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José Miguel Vivanco: “Nicaragua ya es un régimen de partido único”

“Ortega apuesta al cansancio internacional; espero que Boric, en Chile, y otros Gobiernos, puedan relanzar la presión a la dictadura fuera de la OEA”

“Daniel Ortega apuesta al cansancio internacional; espero que Boric

Carlos F. Chamorro

11 de julio 2022

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El defensor de derechos humanos y exdirector de la División de las Américas de Human Rights Watch (HRW), José Miguel Vivanco, considera que “Nicaragua ya es un régimen de partido único”, y que acciones como la expulsión de las Misioneras de la Caridad y el golpe a las alcaldías opositoras, “no van a ser los últimos casos, (y) Ortega va a continuar con el plan de eliminar cualquier tipo de entidad que pueda hacerle sombra”, porque no hay manera de frenarlo.

Daniel Ortega “está apostando al cansancio de la comunidad internacional”, dice Vivanco en esta entrevista con Esta Semana y CONFIDENCIAL, y aboga por “un relanzamiento de la presión contra la dictadura”, encabezado por el presidente de Chile, Gabriel Boric, y otros Gobiernos latinoamericanos y europeos, desde fuera de la Organización de Estados Americanos (OEA).


En la última semana, la dictadura Ortega-Murillo expulsó de Nicaragua a las misioneras de Madre Teresa de Calcuta, después de cerrar sus obras de beneficencia, junto con otras 850 organizaciones no gubernamentales que han sido canceladas. ¿Cómo se lee esta agresión desde el punto de vista de los derechos humanos, el derecho de asociación e incluso la libertad religiosa?

Estamos ante un tirano que gobierna Nicaragua, junto a su esposa, como si fuera una finca privada, y en su propiedad él hace y deshace; no tiene mayores obstáculos, porque tiene el control total del país, y no hay manera de restringir el ejercicio absoluto del poder.

Lo que hemos visto es una arbitrariedad más y, si estas circunstancias no cambian, me parece que no van a ser los últimos casos. Él va a continuar con el plan de eliminar cualquier tipo de entidad que pueda hacerle sombra, que pueda representar una alternativa. Incluso, no estamos hablando de instancias que puedan criticar al Gobierno, porque las hermanitas de la Caridad, de la Madre Teresa de Calcuta, no son un medio de comunicación que está criticando al Gobierno, ellas están en una actividad que es esencialmente humanitaria. Y lo que hace Ortega es demostrarle al país y al mundo que él puede hacer lo que se le antoja, y que no hay manera de frenarlo.

A este crimen contra las Misioneras de la Caridad se agrega otro, que es la persecución contra los periodistas y el personal del diario de La Prensa, que cubrió la expulsión de las monjas. Hay un acto de censura, se prohíbe la toma de una fotografía o de un vídeo cuando se está expulsando a las monjas; y hay tres personas en la cárcel por ese presunto delito que está investigando la Policía.

La persecución de Ortega está ejercida de una manera tan violenta, y se ha desatado de un modo tan avasallador que no queda, digámoslo así, “títere con cabeza”. Si un fotógrafo sacó una foto que a Ortega o Murillo no le gusta, y simplemente es una foto que da cuenta de un hecho, como es la expulsión de las hermanas, eso es castigado, y ese fotógrafo puede terminar hasta en la prisión. Es el ejercicio brutal y arbitrario del poder, que es propio de un régimen dictatorial, que conocimos en el siglo XX, o el siglo XIX.

 El régimen ordenó el asalto policial contra las únicas cinco alcaldías opositoras, cuando faltan cuatro meses para otras elecciones municipales. ¿Se va a consolidar en Nicaragua un régimen del partido único?

Ya es Nicaragua un régimen de partido único, y lo que está haciendo Ortega es afianzar un modelo que está fundado en el arbitrio y en el temor; lo de las hermanas, lo de la Iglesia católica, las organizaciones no gubernamentales, los medios de comunicación, tienen un solo objetivo, y eso es poder gobernar sobre la base del terror, donde las personas llegan a una situación de total parálisis.

