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La peligrosa fase de transmisión comunitaria del Covid-19 sin planes de mitigación

Con diez mil pruebas semanales, en cuestión de dos o tres semanas se podría conocer con rigor la verdadera dimensión del Covid-19 en Nicaragua

Las pruebas son vitales para establecer en los países el alcance del Coronavirus. EFE

Jorge A. Huete-Pérez

13 de abril 2020

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Nicaragua adolece de datos públicos creíbles que permitan comprender el grado de avance del Covid-19 en el país.  Que a la fecha el gobierno continúe reportando oficialmente tan sólo nueve casos positivos de coronavirus, después de varias semanas de haber reconocido el primer caso positivo (18 de marzo), demuestra un subregistro de datos que sólo puede explicarse por la escasez de pruebas de diagnóstico.

Esa omisión de datos quedó en evidencia recientemente con los reportes de tres casos captados en Cuba de personas contagiadas en Nicaragua.


En plena ceguera diagnóstica y sin interés por identificar nuevos casos de Covid-19, el Gobierno pareciera anclarse en la etapa inicial de la epidemia, es decir, en la fase de importación del coronavirus (denominado SARS-CoV-2) cuando todo contagio ocurre en el extranjero.

En realidad, la situación de la enfermedad en Nicaragua seguramente se asemeje a la de las demás naciones centroamericanas y específicamente a la de Costa Rica, considerando los vínculos migratorios y nexos comerciales entre ambos países.

Nicaragua – que ha fallado en diagnosticar y registrar debidamente los casos que exporta – es posible que se encuentre también, como Costa Rica, en la fase de transmisión comunitaria del virus, caracterizada por un repentino incremento del número de casos y cuando resulta más complicado establecer nexos epidemiológicos.

Al 12 de abril Costa Rica reportaba 577 casos positivos y 3 fallecimientos por Covid-19. De manera similar, puede suponerse que en Nicaragua actualmente podrían andar en circulación varios centenares de casos sin identificar.

Este momento lo habían anticipado varias proyecciones epidemiológicas, indicando que, pocas semanas después de los primeros casos (primera o segunda semana de abril), Nicaragua entraría a la fase de transmisión comunitaria que podría prolongarse por varios meses.  Epidemiólogos y virólogos determinaron el potencial de desarrollo de la epidemia en la población nicaragüense, descifrando, además, los tipos de intervenciones que ayudarían a contener el brote de la enfermedad y salvar el mayor número de vidas en cada territorio.

Hace pocas semanas un informe del Imperial College de Londres, Inglaterra, presentó proyecciones para Nicaragua advirtiendo que, sin acciones para mitigar la propagación del virus, podrían producirse hasta 5.8 millones de casos infectados (el 90% de la población) y más de 23 mil fallecimientos. En las proyecciones alegres y optimistas del Ministerio de Salud, sin embargo, se prevé únicamente alrededor de mil muertes. Pero suponen también que cada vez que un paciente ingrese a cuidados intensivos será poco lo que el sistema de salud podrá hacer.

Si algo debimos aprender del informe del Imperial College – y de todas las simulaciones epidemiológicas – es que la mejor estrategia para un país pobre era suprimir la infección desde el inicio, bloqueando a toda costa el ingreso del virus y que lo peor sería quedar de brazos cruzados ante la pandemia.

Pero hoy día a Nicaragua se le brinda una nueva oportunidad. La reciente donación de 26 mil pruebas de diagnóstico que hiciera el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) a los países centroamericanos le presenta al gobierno la posibilidad de corregir la escasez del diagnóstico y evitar de una vez mayores desgracias y muertes.

Es cierto que por negligencia y decisiones desacertadas desatendieron la oportunidad excepcional que se tuvo de muestrear antes, de manera generalizada, para bloquear a tiempo la implantación del virus. Sin embargo, con esta herramienta en mano, el gobierno no puede sino incrementar notablemente el muestreo y el número de pruebas en Nicaragua.

Con diez mil pruebas semanales, en cuestión de dos o tres semanas se podría conocer con rigor la verdadera dimensión del Covid-19 en Nicaragua. El empleo de los kits de diagnóstico para un muestreo masivo le podría dar significancia estadística a los datos de país, convirtiéndose en una herramienta poderosa por múltiples razones.

Primero, aumentando el número de pruebas se determinarían mejor las tasas de contagio y de mortalidad. Segundo, las pruebas serían fundamentales para impulsar una estrategia agresiva de detección de los casos que han pasado desapercibidos en los aeropuertos o en cualquier parte. Tercero, se identificarían los principales focos de contagio de Covid-19.  Cuarto, los nuevos datos permitirían establecer comparaciones con otros países a fin de considerar opciones exitosas.  Quinto, las pruebas de diagnóstico brindarían información crucial para la toma de decisiones sobre nuevas medidas que permitirían mitigar el impacto social y económico del Covid-19 en Nicaragua. Y así, se pueden señalar más y más utilidades de un mejor rastreo del virus.

En último término, gracias a los nuevos kits, los resultados de un diagnóstico masivo le permitirán al Minsa reconsiderar sus expectativas planteadas en el Protocolo de Preparación y Respuesta al Covid-19 de febrero pasado porque la nueva enfermedad ha evidenciado la necesidad de actualizar los planes según el progreso de la enfermedad.

