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Restablecer, ¿cuál democracia?

La conclusión inevitable, y lamentable sobre todo, es que los líderes opositores de todas las tendencias fingen amnesia histórica

Vista del Capitolio cubierto parcialmente por una capa de niebla en Washington. EFE/ M. Reynolds

18 de abril 2017

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En Nicaragua, y según la óptica oficialista, estar en contra del “Nica Act” es indicativo de una actitud patriótica en defensa de los intereses de la nación frente a la injerencia extranjera en sus asuntos internos, al querer impedirle al gobierno de Ortega el acceso a los préstamos de organismos internacionales controlados por los Estados Unidos, y cuyas consecuencias las pagarían los más pobres, porque dejarían de beneficiarse con los programas con los cuales –dicen— el gobierno combate y disminuye su pobreza.  Y tal injerencia, la ven como resultado de las gestiones de una oposición vende-patria ante congresistas gringos de ultraderecha; por lo tanto, sin esa acción antipatriótica, no habría intervención norteamericana y aquí…todos seguiríamos felices.

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En la óptica de la oposición, recurrir en petición de que Estados Unidos vete los préstamos en el FMI y el BM como una sanción al gobierno de Ortega, se fundamenta en el derecho internacional, en los derechos humanos y la defensa de la democracia ante una dictadura que no respeta la libertad de prensa, se roba las elecciones, viola los derechos humanos y los derechos políticos de los partidos, controla todos los poderes del Estado, y se enriquece desde el poder.  En fin, para rescatar la democracia, y que los nicaragüenses no sigamos siendo víctimas del gobierno dictatorial de Ortega.  En esta óptica, los congresistas gringos son como ángeles portadores de la justicia internacional ante el celestial congreso de los Estados Unidos.  Y si lograran hacer efectiva su amenaza, Ortega se caería y… todos volveríamos a ser felices.

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Para unos y otros, en sus respectivas ópticas, el pueblo nicaragüense no es un actor real, no existe fuera de sus discursos políticos, y es visto como un objeto pasivo dispuesto a ser utilizado en sus respectivos proyectos, sin voz ni voto y, cuando formalmente puede votar, le roban el voto, le dejan burlado y en el olvido, hasta la próxima campaña electoral.  Ante gobierno y oposición, los obreros y campesinos, incluso sectores medios, no tienen por qué  protagonizar nada, aparte de los trabajos mal pagados.  Sirven como extras en su política, pero son primeros actores en sus películas de guerra.  Para las clases dominantes esos sectores populares son lindos dispersos, pero organizados son perversos, pues no obedecen y hasta se atreven a rebelarse.

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Para los opositores en general, todo el protagonismo del mundo pertenece a los Estados Unidos –por gracia divina, o por su histórica rapiña— desde donde emana la democracia, aunque para bañarse en ella deben buscar su permiso y portarse bien con ellos, fuera como desde del poder.  Darle acceso a sus concesiones –llamadas “inversiones”— para explotar cualquier área de Nicaragua, es una de las condiciones para recibir su bendición.  Pero ahora, y mientras no les convenga otra cosa, los gringos tienen acceso de todo lo que quieren con Ortega, además de que el capital y los capitalistas nicas, subsidiarios de su capital, gozan de la libertad de hacer negocios, sin taza ni medida.  Esa única arista democrática, vale para ser tolerado.

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Y si para los gobernantes estar “en victorias es por la gracia de Dios”, para los empresarios, progresar económicamente es por la gracia de DOS.  Ese estado ideal, para gobernantes y empresarios, equivale a vivir en democracia, porque hay libertad económica.  Entonces, ¿qué necesidad hay de pensar en cambios “radicales”  si basta el buen entendimiento en paz para preservar y promover el desarrollo sin dañar a la economía?  Son algunos impacientes de la oposición, con su “Nica Act” como escudo, quienes pretenden alterar este orden pacífico.  Si en la concordancia económica orteguismo-cosepismo-amchaísmo, hay concordancia política.  Esa es también institucionalidad.

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¿Y la oposición cómo define su concordancia entre sí?  Con una diferencia: un sector confía en la OEA ciegamente y, por ello, también confía en la honestidad del CSE con que Luis Almagro lo barnizó en su entendimiento con Daniel Ortega; y el otro sector también no confía en el CSE barnizado de Ortega.  También tienen una identidad: en conjunto, la oposición tiene confianza en la OEA; significa que también confían en la amenaza del “Nica Act”, que es lo mismo que confiar en la injerencia norteamericana.  Es que no hay modo de separar las gestiones de la OEA y la de los congresistas gringos, pues se trata de la misma injerencia de los gobiernos estadounidenses.

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La conclusión inevitable, y lamentable sobre todo, es que los líderes opositores de todas las tendencias fingen amnesia histórica.  Si no fuera fingida su amnesia, no insistirían en creer que la OEA y el congreso gringo les ayudarán “a restablecer la democracia”.  Nos convencerían de que eso es posible, si respondieran que sí a ciertas preguntas. Apartando el hecho de que en 200 años aquí nunca se estableció cabalmente la democracia, les pregunto:

¿La intervención de los filibusteros estadounidense restableció alguna democracia en 1856?  ¿Restableció aquí Estados Unidos la democracia con su intervención política y militar en 1909 y 1012?  ¿Hubo democracia bajo su  intervención armada en nuestro país, hasta 1926?  ¿Restableció la democracia la marinería gringa entre 1926 y 1933?  Les gustó la democracia que Estados Unidos restableció con su control electoral en 1928 y 1932?  ¿Les pareció bonita la democracia que el Departamento de Estado estableció desde que su sirviente Somoza García asesinó a Sandino en 1934, y a su dinastía la protegió hasta 1979?

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Como estoy seguro de que no les gustó la democracia que estableció la revolución sandinista (1979-1991), y como sé también que les gustó la  democracia neoliberal restauradora de privilegios y de robos que con la injerencia estadounidense rescataron entre 1991 al 2007, no se los voy a preguntar.  Tampoco les preguntaré a los opositores, si les gusta la democracia “come y comamos” que Daniel Ortega restableció desde el 2007, porque sabemos que esa solo les gusta a grandes comerciantes y financieros del Cosep y Amchan.

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Y como también es obvio que la única democracia que los gringos podrían restablecer en Nicaragua es del tipo de la restablecida en el Chile de Pinochet, en la Argentina de los gorilas y ahora de Macri, y la de Temer en Brasil, solo les haré una última pregunta por pura vagancia, porque la respuesta la ofrecen con sus actitudes: ¿no les da vergüenza estar siempre de espaldas a la historia?

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Ruperta y Ruperto

--Según nuestra Constitución, Rupertó, “Los poderes ejecutivo, legislativo, Electoral y judicial, son independientes entre sí y se coordinan armónicamente"…

--Pero en la práctica de Solíses solícitos, Rupertá… ¡se coordinan armónicamente bajo la orientación del “comandante”!

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--¿A cuántas almas salvarían las oraciones que en todo el mundo se dijeron durante la semana santa, Rupertó?

--Eso es imposible saberlo, Rupertá; igual que es imposible saber cuántas vidas no pudieron salvarse del terrorismo de Estado y del terrorismo en varios estados…

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Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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