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Poeta, investigador, ensayista y promotor cultural

Wilfredo Espinoza Lazo pretende que los chontaleños, sientan con igual intensidad, el amor entrañable que él profesa por su tierra. Un gran desafío

El investigador Wilfredo Espinoza Lazo, en una de las incursiones para rescatar la cultura aborigen chontaleña. Foto: Cortesía

Guillermo Rothschuh Villanueva

7 de noviembre 2021

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I

 A Wilfredo Espinoza Lazo, la canonización le llegó demasiado pronto, apenas tenía veintisiete años. Los primeros en destacar su labor como investigador, fueron Ricardo Pasos Marciacq y Guillermo Rothschuh Tablada. Ambos lo hicieron para destacar su parto primigenio: Lovigüisca y los primitivos Chontales (2005). Sin emprender un peregrinaje intermedio, se lanzó a escudriñar textos e infolios, revistas y periódicos, para rescatar la historia del pueblo originario de Santo Tomás. Se contactó con sus aborígenes, testimonio fiel de sus ancestros, para desandar complacido un largo camino. Una labor ciclópea. Tuvo la osadía de imponerse la tarea sin más recursos que su propia inspiración. Mayor mérito para quien deseaba escribir una obra fundacional. Indispensable y fecunda.


Un novelista y un poeta aquilataron su peso en oro. Los desvelos no cuentan para quienes se desviven en la tarea por garantizar que la historia de su pueblo no pase desapercibida. No importa el esfuerzo que haya que hacer. Ir a las fuentes para abrevar de sus aguas y regresar con un libro bajo el brazo. En un país donde la mayoría de escritores e investigadores no cuentan con ayuda suficiente —especialmente los más jóvenes— tuvo el valor de lanzarse a la mar abierta, nadar a contracorriente y cruzar hasta la otra orilla. Solo se dio por satisfecho cuando pudo editar su investigación con sus pocos recursos. Tenía sobrados motivos para enorgullecerse y orgullecer a los habitantes de su terruño. Su historia —la verdadera— había sido rescatada por uno de los suyos. Un parto luminoso.

En su valoración, Pasos Marciacq, destaca justamente que Espinoza Lazo no se limitó solo a descorrer los velos de nuestra historia, se plantó para ofrecernos una forma diferente de ver los acontecimientos. Destaca su visión totalizante. No contento con los registros históricos, se auxilió de la antropología, etnografía, arqueología y geografía humana. Al emprender esta odisea, “el autor se arriesga y propone hipótesis de trabajo con toda prudencia y responsabilidad”. No podía ser distinto. Estas particularidades transforman su indagación en algo especial. La contrastación que hace Espinoza Lazo con otros historiadores, fue con la intención de rectificar hechos y confirmar hallazgos. Se propuso juntar lo disperso, para darle una fisonomía más acabada y esculpir su rostro.

Más categórico, Guillermo Rothschuh Tablada, anuncia a grandes voces que estábamos ante el nacimiento de un nuevo historiador en Chontales. Sin temor a la vocinglería de los insulsos, con agudeza propia de su genio, afirma que “Wilfredo Espinoza Lazo es el intelectual más completo que por hoy poseemos”. No lo afirma por gratuidad o complacencia. Lo dice para subrayar que estamos frente a un intelectual ciento por ciento chontaleño. Sabe lo que dice. Rothschuh Tablada se empecinó por seguir las diferentes facetas literarias de Wilfredo. Certifica que se trata del intelectual más constante, más disciplinado y más desventurado. En Espinoza Lazo hay una búsqueda permanente de nuevos horizontes culturales. Wilfredo ha sabido verter “la caída del sudor de las sílabas”.

Las incursiones por el mundo del ensayo, el relato, la poesía y su nobleza por dar a conocer a escritores, académicos, profesores, poetas, ensayistas y cronistas chontaleños, son rico filón para asomarse a distintas personalidades que prestigian Chontales. En esa entrega a los demás, haciendo todo lo que está a su alcance, para que sean conocidos o reconocidos por sus creaciones, Espinoza Lazo ha terminado convirtiéndose en su divulgador oficioso. Esta faceta lo engrandece y coloca en primerísimo lugar, en sus intenciones para que la chontaleñidad se enraíce y profundice. Sitúa lo chontaleño como objeto de culto, a partir de la trascendencia de quienes han espigado con éxito sobre la vastedad de las llanerías, montañas, pueblos y ciudades de la provincia ganadera.

