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¿Necesitamos un Ejército en una Nicaragua democrática?

El ejemplo de Costa Rica, la historia del Triángulo Norte de Centroamérica, y nuestra propia historia, nos ofrecen pistas fehacientes para la respuesta

12 de diciembre 2020

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El primero de diciembre recién pasado los costarricenses celebraron el 72 aniversario de la abolición del ejército. Es un episodio que nos debería llevar a la reflexión, en particular si analizamos nuestra historia, nuestra realidad presente y los aconteceres en los otros países centroamericanos a lo largo de estos tres cuartos de siglo.

Comencemos por recordar que en 1948 los ticos padecieron una guerra civil. No duró mucho tiempo, pero su desenlace sirvió para establecer las bases de un nuevo país. Es un hecho que a partir de esa confrontación construyeron un modelo de convivencia democrática que, con sus problemas, ha persistido a lo largo de todas estas décadas.


Por supuesto, Costa Rica no es un país perfecto. Actualmente afrontan desafíos económicos y, notoria y perentoriamente, la necesidad de ajustar un modelo que muestra signos de desgaste. Con todo, las comparaciones con el resto de países centroamericanos, que surgieron de la misma matriz colonial, dejan constataciones y lecciones que pueden contribuir a iluminar derroteros hacia el futuro, a partir de las tribulaciones del presente.

En estos setenta años, mientras los costarricenses disfrutaban de paz, los demás países centroamericanos nos vimos enfrentados a conflictos bélicos. Particularmente en la década de los ochenta, los pueblos de Nicaragua, El Salvador y Guatemala se vieron envueltos en sangrientas luchas fratricidas.

Por otro lado, a lo largo de estas décadas, mientras los costarricenses disfrutaban de su democracia, libertades y derechos, los demás países centroamericanos padecían golpes de estado, violaciones masivas a los derechos humanos, dictaduras o gobiernos militares.

Basta recordar, en Honduras, las presidencias de Melgar Castro, López Arellano, Policarpo Paz: todos llegaron al gobierno por la vía de golpes militares. O El Salvador, con José María Lemus, Adalberto Rivera, Fidel Sánchez, Arturo Armando Molina, Carlos Humberto Romero, los Abdul Gutiérrez o el coronel Majano: Todos gobernantes militares. Y en Guatemala, sin citarlos a todos: Castillo Armas, Ydígoras Fuentes, Arana Osorio, Laugerud García, Romeo Lucas, Ríos Montt, Mejía Víctores: Todos también, gobernantes militares.

En Costa Rica no hay generales, ni coroneles, ni soldados, ni tanques, ni batallones, ni fuerza aérea. Por supuesto que tienen policía y sus gastos de seguridad, pero la policía nada tiene que ver con las decisiones políticas.

Pero además resaltan, a la par de la estabilidad política y el ejercicio de derechos y libertades, las diferencias en materia de bienestar y avances sociales de los costarricenses.

Anotemos algunos: En el ranking de las mejores universidades de América Latina, correspondiente al 2020, que se acaba de publicar, figuran tres universidades centroamericanas. Y las tres son costarricenses. Ninguna otra universidad de la región aparece en el ranking. Obviamente no es por casualidad.

La seguridad social de los ticos es la de mayor cobertura de Centroamérica: más del 90 por ciento. Esto incluye a la abultada presencia de nicaragüenses. Y los salarios mínimos son los más elevados de la región.

Y un detalle que no es mejor: A pesar de sus déficits, Costa Rica forma parte ahora del selecto “club” de la OCDE. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico es reconocida como el “club de los ricos”. El resto de países del área, con excepción de Panamá, ni siquiera aplican a lista de espera.

Si pasamos a Nicaragua, el Producto Interno Bruto, PIB, de Costa Rica multiplica por 5 el PIB de Nicaragua. Nosotros andamos por los 12 mil millones de dólares anuales y ellos por los 60 mil millones de dólares.

Y aquí compartimos un dato que pocos conocen y es preciso poner de relieve. Como sabemos, el PIB engloba la totalidad de la producción en bienes y servicios de un país, en un año. Pues bien, según datos de la OCDE, el aporte de los nicaragüenses residentes en Costa Rica a la economía de ese país equivale al 11% del PIB. Si consideramos que el PIB costarricense supera, como ya dijimos, los 60 mil millones de dólares, llegamos a la sorprendente conclusión de que el producto del trabajo de los nicaragüenses en Costa Rica equivale, en valor monetario, a más de la mitad del total de lo que producen los nicaragüenses en Nicaragua. Un dato digno de tener en cuenta.

¿Cuál es la razón? Los niveles de productividad del capital y del trabajo en Costa Rica son muy superiores a los niveles de productividad en Nicaragua. Dicho en otras palabras: el trabajo de los nicas en Costa Rica rinde más que el trabajo de los nicas en Nicaragua. Y todavía les alcanza para transferir varios centenares de dólares en remesas a sus familias.

Y un último dato, el presupuesto de Costa Rica en educación es mayor que el presupuesto total de Nicaragua. Se trata de una estadística verdaderamente apabullante: Lo que ellos invierten solo en educación es mayor que el presupuesto de Nicaragua en carreteras, salud, educación, Ejército, Policía, aparato judicial, burocracia estatal y demás gastos públicos. En el 2020 el presupuesto asignado al Ministerio de Educación en Costa Rica superó los US$ 4 mil millones, mientras el presupuesto total en Nicaragua no llegó a US$ 2 500 millones. Ningún motivo tiene pues el dictador para hacer ostentación de éxitos económicos.

Naturalmente, esto no significa, como dijimos antes, que los ticos estén en la gloria en materia económica. Enfrentan problemas, principalmente de deuda y déficit fiscal, pero, evidentemente, juegan en otra liga.

Toda comparación es ingrata, así que no vamos a seguir suministrando datos. Lo hicimos únicamente para sustentar nuestra reflexión.

En esta línea de pensamiento caben los siguientes interrogantes: Estos logros de orden político, económico, social y cultural, en comparación al resto de países centroamericanos, ¿Son resultado de que abolieron el ejército?

Posiblemente no será la única explicación de todos estos resultados, pero en buena parte algo tendrá que ver la abolición del ejército con disfrutar tantos años de paz, estabilidad, democracia, libertades y recursos que posibilitaron acumular sin destruir y, sobre todo, invertir de manera sostenida en educación. Evitarse la presencia perturbadora de generales, tanques y batallones, sin duda, ayuda bastante.

¿Cómo estaríamos en Nicaragua, si, por ejemplo, el proceso de reducción, transformación y disminución del presupuesto del Ejército que inició doña Violeta hubiera continuado en los años posteriores?


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Enrique Sáenz

Economista y abogado nicaragüense. Aficionado a la historia. Bloguero y conductor de la plataforma de comunicación #VamosAlPunto

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