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La tenebrosa soledad del poder

Esta dictadura cada vez más amarga y más sola es como un hoyo negro. Se trata también de ensuciar la memoria de Pedro Joaquín Chamorro

Gioconda Belli

25 de agosto 2021

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Una pareja hace y deshace en Nicaragua a su arbitrio.

Una de las familias más queridas y respetadas de Nicaragua, la familia Chamorro Barrios, está siendo acusada de delitos que jamás cometieron. Si Doña Violeta estuviera bien de salud, también a ella la pondrían en la cárcel, o intentarían humillarla como están queriendo hacer con sus hijos. A todos ellos, como a todos los presos políticos, les están levantando falsos. Acusan sin dar pruebas, sólo mencionan los delitos y de un plumazo condenan como culpables a todos los empleados de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro, incluyendo al chofer de Cristiana, un escolta que trabajó en la seguridad personal de Tomás Borge y luego de Doña Violeta, y se quedó después con Cristiana.


Sabemos que la Cancillería, y el Ministerio de Gobernación, aprobaron año con año los proyectos de esa la fundación, dirigida por Cristiana, en favor del periodismo independiente. Esta acusación, que ahora intentan que cubra a Carlos Fernando y Pedro Joaquín, es vil y mentirosa y la han creado para justificar la inhibición de la candidatura de Cristiana a la presidencia, para despojar a Confidencial, apresar a Pedro Joaquín, a Juan Lorenzo Holmann y tomarse La Prensa. Se trata también de ensuciar la memoria de Pedro Joaquín Chamorro, el padre de estos buenos hijos de Nicaragua; el Pedro Joaquín Chamorro, al que Somoza odiaba, al que torturó y al fin asesinó, porque jamás logró silenciarlo.

No sé hasta donde nos quiere llevar esta dictadura en la escala del rechazo y el horror.  Se acaban las palabras razonables para describir sus acciones. Parece realmente cuestión de brujería, de esa de las películas de Disney: la pareja malévola en su mansión rodeada de alambres de púas y guardias, sobre la que por la noche vuelan los cuervos y sale el humo de los sahumerios que prodigan maldiciones y piden sacrificios humanos. Si ya no le pueden sacar el corazón físicamente a las víctimas, se los sacan negándoles la libertad, la familia, la más elemental justicia. Todo sale de ese recinto amurallado donde están atrincherados con los hijos —pobres ellos— los únicos en los que confían aún. Hay que ver cuán sola se ha quedado esa pareja. Por personajes de burla han cambiado los amigos, que no tuvieron reparo en traicionar: Carlos Guadamuz, Herty Lewites, Nicho Marenco. O esos que tienen presos ahora, Hugo, Dora María, Víctor Hugo o sus compañeros de la Dirección Nacional, que también acusan ahora de traidores, incluido el mismo hermano, al que sospecho Daniel le debió el poder, el general Humberto Ortega. Uno a uno, todos los viejos compañeros los han ido dejando. Si algún sandinista “histórico” queda, queda porque ya está viejo o rico o no quiere quedarse en el oprobio que le recetarían si se atreve.

Para medir la soledad de la pareja basta ver quienes son ahora sus “estrellas”, quienes son los periodistas que gozan de su favor, quienes son los anchos candidatos a esa Asamblea que ya dejó de ser nacional para ser obediente y no deliberante, igual que el Ejército y la Policía.

Poco a poco, a medida que el discurso y las acciones se han ido concentrando en El Carmen, a medida que las órdenes tienen que ser obedecidas, sí o sí, se van quedando solos. Los árboles de la vida parecen ahora esos que ponen torcidos y negros cerca de los castillos encantados por el mal. Un humor negro de soledad va creciendo a su alrededor. Van teniendo que escoger a las personas por su nivel de obediencia y no de capacidad. Nadie es de confianza para ellos; aun sus cercanos se saben descartables. Saben que, si no hacen lo que se les pide, se acaba su papel en esta triste y acabada “revolución” que ahora es sólo la apoteosis de la revulsión, un tinglado de injusticias, de mentiras y de manipulación. Ni los más fieles son indiferentes al ácido corrosivo que desprende ese entorno. Se les nota en esas mesas floridas donde aparecen de adorno, mudos, con sonrisas de bolsillo para los fotógrafos.

¿Quién les conoce amigos a los dictadores? Un marido que no sabe ni cuántos años cumple, ni cuando es el cumpleaños de una mujer con la que ha vivido más de cuarenta y tantos años, ¿qué sabrá de sus amigos?

Un aire funesto recorre Nicaragua y la envuelve en su negra nube de oprobio. Esta dictadura cada vez más amarga y más sola es como un hoyo negro. Cesará cuando implosione dentro de sí misma.


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Gioconda Belli

Gioconda Belli

Poeta y novelista nicaragüense. Ha publicado quince libros de poemas, ocho novelas, dos libros de ensayos, una memoria, y cuatro cuentos para niños. Su primera novela “La mujer habitada” (1988) ha sido traducida a más de catorce idiomas. Ganadora del Premio La Otra Orilla, 2010; Biblioteca Breve, de Seix Barral (España, 2008); Premio Casa de las Américas, en Cuba; Premio Internacional de Poesía Generación del ‘27, en España y Premio Anna Seghers de la Academia de Artes, de Alemania; Premio de Bellas Artes de Francia, 2014. En 2023 obtuvo el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más prestigioso para la poesía en español. Por sus posiciones críticas al Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, fue despatriada y confiscada. Está exiliada en Madrid.

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