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Lo insólito, está quedando en desuso

No es nada insólito que en los medios atosiguen de “noticias” con medias verdades sobre Venezuela

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, durante el programa de televisión "Domingo con Maduro". EFE.

Onofre Guevara López

2 de mayo 2017

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En el mundo de la política universal, y en su propio aparato informativo, suceden cosas que ya no merecen el calificativo de insólito, puesto que, desde cuando se le impuso su perfil capitalista a la información diaria, de forma casi monopólica, esta se da el lujo de orientar el criterio y las acciones de muchos millones de individuos en torno a los hechos extraordinarios... escondiéndoles sus causas.  Esa manera de informar ha vuelto el término insólito en desuso, porque el ejército mediático igual oculta las causas que los antecedentes de los hechos, y casi todo lo hacer parecer un fenómeno del momento, nuevo e inédito.

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Un distintivo en la estructura de ese ejército, es que se integra y funciona con una minoría de soldados mercenarios y una mayoría de soldados voluntarios, aunque estos últimos funcionan con igual eficacia, y los activa una conciencia mediatizada por asuntos ideológicos.  Esto no obsta para que, muchas veces, sus criterios sean tan reaccionarios como los criterios del  mercenario.  Cuando en un solo individuo operan ambos estímulos –el de la paga y el ideológico— los resultados de su labor son mucho más dañinos, aunque estos no puedan medirse ni pesarse.  A la larga son, simplemente, amos son perniciosos.

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Las experiencias sobre estos casos datan principalmente desde la ápoca en la cual coinciden los adelantes técnicos en la información con la agresividad militar de los Estados Unidos, a raíz de que inició la llamada guerra fría, cuando apenas se enfriaba la guerra caliente finalizada en mayo de 1945.  Y no tan finalizada, porque todavía en agosto de 1945, sobre Hiroshima cayó la primera bomba atómica que en la historia ningún individuo había tenido el poder de ordenar la muerte en masa y de una sola vez, de más de mil 400 seres humanos inocentes.  Ese monstruo fue Harry S. Truman, entonces a la cabeza del imperio más grande de la historia.

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Ahora Truman y su acción genocida son curiosidades enciclopédicas; él y ese genocidio, insólito entonces, dejaron de serlo y la prensa transnacional no los saca de su zona del olvido cuando tiene que informar sobre otros crímenes, a los cuales previamente les ha borrado sus antecedentes y sus causas.  Si se  sumaran las muertes causadas en las últimas guerras –que más parecen la continuación de una sola guerra— resultaría una cifra más grande que los muertos de Hiroshima, más los de Nagasaki después, la otra ciudad que recibió la muerte desde el cielo en avión estadounidense.

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Bastaría imaginar las muertes en Irak, Afganistán y en todo el Medio Oriente para calcular su monstruosidad; este genocidio que aún no termina, se inició bajo la mentira de las “armas de destrucción masiva”, y el genocidio de 1945, fue con el pretexto de que con las muertes de japoneses, evitaron la muerte de soldados norteamericanos.  Este “razonamiento” deshumanizado sí, parece insólito: un gringo vale más que mil japoneses.  Sin embargo, es como la divisa de los políticos norteamericanos.

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Lo que también ha dejado de ser insólito, es la justificación y defensa que se hace de estos y otro crímenes similares cometidos –y que se siguen cometiendo— en las operaciones del ejército armado.  Las operaciones del ejército mediático, son paralelas a las  operaciones bélicas del ejército armado.  Saltando el orden cronológico en que se han aplicado ambas operaciones, recordemos las de Guatemala en 1954 (20 años después del fin de la última intervención armada en Nicaragua).

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En Guatemala había un proceso de cambios, especialmente en el campo con la reforma agraria, y el Departamento de Estado ordenó a sus agencias de espionaje la defensa de la United Fruit Company, organizando un ejército mercenario, para derrocar a Jacobo Arbenz Guzmán.  Así salvaron a Guatemala “del caos comunista”, algo que los medios del entonces naciente ejército mediático repitieron con mayor fidelidad que la de un loro.  Y la derecha libero-conservadora nicaragüense –igual que ahora respecto a Venezuela— no fue menos fiel y repitió como un eco, lo que desde Estados Unidos tenían a bien decir, bendecir o maldecir.

