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De las historias en minúsculas

Está comenzando a escribirse otra historia: las protestas y marchas de los miles de campesinos sobre cuyas cabezas penden las amenazas de la ley 840

Marcha de campesinos en San Miguelito para derogar la Ley canalera. Carlos Herrera | Confidencial.

Onofre Guevara López

4 de julio 2017

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La Historia, la que se escribe con mayúscula y que –según nuestro novelista, Sergio Ramírez— “no hay otra manera de contarla que a través de las historias con minúsculas”—, en nuestro país siempre se ha escrito a través de las historias minúsculas de los partidos políticos con la pretensión de que están contando la Historia con mayúscula. De forma que los textos llamados de la Historia nacional, no pasan de ser un conjunto de cuentos con sus minúsculas historias y con tal sectarismo partidario, que ni siquiera toma en serio –o del todo ignora— las historias contadas con las minúsculas de los otros partidos y movimientos sociales.

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Esa estrecha práctica de contar lo que creen la Historia, es propia de cada partido que se ha venido turnando en la presidencia de la nación, y desde esa cúspide del poder, despliegan todo sus sectarismo exaltando más de la cuenta su minúscula historia, ocultando la de los demás partidos y hasta sometiéndolas bajo el fuego de sus calumnias por medio de la descalificación de sus dirigentes primero, y después de los presupuestos teóricos en los que el partido adversario se funda y de su momento en la Historia. Es imposible, hasta el día de hoy, que la Historia con mayúscula del país, sea una conjugación de todas las demás historias minúsculas partidarias.

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Esta verdad quizás encuentre eco entre quienes estén leyendo este comentario, y a lo mejor los hace meditar sobre el tema. Para escribirlo, yo me puse a oír muchos ecos en mi memoria, cuando recordé que ayer lunes –3 de julio— se cumplieron 73 años de la fundación del Partido Socialista Nicaragüense (1944). Hay quiénes se acordaron de eso, aunque la mayoría de quienes lo vivieron en su momento ya no existe; quienes alguna vez leyeron o les contaron sobre ese hecho no le dieron importancia, y los jóvenes –lógicamente— no tienen por qué recordarlo y si son estudiantes tampoco lo habrán escuchado siquiera, pues casi no hay maestros que lo sepan ni existe plan de estudio de la “Historia” que no esté contaminada de sectarismo y omisiones.

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Este fenómeno –que tal vez no sea exclusivo de nuestro país—, lo sufrimos todas las generaciones de nicaragüenses. El sectarismo político nos ha carcomido la mayúscula de nuestra Historias nacional –y de la universal también— y a las minúsculas casi las han desaparecido. Ha sido un fenómeno permanente y por etapas: para los conservadores de mente y acción, la “Historia” es la que protagonizaron los señores de pretendida alcurnia, terratenientes y “generales” de ejércitos descalzos con soldados de sus haciendas. Para los liberales, solo cuenta y cuentan las ideas europeizantes de sus caudillos, las hazañas copiadas en escala liliputiense de la revolución francesa. Las dictaduras de mafiosos y apátridas, como la de los Somoza, muy temprano enterraron a quienes la cuestionaron desde el interior de su partido, desde otras trincheras y con otras banderas.

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Muchos de los sandinistas originales, nacieron y se amantaron de las ubres ideológicas y orgánicas del Partidos Socialista, y cuando creyeron tener suficientes alas para volar solos, trataron de borrar el nido y su minúscula historia. Y si es verdad que su intención inicial pudo haber sido para que su viejo nido se sacudiera de la modorra práctica y se activara en el combate de las armas también, a su llegada al poder contribuyó de muchas maneras. La derrota de la dictadura no fue solo por los propios aportes en sacrificios del FSLN, sino por circunstancias que ellos –o la mayoría sus dirigentes y miembros de base— trataron de borrar, de hacerlas invisibles, porque se creyeron con el derecho de escribir la Historia con mayúscula solo con sus acciones, y trataron de ahogar en las aguas del sectarismo a todo el que no reconociera en ellos a los iluminados, ni les rindieran culto.