El poeta e historiador Omar J. Lazo y el poeta Erick Aguirre Aragón, destacan sus grandes cualidades como historiador. Otra forma de verificar que a Espinoza Lazo la canonización le llegó cuando apenas empezaba a irradiar sus múltiples voces. El poeta Lazo coincide con Marciacq y Rothschuh Tablada. En su valoración del segundo volumen de La historia de Santo Tomás de Lovigüisca (2012), considera inevitable subrayar su procedencia chontaleña. En sus deseos por comprender el amplio universo poético-cultural de Wilfredo, Lazo se detiene a reseñar su propia trayectoria. Con justa admiración engloba todo el quehacer de Espinoza Lazo. Alude al poeta e historiador, y a su condición de lector consagrado. Un recorrido prodigioso por todas sus creaciones.

El ensayista y crítico literario, Erick Aguirre Aragón, se extasió leyendo la obra iniciática de Espinoza Lazo. Le llama de una manera proverbial: “El sabueso de Lovigüisca”. En el análisis del primer volumen de Lovigüisca y los primitivos Chontales, no contento, busca cómo encontrar el equilibrio, incluyendo en su evaluación, a su vasta obra literaria. Aguirre Aragón está persuadido que la obra de madurez poética de Wilfredo, está contenida en Poemas de carne y hueso. “Un poemario indiscutiblemente vallejiano… pero los hombros sobre los que se distancia de semejante influjo, vienen siendo quizás los de Rothschuh Tablada y Pablo Antonio Cuadra”. Dos torrentes literarios donde Espinoza Lazo ha sabido espulgar, para imponer a su poesía su sello chontaleño. Su propia voz y estilo.

II

El posmodernismo ha hecho todo lo posible por dar de baja a la historia y exaltar el individualismo. En este afán, lo que cabe para ellos reseñar, es la vida de las personas. No importa tanto la obra como su biografía. Algo que el poeta Pablo Antonio Cuadra (PAC) rechazaba y cuestionaba. Los jóvenes se acercaban a PAC a preguntarle dónde había nacido, de dónde era y quiénes eran sus padres. Muy pocos indagaban sobre su creación literaria, algo que para PAC era la razón de su vida. A contrapelo de los deseos de los posmodernistas, Wilfredo Espinoza Lazo, investiga la historia contemporánea, luego baja obsesionado hasta las raíces de la historia pasada y presente de Santo Tomás. Desde 1998 inició un viaje histórico-cultural en ambas direcciones que todavía no concluye.

En esta encrucijada, donde la historia se resiste a ser convertida en un deshecho, la conjunción de los dos volúmenes sobre la historia de Lovigüisca y la fundación del Museo Comunitario de Lovigüisca, son dos realizaciones de un mismo sueño y un solo propósito. Los tomasinos saben como nadie que la fundación del museo representa un acontecimiento histórico sin precedentes en toda Nicaragua. Muy pocas personas dedican su tiempo libre, para emprender el desarrollo y consolidación de una iniciativa de trascendencia nacional. Sus acciones fijan pautas a arqueólogos y coleccionistas del país. Otras personas podrían hacer lo mismo. Cada una de nuestras ciudades tienen mucho que mostrar. Ojalá este ejemplo sea imitado. Sobran motivos para hacer algo similar.

Parte de la junta directiva del Museo Comunitario Lovigüisca. Foto: Cortesía

Fiel a la ruta que se trazó hace veintitrés años, Wilfredo continúa pegado a la ubre nutricia de sus antepasados. El museo es sostenido con la ayuda brindada por decenas de personas que valoran la importancia de contar con una institución que conserva y analiza sus orígenes. Su apoyo hizo posible su creación. La suma de voluntades resulta halagadora. Sin el trabajo de los tomasinos —a cuya cabeza está Espinoza Lazo— el Museo Comunitario de Lovigüisca no sería una realidad. Igual entusiasmo y entrega muestran, Gladys Luna Mena, María Luisa Zepeda Lacayo, Nahujany Molina Sobalvarro, Ricardo Boza Sánchez, Lener Rivas Morales, Mel Agustín Sequeira León, Shirlle Jirón, María Luisa Espinoza, Arlen Luis Martínez y Javier Tenorio Lacayo.