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Desde aquel “rescate de la democracia” en Guatemala, los militares cipayos de los gringos que han sido gobiernos y han mantenido gobiernos hasta hoy, han  asesinado a muchos miles de indígenas, para que la amenaza “comunista” no vuelva a quitarles nada a las empresas gringas.  Desde Guatemala, apenas se oyen las quejas de las víctimas, pero en la OEA nunca oyeron nada.  Menos ahora Guatemala figura en la lista de los que buscan la intervención en Venezuela para “rescatar la democracia”, aunque en su país, aún no saldan la deuda histórica que tienen con la dignidad de su pueblo, con su salud, su educación.

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En el México oficial, donde solo durante el último de gobierno de Peña Nieto han asesinado estudiantes por decenas, donde sus autoridades son cómplices de narcotraficantes y entre ambos han asesinado a más de cuarenta periodistas, también figura de los primeros en la lista de la OEA en busca de “rescatar la democracia” en Venezuela.  No importa que allí no se mate periodistas ni a los estudiantes se les haga desaparecer.  Los hipócritas del mundo han decido olvidar que nada es insólito en materia de crímenes políticos en países miembros de la OEA.

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Como en Honduras, que tiene el récord de más activistas sociales asesinados, pero honra su compromiso de serle fiel a Washington en su cruzada contra Venezuela.  Y Honduras fue también uno de los países que estuvo gobiernos ciegos, sordos y mudos cuando en la Venezuela “democrática”, sus amigos asesinaron a no menos de tres mil personas solo durante “el caracazo” que provocaron las medidas neo liberales del gobierno de Carlos Andrés Pérez.  Es tan conveniente olvidar crímenes como aquellos, cuando es necesario borrar las huellas que condenaron a las amistades.

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No es nada insólito el hecho de que en los medios de comunicación atosiguen de “noticias” con medias verdades y con verdades arregladas al gusto, prediciendo la inminente victoria de la “democracia” en Venezuela.  Sería tonto negar la posibilidad de que, cuando se mancomunan los intereses del ejército mediático con el ejército militar norteamericano, la derecha pueda obtener victorias como la de Guatemala 1954.  Pero no sería insólito que en Venezuela sufrieran otra derrota como la de Cuba1961.  En aquel año, la euforia del ejército mediático dijo algo que está con ganas de decir de Maduro, lo que dijo en medio de la batalla de Girón: que Fidel andaba “huyendo” y que el Ché Guevara se había “suicidado”.

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Así que, por muy insólita que parezca la campaña “noticiosa” sobre la crisis en Venezuela, hay demasiados antecedentes como para que merezca estar entre lo realmente insólito.  Si en aquella insólita vez “vieron” a Fidel en una sola carrera y al Ché pegándose un balazo, ¿por qué va a ser insólito que ahora “vean” en Maduro la imagen de Nerón, porque en vez de sentarse a llorar y a entregar el gobierno a sus agresores, se pone a bailar y a cantar?  Lo que les permite llegar a tal absurdo “neroneano”, es su propia mutilación de las noticias.

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Vieron bailar a Maduro, pero omitieron todo lo del ámbito en que ocurrió: los bailes que el pueblo revolucionario efectuó durante en esos días en celebración del aniversario quince de su victoria contra los golpistas frustrados en abril del 2002 contra Chávez, mientras los golpistas de hoy –muchos de los que también lo fueron entonces— destruían todo a su paso en las calles con sus manifestaciones extrañamente calificadas de “pacíficas”.  Menos que informaran sobre el concierto masivo que la orquesta sinfónica y el coro nacional hicieron por el mismo motivo; y ni una palabra obre los conciertos del sistema de orquestas sinfónicas juveniles, muestra del quehacer cultural de los jóvenes dentro de la revolución, contraria a la labor vandálica de los jóvenes manipulados por la derecha.  En fin, un silencio nada insólito.

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Ruperta y Ruperto:

--Ruperto, respondeme esta pregunta: ¿cuántos millones de dólares hacen posible que Carlos Pellas, vea a Nicaragua como un lindo país para hacer negocios?

--Ese es un secreto privado, Rupertá, como secreto de Estado son los millones de dólares que hacen pensar a los Ortega-Murillo que en Nicaragua se vive bonito…

--Parece que lo único que sabemos, Rupertó, es que por ser millonario, Pellas ejerce de facto el poder político, y los Ortega-Murillo, por ser gobernantes… ¡tienen de facto su poder económico!

--Ahora respondé mi pregunta, Rupertá; ¿por qué ya no celebramos como antes el Primero de Mayo?

--Por la envidia de Daniel, Rupertó, pues como nunca supo lo que es trabajar… ¡les secuestró el día y los sindicatos a los trabajadores!

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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