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¿Qué ha sido “arreglar las cargas en el camino”?

Todo lo que ocurrió para el fracaso de la revolución nació del poco interés por lo ideológico de buena parte de la conducción política

La pérdida de la presidencia en 1990 sepultó definitivamente al Frente Sandinista. Lo que se cobijó después bajo ese nombre fue una banda corrupta

Onofre Guevara López

14 de diciembre 2021

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Uno de los errores iniciales desde el 19 de julio de 1979 fue haber pensado que la victoria sobre la dictadura somocista se debió exclusivamente a las acciones armadas del FSLN. No se pensaba en las luchas anteriores ni en lo inmediato histórico trascendente, como fue la sublevación cívica popular tras el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro.

Otras exclusiones de las luchas históricas fue la del movimiento social, sindical y político de orientación socialista; la serie de acciones de grupos armados en los años 50, que aportaron experiencias a las luchas armadas de los años 60; las actividades políticas que el periodista Héroe de las Libertades Públicas encabezó con la multipartidaria Unidad Democrática de Liberación (UDEL) desde 1974 hasta su asesinato (1978).


Esas omisiones, más el entusiasmo latente por el triunfo de la Revolución Cubana aun después de veinte años, influencia compartida por el FSLN con los movimientos revolucionarios latinoamericanos, pusieron en perspectiva el socialismo antes que la reconstrucción democrática.

La tarea de la reconstrucción democrática postsomocismo, que exigía la cooperación interclasista como apoyo fundamental no fue posible, con todo lo necesaria que era, más el atraso material y técnico productivo de nuestro país.  A esto, se sumaba una reducida clase obrera sin una fuerte alianza con el campesinado que, además, sufría de un atraso característico tradicional. En consecuencia, había un vacío orgánico e ideológico que volvió fantasiosa la idea de iniciar un proceso “hacia el socialismo”.

Y, en muchos sentidos, el atraso era común a toda la sociedad nicaragüense, la que tampoco estaba apta para luchar por otra etapa que no fuera la democrática, por lo cual no se podía vislumbrar siquiera la posibilidad del socialismo. Como no se halló el camino a la democracia, se hizo más fácil caer en la actual dictadura, a cuya fisonomía capitalista le luce ridículo el disfraz revolucionario.

No pensar lo suficiente ni cómo actuar en consecuencia sobre lo que vendría después del triunfo, abrió una brecha hacia otros errores ante las lógicas reacciones de las clases dominantes tradicionalmente subalternas de los Estados Unidos.

II

Como este no es un texto de historia, sino un trabajo periodístico, ahí dejamos ese fenómeno. Lo ya escrito sirve como ejemplo acerca de cómo hemos estado arreglando las cargas en el camino. Primero actuando y después improvisando ideas ante lo que va ocurriendo en el proceso.

Eso no solo quitó posibilidades de forjar alianzas políticas con la mayoría de los sectores políticos y sociales, sino que resultó ser –de hecho— una convocatoria a la enemistad con el proceso de la reconstrucción de la institucionalidad democrática del país.

Aquello ocurrió, pese a que antes del triunfo se contaba con el Estatuto Fundamental de los Derechos del Pueblo Nicaragüense, que definía los objetivos de la revolución con sentido pluralista; se había esbozado la alianza legislativa interclasista con la integración del Consejo de Estado y, después, con la Asamblea Nacional. Hasta ahí, las cargas para emprender el nuevo camino, parecían estarse arreglando.

Pero en las elecciones de 1984 para elegir la Asamblea Nacional –Constituyente en su primera etapa—, no se logró cabalmente la alianza requerida, por la no participación de la derecha tradicional en eterno amorío con Gobiernos de los Estados Unidos. Todas las fuerzas políticas de la reacción internas y externas, habían decido ya sabotear la revolución en todos los terrenos.

Así comenzaron los obstáculos que –por muy lógicos de esperarse en esta parte del patio trasero imperial— pudieron haberse sorteado con mayores posibilidades de éxito con la cooperación interclasista, en el interés común de reconstruir al país con democracia, si se hubiera tratado mejor con el resto de los sectores sociales y políticas aglutinados en torno al Consejo de Estado y luego de la Asamblea Nacional.

Pensar que bastaba derrocar una dictadura para que se abriera la posibilidad de ir más allá de la democracia en un país, tan atrasado como lo sigue siendo Nicaragua, fue una expresión de infantilismo revolucionario. También tuvo que ver el entorno internacional en Guerra Fría, cuando se buscó la necesaria cooperación de la Unión Soviética ante la agresión estadounidense. Pero, para remate, era una URSS cuya dirigencia estaba en la etapa final de su descomposición ideológica.