¿Cómo evalúas la reacción de la comunidad internacional ante esta crisis prolongada de Nicaragua? Por ejemplo, los Gobiernos de Centroamérica están proponiendo normalizar las relaciones con Nicaragua para que se elija al candidato de Ortega como secretario general del Sistema de Integración Centroamericana.

Yo lamento lo que voy a decir, pero me parece que corremos el riesgo de entrar en una especie de fatiga internacional, un agotamiento en torno al tema de Nicaragua, donde la comunidad internacional tiene tantos problemas sobre la mesa, y escucha que existe una dictadura en Centroamérica, que gobierna de una manera arbitraria, y persigue consolidarse para el resto de la vida en el poder, que ya están con una actitud casi de resignación; y otros en cambio, cumplen con apoyar resoluciones de condena. Entonces, es casi como una especie de rutina. A eso le apuesta Ortega y Murillo, al cansancio de la comunidad internacional.

Pero, por supuesto, es un extremo absolutamente inaceptable que los países vecinos, centroamericanos, permitan la elección de un candidato de esta dictadura, a un puesto tan importante de carácter regional. Pero, ¿se podrá esperar algo distinto de la señora Xiomara Castro, en Honduras, que decidió no acudir a la Cumbre de las Américas porque no invitaban a Venezuela, a Cuba y a Nicaragua? ¿Se podrá esperar algo distinto de (Nayib) Bukele, en El Salvador, que es otro aprendiz de dictador? ¿O del señor (Alejandro) Giammattei, en Guatemala?

Pero, pareciera que el que está inclinando la balanza ahora es el propio presidente de Costa Rica, que dice que está evaluando si le da esa anuencia al candidato de Ortega para ser secretario general del SICA.

Veremos si el presidente (Rodrigo) Chávez se inclina finalmente por premiar a Ortega con un puesto tan importante como el del SICA, sin los reparos democráticos necesarios. Costa Rica hace parte de un triunvirato, al que se acaba de sumar Ecuador junto con República Dominicana, y Panamá, que son Gobiernos que están defendiendo los valores democráticos en toda la región. Pero, la verdad es que da la impresión que el actual gobernante de Costa Rica tiene una actitud ambivalente frente a la necesidad de proteger, promover y defender la democracia en América Latina.

El Banco Mundial aprobó un préstamo de 116 millones de dólares al Gobierno de Nicaragua para desarrollar programas de salud frente a la covid-19, a pesar de que el régimen no ha cumplido con ninguno de los estándares básicos de transparencia frente a esta tragedia humanitaria. Y vimos que Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Países Bajos e Italia votaron en contra de este préstamo, pero hubo una mayoría de países que lo aprobaron.

Es muy grave que el Banco Mundial, contra el voto de Estados Unidos y naciones europeas, haya avanzado con un préstamo de este tipo. Usualmente ellos dicen que la razón principal es que el préstamo está dirigido a mejorar las condiciones de vida de los nicaragüenses, y que suspender un crédito de esa naturaleza no daña a la dictadura, sino al pueblo de Nicaragua.

Pero, lo lamentable es que no hubo un debate lo suficientemente amplio, porque nadie discute que no se trata de castigar al pueblo de Nicaragua, que ya está fuertemente castigado por los crímenes de la dictadura de Ortega- Murillo, pero entregarle recursos a un régimen, que funciona sobre la base de la corrupción, la opacidad, porque ahí no hay transparencia alguna ni rendición de cuentas, entregarle un cheque en blanco, por parte del Banco Mundial, sin reparar en que ese sistema de gobierno es una dictadura, me parece que es un grave error.

