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Roma soy yo

La novela histórico-política plantea muchas exigencias. Inflar sucesos en los que no tuvieron una destacada actuación, desmeritaría el empeño

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I. Un torbellino creativo

Me adentré en el torbellino histórico-creativo (751 páginas), del primer libro sobre las hazañas de Julio César, Roma soy yo. La verdadera historia de Julio César, (Penguin Random House Editorial, 2022), escrito por Santiago Posteguillo, bajo la promesa que vendrán más dedicados al político-militar que cambió el curso de la historia. Su admiración por el tribuno romano es inocultable. Mostrar afecto no implica incurrir en despropósitos y exageraciones. Debe esmerarse. No hacer concesiones estériles. Muchos historiadores estarán pendientes de cuánto diga. Otros se han comprometido a escribir nuevas novelas sobre Julio César. El interés que despierta entre decenas de escritores, supone persistente actualidad del patricio romano. Sigue despertando renovado interés.


Estructurada con el deliberado propósito de viajar hacia atrás en el tiempo, para rememorar las acciones bélicas de Cayo Mario. Él mismo las relata en el interior de una cantina, a su sobrino Julio César, un mozalbete de diez años. Sus enseñanzas, una especie de decálogo al que ajustará su conducta político-militar en el futuro. La técnica discursiva permite al novelista puntualizar sus exposiciones. No deseaba ir más allá de su infancia, adolescencia y juventud. El despliegue de erudición constituye la columna vertebral de lo narrado. Hila su tejido sobre bases sólidas. No tiene prisa. Avanza con parsimonia. Pretende atar cabos sueltos. El viaje retrospectivo tiene la intención de suplir vacíos. Valioso ajuste histórico-político sobre los primeros años de Julio César. 

Igual que Andrea Frediani en La sombra de Julio César, (Editorial Planeta, 2022), abre el desfile con una riña. Un combate a puño cerrado en el Campo de Marte, entre un niño contra un grupo de rivales. La desigualdad numérica le tiene sin cuidado. Batalla con fiereza. No hay manera de hacerlo desistir. Mana sangre de su rostro No le importa. Carece de miedo. Otro niño acude en su ayuda. Entre los dos hacen frente al pelotón de niños. La tanda de golpes recibidos no les contiene. Continúan batiéndose con fiereza. Una voz de trueno interrumpe la pelea. El tribuno Cayo Mario grita y conmina a parar la trompeadera. Después se dará cuenta que el impertinente, no es otro que su sobrino Julio César. El niño que se batió en su defensa, sin importar riesgos, es Labieno. 

Coincidencias de la literatura, los dos escritores parten de una pelea, nada más que la ayuda, esta vez ocurre a la inversa. En la novela de Frediani la disputa sucede a la inversa, Julio César ayuda a Labieno a huir, salvándole de una posible muerte. Cualquiera haya sido el inicio de esta amistad, el acontecimiento cimenta una relación fraternal. Labieno se convertirá a partir de ese momento, en el mejor amigo de Julio César. Se pondrá a su disposición como aliado incondicional. Estará presente en los momentos más trascendentales que el futuro habrá de deparar al miembro de la gens Julia. Ambos escritores parten de un hecho similar. Las diferencias aparecen en el momento que Frediani decide centrar su historia en las acciones y sagacidad de Labieno. 

Posteguillo y Frediani coinciden igualmente en sus intenciones; el primero apuesta a llenar uno de los huecos más significativos en la vida de Julio César: niñez, adolescencia y juventud. Frediani elucubra sobre las razones que tuvo Labieno, para convertirse con posterioridad, en enemigo a muerte de Julio César. Son grandes objetivos. La novela admite estos malabares. Los escritores deben mostrarse cuidadosos. No magnificar a uno en detrimento del otro o incluirles en acontecimientos en los que no participaron. Sería denigrante. La novela histórico-política plantea muchas exigencias. Inflar sucesos en los que no tuvieron una destacada actuación, desmeritaría el empeño. Los verdaderos historiadores son enemigos de falsificar la realidad. Una forma de ganar prestigio.

Al iniciar Posteguillo de esta forma su novela sobre Julio César, lo hace para recuperar la figura de Cayo Mario, siete veces cónsul de Roma. Uno de sus militares más brillantes. La astucia que utilizó Mario para derrotar a Teutobod, se convertirá en una lección inolvidable. A ella recurrirá Julio César en sus maniobras bélicas. No pelear jamás en desventaja. A ser él quien impusiera las condiciones del enfrentamiento. Sin importarle que sus huestes lo creyeran cobarde. Permanecer con la mente fría. En el confrontamiento político o militar no solo cuenta el proceso, lo que importa son los resultados. Le reprocha haberse batido con un grupo de niños donde solo llevaba las de perder. Se había mostrado “estúpido”. A Cesar dolió la recriminación de Mario. El adjetivo caló hondo.

Santiago Posteguillo, escritor. Foto: Confidencial | Cortesía.

II. Rechaza la petición del dictador

A nadie admiraba más César que a su tío Mario, conocía su grandeza y habilidad para decidir sus acciones hasta última hora. Un prestigio ganado en Roma a través de sus victorias militares y no haber transigido a favor de los Optimates. Siempre estuvo del lado de los Populares. César aspiraba a convertirse en su sucesor. El peso de su legado fue estímulo permanente. Abrigaba dudas de que algún día pudiese alcanzar su valía. Un miedo lógico. Mario le narra los intríngulis de la batalla de Aque Sextiae. Su orgullo fue herido por las legiones del pueblo; ganó el combate. Aprovechando que Sila no estaba en Roma, pactó con Cinna. Para sellar la alianza, pidió acordar el casamiento de César con Cornelia, su hija. Una niña de trece años. Su familia se mostró partidaria de la boda. 