Las últimas creaciones de Espinoza Lazo enrumban en la misma dirección, la gente humilde y laboriosa, representantes de la identidad de su pueblo, entraron en su caudal poético. Siguiendo a Pablo Neruda —uno de sus tantos maestros— canta a las quesilleras de Santo Tomás. El poeta chileno en sus Odas elementales (1954), lo hizo a la cebolla. La meseta tomasina es identificada en toda Nicaragua por el sabor y calidad de sus quesillos. En las disputas culinarias, esas querellas entre pobladores de diferentes ciudades del país, sus quesillos son tenidos como los mejores, con el perdón de las quesilleras de La Paz Centro y Nagarote. Los tomasinos se ufanan de elaborar los quesillos más apetecidos de toda Nicaragua. Una fama bien ganada. Se esmeran por satisfacer nuestros gustos.

Con la intención de rescatar la personalidad de Mariano Miranda Noguera, los directivos del Museo Comunitario de Lovigüisca, bautizaron una sala con su nombre. Son los primeros en tomar la delantera en Chontales y salvar del olvido la memoria de Miranda Noguera. Su relación con la cultura aborigen. Una manera de hacer justicia a quien dedicó gran parte de su vida al estudio de los Chontales. Es uno de los fundadores del Museo Arqueológico Gregorio Aguilar Barea. En Juigalpa dejó su impronta entre los cienes de estudiantes que tuvimos la oportunidad de recibir sus enseñanzas. Un maestro que sabía identificarse con cada uno de sus alumnos. Cuando lo buscábamos estaba presto a brindar sus consejos y asumir juntos las consecuencias de nuestros actos. Un líder magisterial.

Sala arqueológica dedicada a la memoria de Mariano Miranda Noguera, antropólogo, fundador del Museo Arqueológico Gregorio Aguilar Barea y último presidente de la Federación de Maestros de Nicaragua (FSMN). Foto: Cortesía

¿Dónde puede apreciarse mejor el compromiso del escritor chontaleño Wilfredo Espinoza Lazo? ¿En su entrega sin pausa a la escritura de una poesía que hunde sus raíces en tierras chontaleñas? ¿En sus investigaciones sobre el origen del pueblo de Lovigüisca o en la fundación de un museo comunitario, que poco a poco, viene tejiendo lazos que unen el pasado y presente? Multiplicarse para darse a mares, ha sido una constante en la travesía de un escritor, que no está dispuesto a agotar sus energías en el acto creativo. Su trabajo como ciudadano resulta ejemplar. Se extiende y rebasa Chontales. Mientras pule su estro, va y viene en un trajinar sin fin. Espinoza Lazo pretende que los chontaleños, sientan con igual intensidad, el amor entrañable que él profesa por su tierra. Un gran desafío.

En un arrebato esperado, Wilfredo proclama que Santo Tomás es/ principio/ de nuevos caminos/ otro órgano de mi cuerpo. No satisfecho, con deje witmaniano, siente a Santo Tomás en cada partícula, / en sus calles o arterias, / en su historia y nuestra historia, / en los campos, en sus charcos, / en sus amaneceres, / en las manos que le destruyen, / en las manos que le quieren / y en las manos / que le sirven. Una avidez absolutista. Desea fundirse, confundirse con su pueblo, formar un solo cuerpo. Una sola entidad. Siente que el aire que respira sabe más sano si proviene de su pueblo. Todos sus sentimientos se supeditan al amor que guarda por Santo Tomás. Una ternura hecha poesía, ajena a juegos retóricos, para que el pueblo llano se apropie de ella. Para ellos escribe. Son los depositarios de su creación.

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Guillermo Rothschuh Villanueva
Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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