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#LoMásLeído: Mi dilema con el “Chocolate” González

¿Ir en contra del “Chocolate” te hace “matamama” o “vendepatria”? No.

"Chocolatito" González enfrentará por segunda vez al "Gallito" Estrada

Miguel Mendoza

25 de diciembre 2021

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Este sábado 13 de marzo, en Dallas, Texas, Román “Chocolate” González peleará con el mexicano Juan Francisco “Gallito” Estrada, una unificación de los títulos Súpermoscas (115 libras), sin embargo la previa del combate, en vez de tenernos expectantes, extenuantes y acezantes, está marcada por la indiferencia entre la fanaticada del boxeo nica, y quienes opinan en las redes sociales, en su mayoría no disimulan su respaldo al azteca.

La pelea debería estar despertando interés nacional por varias razones. Primero, a los nicas nos encanta el boxeo; segundo, vamos hasta el límite con nuestras figuras deportivas; tercero, sólo un pugilista pinolero (Mayorga a Forrest) ha ganado una unificación, o sea podría ser histórico; cuarto, pocas veces un atleta pinolero se toma un escenario mundial en busca de ser el mejor en su oficio.


Entonces, ¿cómo se explica que haya poca atención al próximo desafío de Román “Chocolate” González o que un gran porcentaje de nicaragüenses -lo veo en varias encuestas que he hecho en mis redes- quieren que pierda ante el “Gallito”?

La explicación es simple: La polarización en la que vivimos desde 2018, convirtió en adversarios de los azul y blanco, a todo el que se quedó simpatizando con una dictadura señalada de cometer crímenes contra la población como Román González, con méritos pugilísticos incuestionables, por dejarse seducir por el régimen, es rechazado por la mayoría que propone un cambio de rumbo en el país.

¿Ir en contra de Román “Chocolate” González te hace “matamama” o “vendepatria”? No. Tanto derecho tiene Román en apoyar a una vil e infame dictadura, como los agraviados desear su derrota para que al menos en El Carmen no tengan ningún motivo de festejo. Es obsceno reducir la Patria a una pelea de boxeo y un irrespeto a la memoria de los héroes de antes y recientes que dieron su vida por algo más importante como la libertad y la democracia; también porque éste es el menos nacionalista de los deportes donde cada semana se enfrentan entre sí mexicanos, estadounidenses, japoneses, etc.

Además, González desde antes de 2018 no representaba a Nicaragua, dejando relegada la bandera nacional. Se representa a él y a su partido luciendo en su estrafalaria vestimenta los colores rojo y negro; ofendiendo con la gorra de la Policía la memoria y el dolor de los asesinados; replicando en los rótulos sicodélicos los mensajes de la pareja dictadora; expresando altisonante su agradecimiento después de cada combate a Ortega y Murillo. Yo no me siento reflejado en Román, al contrario, veo pisoteada la dignidad de muchísimos nicaragüenses que han sido torturados, perseguidos, asediados y lastimados por el régimen al que encarna y promueve.

Como cronista deportivo transmití y di cobertura a las peleas de Román “Chocolate” González en Japón, México y Estados Unidos. Nunca tuve puertas abiertas a su campamento porque no soy adulador, pero me atendía de mala gana, lo hacía. Reconozco que en las entrevistas que me daba nunca mencionó el estribillo de “gracias al comandante y la compañera”, quizá respetando mi manera de pensar, aunque al resto si les “metía ese golazo”. Hasta recuerdo que lo mantenía en mis oraciones antes de cada pelea, porque literal, un boxeador se juega la vida cada vez que sube al ring.

Me impresionó verle el rostro magullado por los golpes de Carlos Cuadra cuando me dejó entrar al camerino, contuve la rabia al escuchar que le habían robado la pelea en Nueva York ante Srisaket Sor Rungvisai y meses después me estremeció un potente escalofrío en el cuerpo al verlo tendido y noqueado por el mismo tailandés, sin embargo toda esa admiración por el “chavalo del barrio”, a la figura que se abrió paso entre dificultades, desapareció de súbito cuando subió al ring con la grotesca gorra de la policía, en Las Vegas en septiembre de 2018, para medirse a Moisés Fuentes. Fue un espectáculo grosero, porque estaba fresca la sangre de los héroes de abril. Fue la última vez que cubrí una de sus peleas.