III

Es verdad que unos y otros comandantes de la Dirección Nacional del FSLN actuaron con poca humildad, pero los errores no fueron exclusivamente suyos, sino también de comandantes guerrilleros improvisados como funcionarios del Estado. Igual fallaron los aliados políticos del FSLN, aunque igual afectados por la arrogancia de la Dirección Nacional.

No pretendemos hacer de “profetas del pasado”, sino una autocrítica, pues pocos, o muchos de esos errores, también fueron de quienes participaron en las tareas de la defensa armada; de los que actuamos en la defensa y orientación política desde los medios de comunicación; de los jefes de organismos creados por la revolución (como los CDS), del mismo FSLN y los sindicatos bajo su control.

Contrario a la ética revolucionaria, la autocrítica no ha sido practicada colectiva ni particularmente, lo cual hizo posible que todo terminara con la aberración ortegamurillista.

-o-

(Aquí, vale este pequeño paréntesis: de parte de la derecha política, de los líderes de la contrarrevolución y de sus padrinos estadounidenses –corresponsables históricos de los daños causados al país y la sangre derramada— no podemos esperar ningún interés por hacerse una autocrítica. La autocrítica, no calza con su naturaleza política)

-o-

Todo lo que ocurrió para el fracaso de la revolución nació del poco interés por lo ideológico de buena parte de la conducción política de la revolución y (¿por qué no decirlo?) de la ignorancia general acerca del socialismo que tenía la base sandinista, de exguerrilleros. Parte de estos son quienes hoy forman la base de apoyo de la dictadura. Quieres rectificaron hacen oposición a la dictadura Ortega Murillo, por lo cual a muchos de sus dirigentes los tienen encarcelados.

Por otra parte, en la oposición a la dictadura –de aquí y de allá—muchos siguen siendo fieles a las consignas ideológicas atrasadas cuando califican a los Ortega Murillo como “comunistas”, y hasta le dicen “marxista” a Daniel Ortega. Por supuesto, son más los que tienen conciencia de las consignas que utilizan en su banal discurso anticomunista cuando se refieren a esta dictadura como “de izquierda”, porque eso corresponde al mecanismo ideológico de la propaganda política, mundialmente en boga.

IV

No existe una fórmula para nacer conociendo cómo construir algo sobre la base de ideales infalibles, pero cuando las deficiencias ideológicas no se superan terminan convirtiendo los sueños en pesadillas. En nuestro caso, una de esas pesadillas, tienen actualidad histórica, y sus consecuencias las estamos aguantando.

En esta columna –y la anterior— hemos utilizado el concepto de la cooperación interclasista, porque sin una alianza con todos los sectores políticos y sociales no se podrá construir una Nicaragua democrática.

Pero es necesario evitar confusiones con ese concepto que tiene muy poca diferencia fonética con otro concepto, la colaboración de clases, pero en la práctica no tienen igual significado.

Por lo tanto, necesita una aclaración, aunque sea…

Al margen de estas cuartillas

*La cooperación interclasista, es fundamento de una política de entendimiento entre distintas clases sociales en un momento histórico concreto…

*Que reclama la acción común para la protección –o la conquista—de las libertades y los derechos comunes a todas las personas…

*Como cuando una dictadura lesiona los derechos humanos y las libertades democráticas, encarcela indiscriminadamente a quienes se le oponen…

*Eso impone la necesidad de la acción común por la libertad y defensa de la vida de todas las clases, prioritariamente la de los reos políticos de la dictadura…

*Igual es una necesidad la acción común de todas las clases en la lucha por restablecer la institucionalidad, sin que nadie tenga que renunciar a pensar diferente sobre otros temas…

*En cambio, la colaboración de clases, es un concepto referido, por un lado, a la subordinación política ideológica de los trabajadores ante los intereses empresariales…

*Colaboración de clases, hacen los trabajadores participando en partidos políticos burgueses cuyos programas persiguen tomar o seguir en el poder y garantizar su sistema social capitalista…

*Es renunciar a la organización sindical, o utilizar el sindicato para que los obreros mediaticen la lucha por sus derechos, cuando estos les son negados…

*Extendido al campo político, el concepto colaboracionismo, es apoyar a un gobierno dictatorial…

*Y colaboracionista es quien practica la colaboración con ese Gobierno en cualquier terreno.

*Si Daniel Ortega, se dio cuenta de “que existe en el mundo una sola China”…

*Y “que Taiwán es parte del territorio inalienable del territorio chino”…

*Eso algo que todo el mundo ha sabido desde hace un cachimbo de miles de años, incluso antes de Cristo…

*También es sabido, desde hace 72 años de los 2021 años de la era actual, que su nombre es República Popular China…

*¿Entonces… por qué Daniel ordeñó millones de dólares a Taiwán durante catorce años, sabiendo que es una isla impostora llamada República de China?

Dechilo vo plimelo… puej.

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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