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Mensaje a un burócrata imaginario

Si como un buen burócrata cree que los demás viven igual de bonito, usted estaría expresando su autoengaño

La falta de energía afectó una sesión inaugural de la Asamblea Nacional. Carlos Herrera/Confidencial.

Onofre Guevara López

14 de febrero 2017

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Usted es una persona convencida de que en nuestro país se vive bonito, porque para usted eso es cierto y, en este caso, solo estaría expresando su autocomplacencia.  Pero si como un buen burócrata cree que los demás viven igual de bonito, usted estaría expresando su autoengaño.  Y si de remate, además de estar complacido con su modo de vivir y actúa en consecuencia, porque se lo dicen las estadísticas macroeconómicas oficiales, usted sería un egoísta que en vive su bienestar y su felicidad dentro en la ficción de una burbuja de mentiras cristianas, socialistas y solidarias.  Pero usted, pese a estar dedicado al placer de vivir bonito, puede dejar de torturarse oyendo las homilías de la vice titular del ejecutivo, leyendo el19 Digital, incluso el Informe Pastrán, porque ya es un fiel creyente en sus verdades bíblicas.

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Creer es un derecho humano, aunque creerlo todo a ciegas, es derecho de los tontos.  Pero si su conformidad de vivir bonito en esta burbuja, al menos se vio alterada por la noticia de que dos niños “de la calle” fueron echados con toda su humana dignidad de un restaurante con lujo de Galería Santo Domingo, es motivo suficiente para que usted derroche un poco de su inteligencia en tratar de pensar en por qué en su burbuja de su felicidad hay lugares en donde los niños “de la calle” no pueden comer en sus mesas la comida que compraron con su dinero.  Aunque mejor debería preguntarse: ¿por qué aquí los niños tienen que vivir en la calle?  Quizás le provoque a usted siquiera la curiosidad por cotejar lo que se dice de bonito en su burbuja con lo que sucede en la realidad, esa realidad que la burocracia finge no conocer.  Con intentarlo no dejaría de serle fiel a su burbuja, pero, a lo mejor, le da un poco de pena su papel tonto cómplice y además hipócrita.

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Si se asomara a la realidad a través de un hoyito de la burbuja, usted podría ver que algunas de las causas de la discriminación y la marginalidad de los “niños de la calle” no están solo en las actitudes de los dueños de un restaurante ni de los empleados que cumplen sus órdenes, pues eso es parte del libreto incrustado en lo profundo el sistema económico y social clasista que se vive y se sufre al margen de la burbuja de mentiras.  Quizás también logre ver la relación del sistema clasista con la política del Estado conducido por gobernantes más preocupados por el crecimiento macroeconómico que favorece a la clase privilegiada tradicional y la clase emergente (que es el caso de la suya), mientras atienden superficialmente la situación de la mayoría social, o aplicando políticas demagógicas que no alteran en nada su crónica pobreza.

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Una pobreza que, usted lo sabe, está unida por indisolubles lazos maternales  con el hambre, la baja calidad de la educación, el desempleo –también ocultado bajo el sub empleo, incluso de “los niños de la calle”— y a las precarias condiciones habitacionales del gran sector de los trabajadores pobres, junto a las primeras víctimas, sus hijos. Todo eso, funciona como fuentes inagotable de donde emanan los “niños de la calle” que, cuando no ejercen de limosneros, son impulsados por el maltrato y la discriminación social estilo Galería hacia la delincuencia común.  Usted puede comprobar que no se miente cuando se dice que esos niños, en primer lugar, son víctimas de la delincuencia de “clase” que se practica en el Estado, donde cierta burocracia le roba al erario los recursos que pueden sacar a los niños de la calle y darles una vida digna, mientras crecen sin hambre y educados para el buen vivir, aunque no sea tan bonito como el de usted y los suyos.

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El sistema tradicional de enriquecimiento de unos pocos y la pobreza de otros muchos en la burbuja multicolor de nuestro país, el poder político del orteguismo se ha fusionado con los capitalistas tradicionales en un solo poder corporativo, donde, de hecho, se truecan los papeles: los políticos se vuelven capitalistas y los capitalistas se vuelven protagonistas del poder político.  Este sistema funciona como un enorme muro económico y social en torno a su burbuja, en esa donde vive usted.  Un muro más efectivo que el fronterizo que proyecta Trump, y más hipócrita que el muro físico de diez kilómetros construido por el gobierno neoliberal de la oligarquía peruana, con el que divide la ciudad de Lima, entre el lado de los ricos y el lado de los pobres.  ¿Lo sabía usted?

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Me adelanto a lo que usted pudiera pensar de lo que decimos. Por ejemplo, que son ideas de “un pobre comunista”.  Pero tranquilo, no se altere usted.  Porque no basta ser comunista y pobre para sentir la necesidad de cambiar este sistema social; pues primero, habría que destruirlo desde sus estructuras de clase, de la propiedad privada privilegiada, de su régimen político jurídico y, por simple lógica, se tendría que desinflar su burbuja de mentiras.  Y esos cambios, solo los puede impulsar una revolución, una de verdad, no como la ya traicionada por los jefes de usted.  Aquí solo estamos sugiriendo que los “niños de las calle” pueden dejar de existir, utilizando para ello los recursos públicos que en la burbuja se roban o se derrochan, y así no habría noticias como la que ha provocado tanta lágrima de cocodrilo el suceso de Galería.

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Así tampoco habría quienes los humillen como ahora porque entran a su burbuja, pese a que solo llegan a comprarles su comida chatarra y comérsela en sus mesas.  Eso es delito inhumano no solo porque ellos les compran con dinero ganado con su trabajo, sino porque mientras humillan a los niños se muestran serviles ante quienes tienen mucho dinero, así sea emanado de su parasitismo social o político. Los amos de la burbuja, no pondrían en riesgo su existencia, ni mermaría sus millones de dólares, si en sus demagógicos programas sociales –en los que invierten menos que en obras de fachadismo, como los árboles de lata— incluyeran el rescate de verdad de los niños abandonados por las causas conocidas.

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Como usted ya habrá advertido, no estamos pidiendo que lo hagan como un acto de caridad, sino como una obligación de una administración pública que para funcionar con su ineficiente enorme burocracia gasta los recursos que no vienen del cielo, sino de los impuestos de todos los nicaragüenses.  Pero hasta ahora, la burocracia oficial ni siquiera practica el cínico método del “Demandante” de mi pueblo.  ¿Sabe usted quién era y cómo actuaba ese “Demandante”?  Utilizaba la imagen de un santo enflorado para pedir limosna a su nombre calle por calle y casa por casa, y al final de la jornada, antes de ir a entregársela al cura, se repartía la mitad de las monedas con el santo, diciéndole: “Una para vos, otra para mí; una para mí y otra para vos”.  Diga usted a sus jefes que siquiera hagan las del “Demandante”, aunque estén seguros, como los estamos todos, que su burbuja, como el “Demandante”, no existirá por siempre en nuestro país.

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Ruperta y Ruperto:

--¿Por qué será que el orteguismo sigue persiguiendo al Poeta Ernesto Cardenal, Rupertó?

--No ha de ser, Rupertá, por aquello de que no caben dos poetas en el mismo lugar, porque Rosario nunca ha estado cerca del lugar poético de Cardenal…

--¿Y entonces?

--Entonces, Rupertá, solo queda suponer que esta sin razón tiene su pretexto en que… ¡Cardenal nunca quiso bajarse al lugar anti poético donde reina la Rosario!


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Onofre Guevara López
Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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