Antes de abril nunca cuestioné su derecho de simpatizar con Ortega y Murillo, todos tolerábamos esos disparates. “Me dan 20 000 córdobas mensuales”, respondió hace años en Puebla, México, cuando le pregunté por qué andaba la gorra con las siglas FSLN. En 2014 en Japón, tras ganar su tercera corona ante Akira Yaegashi en una cruenta batalla, escuché a los hijos de Ortega y Murillo llamarle para felicitarle cuando bajaba del cuadrilátero. Si de ellos recibe muchos beneficios, quién soy para molestarme, pensaba.

Muchos creen que el régimen tiene “agarrado” al cuatro veces campeón mundial desde que en 2014 la justicia orteguista salvó a su hermano Milton González de una condena segura, con aquella insólita sentencia que convirtió la cocaína en talco. No es cierto. Eso fue un “volado entre cuates” porque Román "Chocolate" González ha sido sandinista siempre, como los muchos miembros de esas familias marginadas que son manipulados con las supuestas bondades del comandante.

Hace unos días Netflix estrenó un documental de Pelé, el más grande futbolista de la historia, en el que compañeros en el Santos y la Selección de Brasil, reclamaban su neutralidad en aquellos años de crueldad de dictadura militar. Hay escenas crudas en donde Pelé celebra golpes y simultáneamente los militares desaparecen y torturan ciudadanos. “Nunca dijo una palabra, que se hubiera escuchado en todos los rincones del país”, le reclamó un compañero. “Yo sólo era un futbolista, no Supermán para arreglar las cosas”, respondió el astro.

Ese relato no se compara con Román “Chocolate” González, quien no ha sido neutral como Pelé, sino beligerante colocándose como un propagandista de los verdugos del pueblo. Román no podrá alegar nunca ni inocencia ni ignorancia, porque está grandecito, y sabe qué es bueno y que no en términos de represión.

Para el “Chocolate” hay mucho en juego en la pelea contra el “Gallito”, además de la bolsa que cobrará que se supone es de un millón de dólares, está su legado dentro del pugilismo mundial, adornado por sus cuatro coronas en categorías distintas. Con un triunfo limpiará la duda de su superioridad sobre el mexicano, su más enconado rival, al que venció en 2012 en una controversial decisión unánime que aún mexicanos y muchos nicas reclaman como un despojo al azteca.

Nadie duda que el “Chocolate” es un portentoso boxeador que rozó la perfección cuando fue por año y medio el mejor libra por libra del mundo, sitio del que lo bajaron sus traspiés ante Rungvisai, pero su personalidad opaca y su inclinación sin vacilamientos hacia la dictadura lo alejaron desde hace mucho del corazón de la gente que no ve como un instrumento político.

Abajo del ring, González es un personaje sumiso, personalidad apagada, espíritu vacío. No tiene el carisma ni el carácter explosivo, de un Alexis Argüello, por ejemplo. Sobre el cuadrilátero es una máquina trituradora de rivales, con un talento asombroso, capaz de lanzar golpes desde todas las direcciones. En términos boxísticos, la pelea del “Chocolate” y el “Gallito” está pareja, es difícil aventurarse a definir un favorito. Ambos son extraordinarios boxeadores, aunque en lo personal creo que el mexicano está en un mejor momento y viene de resolver rivales más exigentes.

Como abril nos puso “patas arriba” hasta en el deporte, como cronista deportivo y como ciudadano, estoy en un dilema bastante complicado, en donde es imposible separar lo moral sobre lo deportivo: Si desear la victoria de Román o quererlo ver morder el polvo ante Estrada.

Si el Román “Chocolate” González consigue el triunfo, se recordará por siempre en los programas deportivos como uno de los grandes acontecimientos de un atleta nicaragüense, pero si es Estrada el ganador tendremos el consuelo que en El Carmen dejarán de destapar champán, no podrán restregarlo como símbolo del éxito de un régimen decadente, se irán a acostar con una diarrea incontenible y finalmente se le habrá hecho justicia al polémico títular de El Nuevo Diario: “Cae otro avión contra”, por el doloroso nocaut que sufrió el recordado Alexis Argüello ante Aaron Pryor en 1983.


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*Del editor: Este artículo se publicó originalmente en CONFIDENCIAL el 21 de marzo de 2021, y es parte de la selección de los artículos de opinión más leídos en este año.

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