El pretexto de Posteguillo para ofrecernos una imagen cabal de César, fue el juicio que sostuvo contra Dolabela, senador y gobernador de Macedonia. El implacable aliado de Sila, jamás imaginó que el joven César se atrevería a tanto. Implicaba enfrentarse con el propio dictador, dueño de la vida y milagros de todo cuanto acontecía dentro y fuera de las fronteras de Roma. Los argumentos de los abogados de Dolabela, Aurelio Cota, (por demás, tío de César) y Hortensio; y los contra-argumentos de César, (era su primera comparecencia como abogado en un estrado; tenía 23 años), son piezas valiosísimas. César perdió el juicio, pero se alzó con el liderazgo de los Populares. Posteguillo muestra absoluto dominio de la cultura antigua grecorromana. Se desplaza a sus anchas.

Ante exigencias de Sila, César expone su temple. Asume una posición radicalmente distinta a la de Pompeyo. Tratando de cooptar a dos jóvenes en pleno ascenso, Lucio Cornelio Sila les conmina a divorciarse de sus respectivas esposas. La petición de Sila induce a Pompeyo a bajar la cabeza y a separarse de su esposa Antistia, para casamentarse con Emilia, hijastra de Sila. Cuando hace la misma solicitud a Julio César —en un desafío formidable— el joven descendiente de Venus, le responde no estar dispuesto a divorciarse de la mujer amada. Sila jamás pensó que César asumiría esta actitud, (contaba con solo 18 años). Para evitar la furia del responsable de la muerte de su tío Mario, siente necesidad de huir, convirtiéndose por vez primera en fugitivo. 

Uno de los duelos retóricos más brillantes, es la defensa que efectúa César de la joven macedónica, Myrtale, violada con saña por Dolabela, origen del juicio al que se vio sometido sin jamás esperarlo, son los argumentos esgrimidos por Hortensio. Culpa a las mujeres de todas las desgracias sobrevenidas en la tierra; en su respuesta, César demuestra lo contrario. Los hombres somos responsables. Dolos, un hombre, dios del engaño; Penélope, permanece fiel a su esposo; Roma fue creada por los descendientes de Eneas, engendrado por otra mujer, la diosa Venus. Si seguimos a Horacio, la infidelidad de Helena, fue la causante de la guerra de Troya, si nos atenemos a Eurípides, aclara convincente Julio César, ella nada tuvo que ver en esa mítica conflagración.  

Como han apuntado historiadores y novelistas, en casa de Julio César predominaban las mujeres, el hijo mayor de Aurelia, mostraba fidelidad a las enseñanzas de su progenitora. El respeto guardado se debe a su talento y carácter. Expresaba sus convicciones políticas en una época donde muy pocas mujeres estuvieron dispuestas a pronunciarse. César compartía sus opiniones. La muerte prematura de Julio César, su padre, lo llevó a convertirse en “pater familias”. Una gran responsabilidad; demasiado joven. Su madre respetó esta condición, como aliada e impulsora de las decisiones de su hijo. Julio César adoptó como referente a su tío Mario y heredó el temperamento rebelde de su madre. La familia vivía en la Subura, un barrio popular, incomodaba a los Optimates.

El asalto a Mitilene fue la antesala de la consagración de Julio César. Siguiendo órdenes de Sila, Lúculo lo envió a combatir contra Anaxágoras en la mar abierta. Deseaba su muerte por no haber aceptado separarse de Cornelia. Su renuencia lo indispuso con el dictador romano. Contrario a lo esperado por Lúculo —el joven de 21 años— diseñó su propia estrategia. Evitó combatir en el mar con desventaja. Atacó la fortaleza. Labieno cayó herido. César lo rescató bajo una lluvia de flechas. Con un brazo sostuvo el escudo y con el otro a su lugarteniente, salvándole de una muerte inminente. En esta batalla ganó la Corona cívica. Se enteró que Sila ya no mandaba en Roma. Era el momento de regresar a la capital del imperio romano; ambos habían cumplido su misión. 

III. Huye de Roma por segunda vez 

La persecución implacable de Sila, luego de rechazar sus pretensiones, convierte su asesinato en asunto de Estado. Miles de legionarios buscaron al inoportuno, dentro y en las montañas adyacentes a Roma. Huir era la única alternativa.  Sila jamás se apiadaba de nadie. Menos de quien presumía iba a ser un dolor de cabeza para sus sucesores. Pese de adversar su política de tierra arrasada —dos veces se tomó Roma— no estaba en el ánimo de los senadores contradecir a Sila. Compartían los deseos de librarse de César. Los excesos palaciegos —mujeres, drogas y borracheras— provocaron la muerte del dictador. Perder el diferendo contra Dolabela y ganar el liderazgo de los Populares, llevó a los Optimates y a Dolabela, solicitar a Pompeyo, el sucesor de Sila, pidiera a Julio César, abandonar Roma. Por segunda vez, se ve obligado a partir al ostracismo.   

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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