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Su hazaña mereció el reconocimiento y el apoyo a su proyecto de cambios que proclamó, porque concordaban con el proyecto de reivindicaciones sociales históricas de todos, aunque no todos fueran acólitos de su secta. Pero ya dije, con su historia con minúscula, trataron de borrar la Historia con mayúscula. Por ejemplo, casi desconocieron el proceso y los factores determinantes para el derrocamiento de la dictadura: 1) la lucha anterior al nacimiento del FSLN, desde mucho antes de la primera expedición armada de esclavistas procedentes de los Estados Unidos por medio de los filibusteros de Walker en 1896; 2) la lucha de campesinos y artesanos contra los remanentes de las injusticias coloniales; 3) las reformas de la revolución del 93; 4) la resistencia sin grandes hazañas, pero válidas, del pueblo durante la prolongada intervención armada norteamericana a partir de 1912; 5) el movimiento guerrillero de Augusto Calderón Sandino, al que descubrieron un poco tardíamente;

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(Antes de continuar, me detengo en que los sandinistas no “descubrieron” a Sandino cuando iniciaron sus actividades armadas; su inspiración inicial fue el triunfo de la revolución cubana desde el primer día de 1959. En los primeros momentos, algunos propugnaban la acción armada, como diera lugar, y estaban más interesados en dejarse crecer sus barbas para parecerse a los guerrilleros cubanos, que en tomar en cuenta los factores específicos, el origen y los hechos históricos exclusivamente cubanos que inspiraron aquella revolución, y tampoco pensaron en esos factores nacionales. Fue después de muchos fracasos y sacrificios que encontraron la raíz nacional sandinista para inspirar su movimiento. O sea, para “nacionalizarlo”, y la prueba de ello, es que antes de ser Sandinista, su movimiento se llamó simplemente Frente de Liberación Nacional).

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Sigamos: 6) El surgimiento del movimiento sindical bajo esa intervención, contra las consecuencias sociales de la misma en los años 20; 7) el surgimiento del primer partido obrero en 1933, el PTN; 8) su relevo partidario obrero del PSN en 1944 y el repunte de las luchas por los derechos laborales frente a la dictadura, las cuales fueron calumniadas desde el principio y en tiempos posteriores por las derecha; 9) la actividad anti-somocista de un buen número de partidos y movimientos políticos en los años 50 y 60 (las conspiraciones armadas al interior del ejército de la dictadura y los movimientos cívicos-militares como el M-11 de Noviembre (la Juventud Conservadora, Movilización Republicana, Partido Socialcristiano, Juventud Patriótica Nicaragüense, Movimiento Nueva Nicaragua, etcétera).

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Como resumen de todo ese conjunto de partidos y movimientos que en su momento aportaron algo o mucho a la lucha y a crear conciencia política distinta y opuesta a las corrientes políticas tradicionales, en nuestro país se vinieron creando condiciones para el derrocamiento de la dictadura. Y al final, hubo sucesos extraordinarios que le dieron impulso final a esa lucha y fueron determinantes para la victoria del 79: a) el ascenso de la lucha guerrillera y urbana del propio FSLN; b) la reacción nacional en repudio al asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, que fue más allá de la condena del crimen, sino que conmovió a toda la sociedad e incorporó a grandes masas sin partido a la acción, creando las condiciones para las dos insurrecciones; c) la solidaridad internacional con la lucha de los nicaragüenses en todos los terrenos.

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Sin estos factores en un continuo proceso y de muchas etapas –y de muchas facetas políticas e ideológicas— el triunfo del 19 de julio del 79 no pudo haberse producido en aquel momento solo con las fuerzas del FSLN. Es como decir: sin el aporte de tantas historias contadas con minúsculas, nuestra Historia con mayúscula no fuera igual ahora. Y aún falta el epílogo de la historia en minúscula del FSLN: su degeneración del sandinismo original en el espurio orteguismo actual, actuando en contrario de todo lo progresista que tuvo en la larga lucha cada historia escrita con minúscula.

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Y apenas ha comenzado a escribirse otra historia en minúscula, contribuyente también de la Historia con mayúscula: las protestas y marchas de los miles de campesinos sobre cuyas cabezas, sus derechos de propiedad y de la soberanía nacional, penden las amenazas de la ley 840, o la concesión canalera, producto de la ambición orteguista de hacer negocios con un empresario chino, en detrimento de la soberanía nacional.

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Ruperta y Ruperto:

--Y a espaldas del movimiento del campesinado, Rupertó, viven los grupos de oposición, porque están empeñados en no hacerle frente a la lucha contra el orteguismo, sino en esperar lo que pueda o quiera hacer la OEA por ellos…

--Un mal de las tendencias opositoras, Rupertá, pues en ocasión del 4 de julio, día de la independencia de Estados Unidos, todos estuvieron juntos con los del orteguismo quietecitos, como buenos párvulos… ¡escuchando las lecciones de la maestra embajadora!

--Lo irónico sería, Rupertó, que la embajadora Drogu… ¡les hubiese dado lecciones de Historia!


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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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