La incorporación de las pruebas rápidas obliga al gobierno a actualizar también sus protocolos no sólo en cuanto a la vigilancia sino también en cuanto a la toma de muestras y procedimientos de actuación en el laboratorio.  Como se sabe, el laboratorio central del Minsa ha sido grotescamente subutilizado y podría incrementar también el número de pruebas moleculares para coronavirus.  A no ser que los equipos estuvieran dañados, dicho laboratorio tiene capacidad para realizar al menos mil pruebas semanales y, redoblando esfuerzos, hasta 2 mil o quizás 3 mil pruebas.

Siguiendo las mejores prácticas internacionales, las pruebas rápidas (inmunológicas) donadas a Nicaragua no pueden sustituir del todo a las pruebas moleculares que emplean la técnica de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) porque el diagnóstico molecular continúa siendo la prueba estándar de oro dada su mayor sensibilidad y porque, en vez de detectar anticuerpos, reconoce directamente el material genético del virus (ARN) y lo hace, además, en la etapa más temprana de la enfermedad. Mientras las pruebas rápidas sirven para descartar en seguida los casos negativos, las pruebas de PCR pasarían a utilizarse como pruebas confirmatorias.

De la descripción del producto de fabricación coreana se entiende que las pruebas rápidas donadas por el BCIE consisten en kits de inmuno-cromatografía que se basan en nanopartículas de oro para la determinación cualitativa de dos tipos de anticuerpos (IgM e IgG) para el coronavirus. La muestra biológica puede ser sangre entera (punción digital o venosa), suero o plasma del paciente. Los resultados positivos de las pruebas rápidas indican que una persona tuvo una respuesta inmune al Covid-19, ya sea que presentara síntomas o aún si fuese asintomática. Esas pruebas de anticuerpos son importantes para detectar infecciones con pocos o ningún síntoma.

Un muestreo más exhaustivo para la detección del coronavirus, a la par del crecimiento del número de casos, obligan al Minsa a varios cambios esenciales, tales como:

  • Descentralizar el diagnóstico de Covid-19, capacitando a más hospitales y centros en la detección del virus, siguiendo las normativas científicas y de seguridad. A diferencia de la prueba molecular de PCR, los kits de diagnóstico no requieren de equipos sofisticados ni de personal especializado y los resultados se obtienen en diez minutos. En eso radica la principal ventaja de las pruebas rápidas que, utilizando los debidos equipos de protección individual de bioseguridad, habilitan y facilitan su uso.
  • Llamar a los hospitales privados, laboratorios y clínicas médicas para que, de manera semejante también adquieran kits de diagnóstico rápido o de otro tipo, que los hay con variabilidad en términos de sensibilidad y especificidad. Sólo los casos que resulten positivos se continuarían remitiendo al laboratorio central para confirmación. Esto es factible también porque mientras una prueba de PCR cuesta unos 300 dólares norteamericanos, las pruebas rápidas están en el rango de 10-20 dólares.
  • Ampliar el acceso de los diferentes segmentos poblacionales que deberían hacerse las pruebas de diagnóstico. Se ofrecería la prueba, por ejemplo, a toda persona que presente síndrome respiratorio agudo. En la fase de transmisión comunitaria, el número de pacientes con serias complicaciones de neumonía aumentará progresivamente, así como la demanda de ventiladores, lo que será visible en los hospitales.
  • Invitar al trabajo de diagnóstico a los laboratorios de biología molecular de las universidades que podrían innovar protocolos simplificados y menos costosos, así como desarrollar investigaciones que determinen el porcentaje de la población que ha estado expuesta al virus y propongan estrategias para nuevas infecciones y futuros planes de vacunación.

Finalmente, durante la fase de expansión comunitaria el objetivo central debe ser aminorar la velocidad de transmisión enfocándose en las urbes mayores, los barrios y vecindarios más densamente poblados. Es decir, se busca aplanar la curva de contagio que ensayan todos los modelos epidemiológicos a fin de prevenir el agotamiento del personal médico y eventualmente el colapso de todo el sistema de salud. Continuará siendo válido insistir en todas las recomendaciones para las fases anteriores como el cuido de la higiene y otras acciones de prevención de la transmisión del virus, promoviendo principalmente el distanciamiento y reduciendo el contacto físico entre las personas, medidas básicas para ralentizar la epidemia.

Nicaragua puede aprender mucho del contexto internacional para que la nueva realidad no reproduzca la sombría situación de otros países. De esas lecciones resaltan: detectar con rapidez los casos transmitidos localmente, aislar esos casos e identificar a sus contactos para evitar las cadenas de transmisión en el ámbito doméstico, que es en donde pareciera ocurrir primariamente la transmisión en la comunidad.

Infelizmente, el abordaje del coronavirus en Nicaragua presenta una enorme falla de origen.  Apelando a poderes sobrenaturales, se abandonó a los ciudadanos a su propia suerte. Cuando se invoca cualquier superstición, ignorando procedimientos médicos y científicos, significa que no se entiende la magnitud del problema.

Pero si bien es cierto que el número de personas que van a adquirir el Covid-19 dependerá, en gran medida, de las acciones que establezcan las autoridades, la sociedad nicaragüense ha demostrado entender claramente de la seriedad del problema por el que atravesamos. Por ello, y ante la ausencia de un liderazgo nacional, resulta imprescindible que la sociedad continúe informándose y siguiendo las instrucciones y sugerencias de la OMS y de las asociaciones científicas.

El gobierno de Nicaragua no debería tomarse el Covid-19 a la ligera, tampoco debería sentirse escéptico ni ajeno a esta terrible tragedia global. En palabras del Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “eso podría ser un error fatal, en un sentido muy literal”.

PhD, el autor es biólogo molecular


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Jorge A. Huete-Pérez

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