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Las lecciones campesinas

No hay que tener miedo a movilizarse en demanda de elecciones libres, transparentes

Un campesino participa en la marcha nacional contra el Canal Interoceánico, en Managua. Carlos Herrera | Confidencial.

Onofre Guevara López

3 de noviembre 2015

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¿Qué pasó? Que Ortega solo comparte con el Cosep los conceptos de diálogo y consenso, y que el señor Aguerri nunca querrá compartir con los campesinos las claves para que Ortega les acepte dentro de su diálogo y su consenso. Por la arremetida de la policía orteguista contra la marcha campesina y la reforzada que le dio Ortega con sus pandillas motorizadas, se reveló lo más lógico: que Ortega solo le concede derecho al diálogo y al consenso a sus iguales del Cosep y que el Cosep sabe que los campesinos nunca serán sus iguales…

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Resultado: no habiendo intereses ni idoneidad de por medio entre el poder dictatorial de Ortega y el campesinado, ni entre el Cosep y los campesinos, el diálogo y el consenso quedan descarnadamente convertidos en instrumentos clasistas de capitalistas tradicionales y de capitalistas advenedizos. Estos últimos, con su poder político, son quienes les imponen la agenda a los dueños del capital tradicional. Es decir, que los capitalistas del gobierno velan por los intereses de todos… ¡no solo los de DOS!

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Esta idílica armonía de intereses patronales con su diálogo y su consenso, no alcanza ni alcanzará jamás para todos los nicaragüenses, mientras estos no adquieran la categoría social de los viejos y nuevos ricos. Nunca, pues. Y sin esa credencial socio-económica nadie más accederá al diálogo y al consenso. Aunque los campesinos se presentaran ante los antimotines y los escuadrones motorizados disfrazados de burgueses cosepistas y burgueses orteguistas…no los dejarían entrar a Managua, menos acercarse a la Asamblea Nacional.

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Por ejemplo: si se quitaran las botas de hule y se pusieran zapatos brillantemente lustrados, o dejaran los camiones ganaderos y se vinieran en camionetonas de último año, tampoco los dejarían entrar. (Y si pudieran llegar a Managua en Mercedes Benz de 170 mil dólares, los acusarían del delito de herejía e imitación profanadora).

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Si se les ocurriera tirar los palos y los machetes al monte, y solo cargaran con dinero plástico; si se vinieran cuidados por policías civiles y uniformados, en vez de venir perseguidos por policías y matones civiles, les acusarían de falsificar funciones, y no los dejarían pasar; en fin, tampoco podrán tener el mérito de ser aptos para el diálogo y el consenso, aunque en sus cédulas (si las tuvieran)se identificaran con apellidos de la nobleza criolla murruca, porque Adolfo Díaz no dejó “hijos naturales”… ¡y ellos son sus legítimos herederos!

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Si con esos disfraces tampoco pasarían del kilómetro 4 de la carretera norte, menos que puedan cumplir con requisitosexclusivos de las dos burguesías en diálogo y en consenso. Súmenlos: 1) haber sido visitado alguna vez por un embajador o embajadora estadounidense, y tener acceso a la embajada “americana” cada vez que necesite informar o recibir orientación política; 2) demostrar su cariño por el FMI y el BM; 3) ser miembro del Cosep, de Amchan o del orteguismo; 4) ser dueños de la Asamblea Nacional, o al menosde una oficina, desde la cual promover leyes propias o consensuadas. (Imagínense: a los campesinos los apalearon por solo mirar su edificio… ¡desde cuatro kilómetros de distancia!).

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Son infinitas las condiciones reales para que los campesinos pudieran ser merecedores de una invitación a dialogar y a consensuar sobre el Canal o la “institucionalidad económica” alcanzada por el Cosep junto a Ortega. Quizás hayan otros requisitos menos difíciles de llenar, pero hay un requisito simple, humano, democrático, de derecho civil y natural, incuestionable e invaluable, pese a lo cual, no hay campesino que desee cumplirlo ni muerto: ¡abandonar la defensa de su tierra ante la voracidad de los Ortega, los Wang Jing y los Cosepos!