Los familiares de los presos políticos están demandando que se abran las cárceles de El Chipote para constatar el estado de salud en que se encuentran sus familiares que han sido víctimas de aislamiento y de tortura durante más de un año. Pero, hasta hoy el régimen no le ha permitido entrar a la Cruz Roja Internacional; y también ha sido rechazada la comisión de tres expertos independientes internacionales, nombrados por la Asamblea General de la ONU. ¿Se va a imponer esta impunidad del régimen?

Yo creo que sí. Ortega está convencido que las decisiones de impedir la más mínima rendición de cuentas ante la comunidad internacional, no tiene para él ningún costo político.

Si la comunidad internacional no reinicia un proceso fuerte, concertado, de presión a esa dictadura, Ortega va a seguir haciendo lo que se le antoja sin pagar el más mínimo costo por sus actuaciones.

La única vía posible es que gobiernos, como por ejemplo el de Chile, que ha expresado, tanto su presidente, como su canciller, una solidaridad muy fuerte hacia los demócratas en Nicaragua, pueda diseñar un proceso donde otras democracias, tanto regionales como de otras partes del mundo, se organicen por fuera de la OEA, con miras a hacer gestiones para presionar a esa dictadura.

Estás hablando de una posible renovación de este reclamo democrático por el presidente Gabriel Boric, reconociendo que la OEA está paralizada; también el presidente electo Petro, en Colombia, ha hecho declaraciones muy directas sobre esto. Pero, hay otros Gobiernos en América Latina, llamados progresistas, como los de México, Argentina, que apuntan completamente en otra dirección. Entonces, ¿Cómo se puede renovar ese reclamo de derechos humanos y democracia?

Yo creo que esperar algo del Gobierno de México no es realista. Andrés Manuel López Obrador ha mostrado que su solidaridad o aprecio es mayor hacia las dictaduras que hacia las víctimas de las dictaduras o hacia los ciudadanos; esperar algo de Argentina, difícil.

Creo que es realista esperar que el Gobierno de Chile pueda diseñar una coalición donde ojalá se incorpore Petro, el nuevo presidente de Colombia una vez que asuma el poder, y otros países; pero también europeos, también Estados Unidos y Canadá. No tiene por qué ser esta una coalición masiva de gobiernos, pueden ser seis, siete gobiernos profundamente comprometidos con la causa nicaragüense, y que estén dispuestos ellos a, por ejemplo, a enviar un emisario de alto nivel para hacer gestiones, no solo por los presos políticos, sino también con el propósito de lograr un calendario, en el corto plazo, que permita el retorno de la democracia en Nicaragua.

Vos viviste el cambio de la dictadura de (Augusto) Pinochet en Chile, en tu país, y también de las otras dictaduras del siglo XX en América del Sur. ¿Qué le dirías a los nicaragüenses que hoy están en este estado de resistencia y también empezando a tener esa suerte de desesperanza en las dificultades que enfrentan para recuperar la libertad, y todavía más aún, para llegar a la verdad y a la justicia?

Lo que están padeciendo es algo que hemos vivido en otras temporadas en América Latina, que son periodos muy duros, desesperanzadores, de gran angustia por los niveles de represión, de violaciones a derechos, por la falta de amparo. No hay protección, están totalmente a la intemperie del ejercicio arbitrario del poder; y lo que hay que hacer es no perder la esperanza, no perder la fe, seguir buscando maneras de unirse todos aquellos que puedan estar en oposición con este régimen brutal y salvaje de Ortega y Murillo, y tratar de sobrevivir con mecanismos pacíficos de protesta o de rechazo al régimen, informando y documentando los abusos.

Es una tarea compleja, difícil. Pero, lo que la historia nos muestra es que estos regímenes no son eternos y que se producen circunstancias (de cambio), en la medida en que hay una sociedad civil que intenta defender sus espacios, y una comunidad internacional solidaria. Yo espero que pronto Nicaragua encuentre un camino que le permita llegar a una normalidad institucional.


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Carlos F. Chamorro

Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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