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Abril: Un antes y después para Nicaragua

El país fue sacudido por el retumbo del despertar ciudadano y el puño represivo de Ortega-Murillo, en una rebelión ciudadana que no tiene vuelta atrás

Hay 365 días para detener la caída en el precipicio y dar una verdadera muestra de amor a Nicaragua y de amor a los pobres de este país

1 de enero 2019

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Nicaragua finalizó el 2018 convulsa y herida por la brutal represión orteguista, pero inicia el 2019 con la firme convicción de continuar su rebelión cívica contra la nueva dictadura establecida por Daniel Ortega y Rosario Murillo.

En 2018, Nicaragua fue sacudida por el retumbo del despertar ciudadano, y por el puño represivo de Ortega y Murillo, quienes enfrentaron la revolución cívica, el reto y la demanda nacional de libertad, con la desmesura de sus fusiles. El grito de las masivas protestas pacíficas fue acallado con la masacre paramilitar y policial. Las barricadas fueron derribadas con brutalidad y saña; el diálogo se trancó, y la venganza cayó sobre la ciudadanía: juicios que colmaron las cárceles con tantos presos políticos como nunca antes en la historia nacional. Persecuciones que derivaron en un éxodo de más de 60 000 nicaragüenses. Pero sobre todo lo irrecuperable: los muertos, los más de 325 asesinados que cambiaron, de una vez por todas, la definición de un Gobierno autoritario por la de dictadura sanguinaria. La dictadura Ortega-Murillo que hoy se mantiene a flote con mano militar en medio de la severa crisis económica, sanciones y aislamiento internacional.

Disparo con trayectoria de arriba hacia abajo. Ingresó en la frontal-derecho hacia la región parieto-occipital. El proyectil de AK quedó alojado en la línea media del cerebro.


“Fue una masacre, no un golpe de Estado”, declaró la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), misión que luego fue expulsada del país. Nicaragua entró en erupción el 18 de abril cuando el régimen Ortega-Murillo ordenó unas fallidas reformas a la Seguridad Social. Los universitarios —que ya andaban motivados para la protesta por el incendio de la Reserva Biológica Indio Maíz— se volcaron a las calles junto a los jubilados a protestar. El epicentro de ese despertar ciudadano fue la zona comercial de Camino de Oriente, sobre la carretera a Masaya.

Turbas fanatizadas de Ortega atacaron a manifestantes el 18 de abril en Camino de Oriente, Managua. Carlos Herrera | CONFIDENCIAL.

Las turbas de la Juventud Sandinista y la Policía reprimieron con tubos, golpes y pedradas a los manifestantes. También robaron. La represión fue transmitida en vivo por redes sociales y la televisión nacional. Lo que sucedió al día siguiente fue irreversible: las tomas de las principales universidades públicas del país y la respuesta antimotín. Los primeros asesinados de las protestas, Darwin Manuel Urbina en la Upoli, Franco Valdivia y Orlando Pérez en Estelí, y Álvaro Conrado, el adolescente mártir, significaron el parteaguas de la situación nacional. “Un antes y un después” de abril.

A ocho meses de iniciada la crisis sociopolítica, al parecer el único consenso que existe entre quienes piden justicia y democracia y los que proclaman que “el comandante se queda” pese a la intentona “golpista”, es que Nicaragua no es la misma desde abril. “Antes y después”.

Más de 80 fallecidos suma la masacre orteguista, desatada tras las protestas que iniciaron el 18 de abril contra Daniel Ortega. Confidencial | Carlos Herrera

Marcha cívica para exigir justicia ante la masacre orteguista, el 30 de mayo, Día de las Madres Nicaragüenses. Confidencial | Carlos Herrera

La dictadura insiste con el “antes”: acusa a “los terroristas” de destruir la imagen del país más seguro de Centroamérica. De desestabilizar la economía y destruir aquel modelo de consenso entre el Gobierno y el gran capital que operaba al margen del resto de la sociedad. De minar a una Administración que promovía el progreso social, sin importar que esa supuesta bonanza estuviera cimentada en fraudes electorales, corrupción, dominio de las instituciones públicas, control sobre las fuerzas armadas, los medios de comunicación, y la instalación de un modelo familiar de Gobierno sellado con la imposición de Rosario Murillo como vicepresidenta.

