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Mónica Baltodano: “Sucesión con Murillo generaría una crisis interna sin solución (en el FSLN)”

Excomandante guerrillera analiza las claves del ataque de la cúpula al “sandinismo histórico”, y el proceso por narcotráfico contra el “Chino Enoc"

La excomandante guerrillera Mónica Baltodano. Foto: Archivo

Redacción Confidencial

2 de junio 2022

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Para la excomandante guerrillera, Mónica Baltodano, la razón del desprecio de la vicepresidenta Rosario Murillo al “sandinismo histórico” es un cierto complejo, porque ella no tiene una trayectoria dentro del partido y se puso “el uniforme verde olivo el 19 de julio”.

Según Baltodano, la figura de Murillo provoca división y rechazo en la propia militancia sandinista, a causa de una serie de actuaciones marcadas por su autoritarismo, aunque, desde la cúpula encabezada por Daniel Ortega sea vista como la “sucesora” como una manera de garantizarse “impunidad”.


“Los combatientes fueron relegados en el último cajón del olvido. Y solo tomados en cuenta, o vueltos a sacar para utilizarlos como paramilitares en 2018”, dice Baltodano, desde Costa Rica, en una entrevista con el programa Esta Noche, que se transmite en el canal de CONFIDENCIAL de YouTube.

La excomandante, crítica del FSLN desde hace décadas, analizó las claves del reciente proceso abierto contra Marlon Sáenz, conocido como el “Chino Enoc” entre los sandinistas, por supuestos delitos vinculados al narcotráfico, luego de sus críticas públicas a Murillo en las redes sociales.

Mónica, ¿qué representa este juicio para la militancia del FSLN?

Es una advertencia para toda la militancia, los trabajadores del Estado, para quienes todavía respaldan al régimen, de que cualquier tipo de crítica puede dar lugar a medidas represivas.

Está clarísimo incluso que el régimen es más cruel y envenenado contra quienes venimos de las filas del orteguismo, que quienes vienen de las liberales o conservadoras. Eso lo ha mostrado la crueldad con la que están tratando en particular a los presos políticos de origen sandinista y, no solo me refiero a figuras como Dora María Téllez, Ana Margarita Vijil, Suyén Barahona o Víctor Hugo Tinoco, también a todos aquellos que fueron capturados y torturados desde 2018.

En abril pasado, la militante Sandra Martínez denunció el asedio policial por intentar una reunión con un grupo de “históricos”. El exdiputado y exalcalde sandinista, Gerardo Miranda, pasó una semana preso en El Chipote, amonestado por “conspirar” con ellos. ¿Qué representan hoy en el FSLN y por qué Murillo intenta desarticularlos? 

Murillo no tiene una historia combativa dentro del Frente Sandinista. Ella se puso el uniforme verde olivo el 19 de julio, antes de llegar a la Plaza de la Revolución, pero su vinculación a la lucha antisomocista era más bien marginal. Es decir, como poetisa anduvo en algunas actividades muy importantes desde el punto de vista cultural. 

Pero ella no tenía una historia de combatiente. Diría que implica para ella un cierto complejo, que se manifestó en esos diez años (del primer Gobierno sandinista) en ciertos reclamos. A principios de los años noventa, cuando pasamos a la oposición, ella intentó por todos los medios ser de la Asamblea Sandinista y nunca perdonó no haber conseguido ser electa para 1991. 

Cuando ella llega a espacios de poder, manifestó un claro menosprecio a todos aquellos que teníamos historia. Y enfatizó en las nuevas generaciones antes quienes fue colocándose, o a través de un relato inventado—no solo alrededor de ella, sino del propio Ortega—, porque si vos le preguntás a los jóvenes del FSLN creen que él dirigió todos los frentes de lucha.  

Por eso, los combatientes fueron relegados en el último cajón del olvido. Y solo tomados en cuenta, o vueltos a sacar para utilizarlos como paramilitares en 2018. Si vos te fijás es hasta después de la sublevación de 2018, en que vuelven a subir a la tarima a algunos de ellos, dándole un rol en el relato de la lucha contra el supuesto golpe de Estado.

¿Estas son pruebas de que existen fisuras en el FSLN?

Existen muchas fisuras, no de ahorita, sino de muchos años atrás. Antes de la sublevación, ya existían y una de las que ha provocado más es el rol que Ortega le ha asignado a Rosario Murillo. (El mismo) ha sido acompañado de una relación muy prepotente, absolutamente autoritaria, vertical donde no deja que cualquier persona opine diferente a ella en las reuniones. 

Por eso, de un día para otro, ministros son separados de sus cargos, alcaldes, sin mediar proceso legal. Todo el que disiente de una manera u otra con respecto a ella pasa a ser sometido a procesos de defenestración. Entonces, ¿qué hace la militancia? No solo la critican en silencio, en grupos muy pequeños, o asumen como el caso del “Chino Enoc”, un rol más activo y beligerante, pero cuidándose de no atacar a Ortega. 

Enfatizan un orteguismo exacerbado, que roza con el servilismo más abyecto. Son lamebotas de Ortega y atacan a Rosario.

Vigilancia dentro del FSLN

Sin embargo, ¿este malestar no se transforma en una crisis visible?

