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La peste

Insisten en hacernos creer que todo está normal, cuando es irrefutable que el próximo abril cumpliremos dos años de vivir en total anormalidad

Insisten en hacernos creer que todo está normal

31 de marzo 2020

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Cada año asombra el sui generis espectáculo escenificado en las fiestas de San Fermín, donde centenares de españoles y gente de otras nacionalidades, ataviados de blanco y con rojos pañuelos al cuello, corren despavoridos en las calles de Pamplona perseguidos por una manada de belfos espumosos que, embistiendo y corneando, van reventando gente entre el paroxismo de la multitud. El saldo es de golpeados, fracturados, heridos y muertos. Empero, el próximo año la muchedumbre correrá delante de los tauros y otros caerán en las calles, porque la insensatez, además de temeraria, es reiterativa.

Conducta similar a la de quienes en Pamplona exponen sus vidas, es la de tanta alma loca, triste o empedernida de centenares de nicaragüenses que, poseídos por su fanatismo, no creen que pueden ser embestidos por la microscópica manada de bestias letales que han paralizado las grandes capitales del mundo y los rincones más lejanos de la tierra. En la matria de Darío, la torpeza enarboló sus banderas y las consignas partidistas azuzaron a sus seguidores que, voluntarios u obligados, marchan en las calles, mientras paralizado, atemorizado, y confinado, el mundo espera que amaine en su labor la guadaña de la peste.


Ante la inminente presencia de la calamidad, como si de rituales necrófilos se tratase, en Nicaragua la Muerte fue recibida con desfiles y coloridas carrozas rotuladas con Amor en tiempos del Covid-19, y el gobierno, en vez de proteger a la gente, realizó simulacros ante desastres naturales, celebró los 40 años de la alfabetización y prohibió usar mascarillas a médicos y demás trabajadores de la salud, para no alarmar a la población, pero no a sus antimotines ni cerró colegios, universidades ni fronteras, ni impidió que niños y niñas reciban y saluden turistas llegados en cruceros, que en otras latitudes yacen varados en el mar. En adición a esta criminal y surrealista exposición de personas al peligro, personas que parecían inteligentes están diciendo y haciendo sandeces: Nuestro sistema de salud es mejor que el de Europa, porque el de aquí es público y el de allá es privado; la enfermedad solo ataca a los ricos. Diputados oficialistas se burlan de zancudos que protegidos con tapaboca asisten al hemiciclo y apagan el micrófono a la que pidió atender la pandemia. Ante la decisión de la Iglesia católica de suspender los ritos de semana santa y así evitar la aglomeración de personas, alcaldes sandinistas, afanados en fingir normalidad, están organizando las actividades religiosas canceladas por la Iglesia y ante la autoconvocada medida de seguridad del ¡quédate en casa!, una funcionaria promovió visitar las playas, porque en el mar la vida es más sabrosa.

Y llegó la peste, que contra toda lógica se quiso negar, y con ella los dos primeros casos positivos, llamados “importados”, tonta manera de decir lo trajeron del extranjero, como si eso cambiara en algo la presencia del monstruo. Y durante una semana nos dijeron que sólo había dos casos y algunos sospechosos, y en ese ínterin una señora huyó de un hospital y días después falleció el Paciente Número Dos, del que omitieron su nombre, pero denigraron y violaron sus derechos humanos al divulgar sus enfermedades, quizá para justificar la causa de su deceso y aparentar que tienen controlada la situación. Después, la OMS-OPS en Nicaragua, informó que había seis casos positivos, pero parece que la regañaron, porque al ratito pidió disculpas “por haberse equivocado”. (Si alguien de esta organización mundial aún no puede sumar hasta seis, de poca ayuda nos será). Ahora, de manera oficial, son cuatro casos positivos. Los de la semana próxima serán parte de las incógnitas. Lo de fondo es que la mayoría de la población nicaragüense –por sobradas razones- no le cree a este gobierno. Y el rumor de que hay más casos corre en pueblos y ciudades, mientras insisten en hacernos creer que todo está normal, cuando es irrefutable que el próximo abril cumpliremos dos años de vivir en total anormalidad.

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Mario Urtecho

Escritor originario de Diriamba

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