El pueblo, que veía aquella deriva autoritaria con suma pasividad, explotó en abril. Impredecibles y potentes tal cual volcán. La gente comenzó a exigir la restitución de sus derechos civiles, sociales y políticos. De nada sirvió que Daniel Ortega echara marcha atrás a la reforma de la Seguridad Social. La protesta nacional había mutado y la barbarie subsiguiente cambiaría Nicaragua por completo. La ciudadanía insiste con el “después”: ¿Pueden Daniel Ortega y Rosario Murillo seguir gobernando después tanto dolor y daño infligido a las familias y al país?

Después del fracaso del Diálogo Nacional mediado por la Conferencia Episcopal de la Iglesia católica, debido a la tozudez del régimen de no negociar un adelanto electoral, la democratización del país y la justicia por los asesinados, la represión entró en nuevas fases.

Nicaragua estudiantes diálogo nacional

Estudiantes gritan a Ortega y Murillo consignas contra la represión en la Mesa del Diálogo Nacional. EFE | Jorge Torres | CONFIDENCIAL.

Pasada la masacre de los tranques y barricadas en Masaya, Carazo, León, Matagalpa y otras ciudades, vino la persecución contra los líderes sociales. La deslegitimación y los golpes contra los obispos. Las redadas policiales y paramilitares que, a la fecha acumulan alrededor de 600 presos políticos. La “tercera fase de la represión” en palabras de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

El organismo constataba lo que sucedía en el país a través del Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua (MESENI), mientras el Grupo Interinstitucional de Expertos Internacionales (GIEI) trabajaba a contra corriente de las instituciones públicas en el esclarecimiento de los crímenes sucedidos entre el 18 de abril y el 30 de mayo, esta última jornada cuando ocurrió la “masacre del día de las madres”. Fue uno de los días más dolorosos de la crisis de derechos humanos, y, quizá, solo igualado por el dantesco asesinato de la familia Pavón en el Barrio Carlos Marx: las seis personas (dos niños incluidos) quemadas vivas por paramilitares y policías, de acuerdo a los videos de cámaras de seguridad.

La tercera fase represiva consistió en el uso de las instituciones para criminalizar a los manifestantes. Surgió el delito de “terrorismo y golpismo” y los juicios prefabricados sin pruebas fehacientes. Los jueces de la dictadura comenzaron a dictar condenas desorbitadas de hasta 60 años por manifestarse en contra de los Ortega-Murillo.

Medardo Mairena

Los campesinos Medardo Mairena, Silvio Pineda y Pedro Mena, en una foto del juicio a puerta cerrada, tomada por el fotógrafo de la Presidencia, Jairo Cajina. Tomada de El 19 Digital | Confidencial

Paulo Abrao, secretario ejecutivo de la CIDH, definió las etapas de la represión. La primera duró hasta junio: represión tradicional con “uso desmedido de la fuerza de la policía directamente contra los manifestantes”.

La “segunda fase”, según Abrao, engloba la llamada “Operación Limpieza” que se cebó con los tranques y barricadas. Con la puesta en marcha de la tercera etapa represiva, con los líderes ciudadanos y sociales presos o en el exilio en Costa Rica (se han refugiado más de 60 000, según ACNUR), la cuarta fase se centró en organismos defensores de derechos humanos y la prensa independiente. Los periodistas han recibido más de 420 agresiones desde abril, de acuerdo al monitoreo de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro, entre ellas el asesinato de Ángel Gahona en Bluefields. En su momento más reciente, esta etapa de represión ha incluido el asalto y ocupación militar de las redacciones de Confidencial y Esta Semana, y el cierre de 100% Noticias, que incluyó el secuestro y criminalización de su director Miguel Mora, y su jefa de prensa, Lucía Pineda Ubau, ahora presos políticos del régimen.