Ni se va transformar hasta que pueda expresarse con más posibilidades el movimiento popular contra la dictadura. Eso ocurre siempre, es decir las disidencias internas no se manifiestan hasta que coinciden con el movimiento externo. Si no mira el derrumbe del socialismo en Europa del Este, en donde el cero apoyo institucional de la militancia a sus autoridades, terminó de derrumbar al régimen.

Hay fracturas muy profundas, pero mientras permanezcan los intereses de los puestos, el miedo a la represión también... Va influir el factor del salario, el empleo, los altos costos de la vida, la brutal situación a la que se está sometiendo a la gente que tiene que emigrar, todos esos factores van a confluir en el momento en que se deben de dar esas defecciones.

La vigilancia y el control político se ha extendido a altos funcionarios, ¿por qué? ¿Hay una crisis de confianza?

Se ha acentuado con el caso de Arturo McFields. Eso fue un golpe muy duro para el régimen, toda vez que estaba en un espacio de mucha presencia internacional como es la OEA, pero también porque responsabilizan a Murillo de haberle dado ese rol. Precisamente como parte de las nuevas generaciones del sandinismo.

Por un lado, los combatientes históricos la acusan a ella de darle un rol importante a estos jóvenes, pero por el otro lado, está clarísimo que hay una parte importante del sandinismo histórico constituido: comandantes de la revolución como Henry Ruiz, Luis Carrión, el mismo Víctor Tirado—que terminaron usando a partir de su situación de salud—, todos eran comandantes de la revolución como Humberto Ortega mismo, que no respaldan al régimen. Pero también hay una gran cantidad de comandantes guerrilleros. 

Por el otro lado, hay una parte de los históricos que fueron utilizados como elementos claves en la represión que reclaman a Murillo que, a pesar de esa docilidad o el rol jugado en esas circunstancias, no le asignan la responsabilidad que ellos consideran deben asumir: cargos e incluso soluciones a problemas materiales graves, porque muchos de ellos han muerto en la más absoluta pobreza y abandono.

¿Cómo impacta esto en el apoyo de los empleados públicos? 

Hay una vigilancia cruzada. El “Chino Enoc” denunciaba no solo a Murillo, también a secretarios políticos, a un montón de funcionarios que no tenían ninguna historia. Venían incluso del somocismo. El propio primer vicepresidente, con el que Ortega gana las elecciones de 2006, era uno de los principales líderes de la Contra. Algunos señalan el rol que le han dado a liberales como Wilfredo Navarro. 

Lo reclaman justamente, mientras a la vez son vigilados, porque les tienen desconfianza por situaciones como la del “Chino Enoc”, o críticas que realizan en sus reuniones. Por eso, ya no los dejan reunirse. Por otro lado, a algunos de ellos los necesitan porque siguen haciendo funciones de vigilancia en los barrios.

Otros han caído en la desgracia por tener críticas, no solo con Rosario, sino con los alcaldes. Conozco gente que disiente claramente del de Matagalpa, de alcaldes que han sido reelectos una y otra vez. Es una situación que no se puede simplificar: hay de todo, pero definitivamente hay fractura y roces internos.

Muerte de Hugo Torres

¿Cómo se explica el silencio del Ejército ante el fallecimiento en la cárcel del preso político, general en retiro Hugo Torres? ¿Tuvo eso un impacto interno?

Si lo tuvo, e igualmente lo manifiesta solamente el círculo más íntimo. Fue una actitud vergonzosa la del Ejército, de no haber rendido el homenaje que se merecía un exgeneral con la historia de Hugo Torres. Y muestra la total falta de independencia institucional, la actitud borrega y servil del jefe del Ejército, y eso obviamente tuvo sus consecuencias. La captura de Dora María (Téllez), la situación de Víctor Hugo Tinoco, o la muerte de Torres, han ido horadando la cohesión que uno podía ver en las filas orteguistas antes de 2018. Todo eso genera inconformidad que se ventila muy en silencio. Porque todos tienen miedo del otro. 

¿Todo esto no produce contradicciones en el FSLN, o simplemente deben callar por supuesta disciplina partidaria? 

Por la disciplina partidaria, temor, cobardía, muchos de ellos—simplemente por intereses. Porque están viviendo del erario, las prebendas que les da el régimen y tienen temor de perderla. Hay un factor de interés, material, económico que los mantiene en silencio y algunos de ellos van a morir, justificándose con el relato del golpe de Estado.

¿Qué representa Murillo para los sandinistas históricos y la sucesión familiar en el poder? 

Tal vez, en primer lugar, Daniel Ortega no pensó que quién le iba a suceder en el poder fuese Rosario Murillo, yo creo que ahora sí lo cree. La única manera de garantizarse impunidad es a través de la sucesión dinástica. En la medida en que han sido señalados con responsabilidades de crímenes de lesa humanidad, le tienen miedo hasta a su sombra. 

¿Y los “históricos” estarían dispuestos a aceptar a Murillo?

Creo que no. Una sucesión, que descansara en Rosario Murillo, generaría una crisis interna sin solución. Su rol no crea simpatía, de la manera cómo ella ha ejercido el poder. Es autoritaria, despótica, y eso no contribuye a que su sucesión garantice la continuidad del orteguismo.


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