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Y de eso se derraman las dos lecciones campesinas: 1) que fueron capaces de meter en miedo y derrotar al orteguismo con solo el anuncio de su marcha, y le obligó a poner en funciones todos los mecanismos del poder al mismo tiempo y con igual violencia e ilegalidad (no entrar al centro de Managua, fue lo de menos; 2) que así como ellos llenaron de miedo al orteguismo y pudieron llegar a Managua, sin que nada pudiera impedirlo, también supieron replegarse sin caer en las provocaciones (o sea, sin darle gusto al orteguismo) y seguir luchando.

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Estas lecciones campesinas lo son para los opositores, tanto como son un reto para Ortega y sus aliados: 1) no tener miedo a movilizarse en demanda de elecciones libres, transparentes, sin trampas ni tramposos en el CSE, aunque en su contra se lance toda la maquinara represiva (quien deberá temer es la dictadura); y 2) que si con eso no lograran una justa electoral confiable, saber replegarse para proseguir la lucha por otros medios (así, el orteguismo se arriesgará a jugar solo y a descomponerse aún más).

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Frente a este reto, ¿el orteguismo aumentará la represión policial, hasta causar mayores daños físicos a los manifestantes? La intolerancia oficial ante el derecho ciudadano y democrático de manifestarse, ¿no tendrá límites? Sabiendo que los límites de la represión puede ser la muerte, ¿este gobierno estará dispuesto a sobrepasarlos, por la sola mezquindad de proteger intereses personales y de grupos minoritarios?

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¿En dónde encontrará el orteguismo una mínima razón, aparte de su sinrazón de querer apoderarse indefinidamente del poder de la república, que justifique racionalmente a un individuo y a su claque,creerse dueños del destino de seis millones de nicaragüenses? Alguien honesto de entre esos seis millones de nicaragüenses, ¿sería capaz de pensar que es mejor cualquier elección, antes que enfrentar los métodos de represión e intolerancia política de Daniel Ortega? ¿Cómo harán los sinvergüenzas de siempre para justificar su participación electoral el próximo año, sin las garantías de una elección libre y trasparente?

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Que hay sinvergüenzas capaces de hacerlo, los hay. Ya lo han hecho. Y también argumentarán lo mismo, porque los sinvergüenzas pueden hacer todo, menos algo distinto a lo que ha sido suyo: a) que en política no se debe dejar espacios vacíos (las dictaduras siempre tienen un espacio vacío para el oportunista); b) que si no hay espacio para expresarse libremente por la vía electoral, solo queda lugar para la guerra. Las dos conclusiones son falsas, como la calidad opositora de quienes las hacen.

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Una cosa más: cuando algún opositor quiera argumentar en favor de “no dejar espacio vacío”, que le presten sus caraduras al Comisionado Valle y a la ministra de Gobernación: así podrán decir, como ellos, sin ningún asomo de vergüenza, que el 27 de octubre… ¡nunca hubo represión orteguista!

Cronología imperial (*)

1911.- 1) En mayo, renunció a la presidencia el general Estrada y le sucedió el vicepresidente Adolfo Díaz, empleado contable de la mina “La Luz y Los Ángeles”; hablaba muy bien el inglés, y era amigo de la familia Fletcher igual que de su abogado y accionista, Philander C. Knox, secretario de Estado gringo y autor de la “nota” que obligó la renuncia de Zelaya.

2) El 6 de junio, se suscribió en Washington el convenio Knox-Castillo por medio del cual se obligó a Nicaragua aceptar un empréstito con el que mantuvieron atadas su economía y su política a los Estados Unidos; al pasar el tratado al congreso nacional, y para hacerlo entender sobre la necesidad de aprobarlo, apareció oportunamente en Corinto el crucero Yorktown, a petición de míster Northcott, ministro gringo en Nicaragua.

3) En octubre, Samuel Samurray, otro “rey del banano”, competidor de un tal Keith en la posesión de tierras en Centroamérica, desembarcó en Honduras con el general Manuel Bonilla, y derrocó al presidente Dávila; casualmente, Honduras pasó a ser feudo de la Cuyamel FruitCompany.

(Continuará)

(*) Resumida de Guía del Tercer Mundo-86.


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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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