Mientras el régimen escala la represión y sostiene a capa y espada que el país ha regresado a la normalidad, la tambaleante economía lo contradice. 467 000 personas han perdido su empleo desde el inicio de la crisis. El Producto Interno Bruto (PIB) decreció en casi 8 puntos porcentuales, y el año 2019 no trae mejores presagios de acuerdo a economistas. El dictador ha propuesto la “economía del gallo pinto”, es decir de subsistencia. La reciente aprobación de la Nica Act termina de apuñalar la economía: aparte de las sanciones contra funcionarios del régimen, prohíbe los préstamos ante organismos multilaterales.

Fichas para la negociación

Aunque el régimen Ortega-Murillo está aislado internacionalmente, y flanqueado por las sanciones de la Nica Act y las impuestas directamente por Donald Trump a Rosario Murillo, la pareja presidencial se aferra al poder con represión y con las manos llenas “de fichas” para una eventual negociación.

Sergio Ramírez, que conoce de cerca a Daniel Ortega tras ser su vicepresidente en los ochenta, dijo que hay mucha probabilidad de que El Carmen actúe de acuerdo a la tradición negociadora que lo ha caracterizado: “Se trata de acumular fichas adentro de una casilla: Prisioneros políticos, expropiaciones, abusos, arbitrariedades, de modo que cuando venga la hora de una negociación, poder entregar ese montón de fichas y quedar como estaba la situación hasta el 17 de abril”.

Masaya

Funeral de Jorge Zepeda, uno de los jóvenes asesinados en Masaya. Carlos Herrera | Confidencial

Sin embargo, el escritor anotó que pretender eso sería un error. “Eso ya no es posible. Esta crisis tiene un nivel tal de deslegitimación, de ausencia de institucionalidad, de falta de la democracia, que no puede ser resuelta poniendo fichas en el tablero”, resaltó Ramírez.

La historiadora y exguerrillera sandinista, Dora María Téllez, señaló que Ortega inició enero de 2018 con “hegemonía” total, y recibirá enero de 2019 con un proyecto político en franco declive.

“No existe el escenario del 17 de abril previo a la crisis. Sus acciones lo han llevado a un abismo. Está en declive y mientras su régimen termina, apuesta al desgaste con represión. A ver quién aguanta más, si el pueblo o la dictadura. Los pueblos no mueren, las dictaduras sí”, dijo Téllez.

Masaya

Entierro de uno de los jóvenes asesinados en Masaya. Carlos Herrera | Confidencial

Ramírez también insistió en que las condiciones de la Nicaragua previa al 18 de abril no pueden volverse a instalar. Ramírez lo cree porque el gobierno sandinista ahora no “tiene el favor” de los empresarios, la iglesia católica y Estados Unidos, gobierno con el cual mantenía relaciones normales.

“Después del 18 de abril todo estos elementos que conforman la estabilidad del poder en Nicaragua, que forman el consenso para poder gobernar, ya no están allí. Un Gobierno que se aísla en un cerco de represión para poder gobernar, es imposible que pueda darle gobernabilidad al país”, advirtió Ramírez. “No va a llegar el momento en que el acuerdo sea que este Gobierno permanece incólume y las fuerzas que equilibraban la institucionalidad del país van a volver a sus posiciones anteriores. Eso es completamente difícil. Si ellos (Ortega-Murillo) no pueden ver eso, están totalmente equivocados. Eso los lleva al desastre”.

Téllez criticó que las acciones represivas no le han servido “de nada” a Ortega. “¿Matando, encarcelando, con presos políticos, cerrando ONG, persiguiendo han resuelto la crisis social y económica?”, preguntó.

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Wilfredo Miranda Aburto

Periodista. Destaca en cobertura a violaciones de derechos humanos: desplazamiento forzado, tráfico ilegal en territorios indígenas, medio ambiente, conflictos mineros y ejecuciones extrajudiciales. Premio Iberoamericano Rey de España 2018.

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