no existe lo que se ha llamado "fiscalización ciudadana", suelen las élites acaparar el Estado y abusar de sus instituciones en pro de sus intereses: el pacto Alemán-Ortega y el modelo de diálogo y consenso COSEP-Ortega son sus ejemplos más ilustrativos.

Y es que los momentos de "estabilidad" han creado una fuerte ilusión en el pueblo nicaragüense, capaces de justificar los estragos sociales de los gobiernos liberales por la ausencia de guerra en los 90 y los abusos de Ortega en el sistema institucional desde 2007 por la existencia de una suerte de economía estable y clima favorable para los negocios.

La dictadura de Daniel Ortega es entonces la consecuencia inevitable de una transición de la guerra a la paz que impuso por decreto instituciones "democráticas", en sentido formal, bajo la ausencia de una aspiración democrática del pueblo nicaragüense, en donde al Estado se le ha percibido como premio -al que hay que abusar- de los que se hacen del poder bajo las celebradas elecciones.

Humberto Ortega se equivoca entonces: Nicaragua necesita por primera vez en su historia un proceso verdadero de justicia que juzgue los crímenes de quienes han abusado del poder del Estado. Es fundamental juzgar no solo los crímenes de lesa humanidad de su hermano Daniel, sino también los vinculados a casos de corrupción. Eso es fundamental para crear en la ciudadanía una idea de que el Estado y sus instituciones son más que un botín. Este debe ser entendido como un espacio en donde se gestionan los asuntos que competen a todos y todas en pro del bien común de los mismos.

Al mismo tiempo, la única forma de transitar a la democracia es crear instituciones y ciudadanos democráticos. Creo que es notable la conciencia sobre la necesidad de construir "conciencia ciudadana" y aunque parezca una tarea abstracta, será la tarea más difícil para en realidad lograr personas comprometidas con la defensa de la democracia: verdaderos ciudadanos democráticos.

La tarea de construir ciudadanos comprometidos con la democracia amerita una verdadera comprensión de la realidad social y económica de Nicaragua. No se puede esperar que la ciudadanía de uno de los países más pobres se vea comprometida con algo tan abstracto, muchas veces viviendo en condiciones de pobreza o extrema pobreza. Es fundamental un piso social mínimo de bienestar social asegurado por el Estado que libere a los ciudadanos de sus condiciones reales de existencia y los motive a participar en comunidad y a defender el proyecto democrático.

Así las cosas, Nicaragua necesita tres condiciones mínimas fundamentales para construir democracia (1) Abrir un proceso de investigación y penalización de los crímenes de lesa humanidad y corrupción cometidos por personas que se han hecho del Estado; (2) Construir instituciones republicanas democráticas sólidas que provean bienestar y permitan a la ciudadanía tener recursos sociales y económicos necesarios para participar de la vida en comunidad. Es decir, es necesario un Estado de bienestar. Y por último (3), Instituciones democráticas sólo existen ahí donde hay ciudadanos que las entienden, creen en ellas y están dispuestos a movilizarse para su conservación o perfeccionamiento. Se necesita una ciudadanía democrática.

El camino para derrotar a la dictadura será largo, y más largo aún el difícil proceso de construir un país democrático. Aunque la oposición formal se encuentra en su mayoría en el exilio y pareciera que muy poco se podría avanzar en la lucha, es fundamental reconocer la gran oportunidad del momento: el gran capital está alejado y sus organizaciones gremiales destruidas. Hay que comenzar a tejer un bloque opositor verdaderamente democrático, con un discurso, agenda y horizonte democrático para Nicaragua, alejado de la influencia de los poderes fácticos del gran capital no democrático, cuya visión impregnó los intentos de negociación y muchas organizaciones opositoras al régimen de Ortega.

De igual manera, hay que comenzar a actuar, hablar y caminar como demócratas. Las democracias las hacen los pueblos, no caen de la noche a la mañana como si de milagros se trataran. La fe religiosa del pueblo nicaragüense y la manera en que se expresa en el discurso hay que articularlo con un discurso terrenal democrático, pero sobre todo hay que hablar de una democracia que trascienda las urnas electorales; una democracia que recorra las calles y el día a día de la gente. Es decir, hay que reinterpretar esa palabra, llenarla de sueños, aspiraciones y acciones. Hay que visionarnos una vida democrática por la que la gente en este momento esté dispuesta a luchar

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Harley Morales-Pon

Activista y opositor nicaragüense exiliado. Abandonó sus estudios universitarios de Sociología para integrarse a la lucha cívica estudiantil y social de Nicaragua, en 2018. Fue fundador de la Alianza Universitaria Nicaragüense (AUN), y fue integrante de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD). Ahora integra el grupo Formadores con Vos.

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