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Ortega se atornilla en el poder junto a su esposa

Ortega se ríe de la historia e impone su dinastía familiar en la misma plaza donde hace 38 años los nicaragüenses celebraron la caída del somocismo

Icaza: “Nica Act va a generar contradicciones en los principales aliados del régimen”

Vladimir Vásquez

11 de enero 2017

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Daniel Ortega y Rosario Murillo fueron juramentados sin mayores sorpresas en la Plaza de la Revolución. Él para iniciar su cuarto mandato como presidente, el tercero consecutivo, mientras que ella será su vicepresidenta por los próximos cinco años, garantizando así la sucesión dinástica en el poder.

Murillo fue la primera en ser juramentada por el presidente de la Asamblea Nacional Gustavo Porras, quien es considerado un hombre de confianza de la ahora vicepresidenta de la República. Murillo hizo un cambio en la promesa de ley y usó su propio lenguaje violando así lo establecido en la Ley 104.


“Ante Dios, ante la patria, ante nuestro héroes y mártires, ante el pueblo y las familias de nuestra Nicaragua bendita y siempre libre, ¿jura solemnemente respetar la constitución, las leyes, los derechos y las libertades cumpliendo fielmente las responsabilidades y deberes que el pueblo nicaragüense le ha conferido?”, preguntó Porras a Murillo.

“Sí, juro con el poder de Dios, encomendándome a Dios y al pueblo nicaragüense que nos acompaña”, respondió la ahora vicepresidenta de la República.

La promesa de ley publicada en la Gaceta diario oficial el 26 de julio de 1990, establecía que la pregunta que debía hacerse al funcionario era: “¿Prometeís solemnemente ante Dios, la patria, nuestros héreos nacionales y por vuestro honor, respetar la Constitución y las leyes, los derechos y las libertades del pueblo y cumplir fielmente a conciencia los deberes del cargo que se or ha conferido?”. “Sí prometo”, se debería responder según el artículo uno de la misma ley.

Ortega fue juramentado con el mismo texto posteriormente y la banda presidencial le fue impuesta por Porras ante los aplausos y gritos de algarabía de un centenar de miembros de la Juventud Sandinista que estaban siendo coordinados por Fidel Moreno, secretario general de la Alcaldía de Managua.

El discurso antiimperialista

Ortega habló en un discurso vacío, aburrido, en el que no explicó cómo gobernará en el próximo quinquenio ni se refirió a los graves problemas que azotan al país, como el alto desempleo joven, la violencia en que desangra a las mujeres o las invasiones a pueblos indígenas del Caribe, una guerra silenciosa que ha matado de decenas de indígenas.

Durante una hora 19 minutos y 45 segundos frente a todos los asistentes de la Plaza de la Revolución. En su discurso recurrente volvió a atacar a Estados Unidos y llamó a que un día este país cumpla con una sentencia de la Corte Internacional de Justicia el 27 de junio de 1986, en la que manda a Estados Unidos a indemnizar a Nicaragua por los daños provocados por el bloqueo comercial impuesto en 1985 y la producción de un manual llamado Operaciones psicológicas en guerra de guerrillas que le fue entregado a los contras y la colocación de minas en aguas interiores o territoriales a inicios de 1984.

Ortega también se remontó al inicio de los años 90 durante el gobierno de Violeta Barrios de Chamorro. “En medio de las tensiones recuerdo el día en que Antonio Lacayo llegó y me dice: -Daniel, dice doña Violeta que ella así no sigue, así que te entregamos las llaves de la presidencia   agarren ustedes la presidencia que nosotros nos vamos a descansar- Yo le dije, continuó Ortega, no Antonio, ustedes son el Gobierno y están obligados a negociar y nosotros a contribuir para que se encuentre una salida a esta situación”.

El mandatario también dijo que mientras fueron oposición intentaron ser “constructivos”, a pesar que el Frente Sandinista organizó protestas en contra de los Gobiernos de la época.

Los invitados

La toma de posesión de Ortega y Murillo estuvo llena de invitados que están siendo o fueron señalados por actos de corrupción en sus países o dentro de Nicaragua. Algunos de los más destacados son Mauricio Funes, quien se encuentra en Nicaragua con asilo político mientras en El Salvador fue señalado de enriquecimiento ilícito y otros delitos. El actuar mandatario del mismo país, Salvador Sánchez Cerén, también estuvo en la ceremonia y concluido el acto se dio un caluroso saludo con Funes. Cerén también está siendo investigado por posible enriquecimiento ilícito.

El presidente de Venezuela Nicolás Maduro también estuvo presente, pero no tomó la palabra como en ocasiones anteriores, ni siquiera para referirse al proceso que enfrenta en su país, donde la Asamblea legislativa lo declaró en abandono de su cargo y amenaza con destituirlo.

A la derecha de Murillo estuvo la presidenta de Taiwán y en la misma mesa el presidente de Bolivia Evo Morales, quien promete reelegirse en el cargo a pesar que en un proceso de consulta popular ganó el “No” a la reelección.

Los habituales hombres de Ortega, Roberto Rivas, la magistrada Alba Luz Ramos, así como el jefe del Ejército de Nicaragua, Julio César Avilés, y la primera comisionada Aminta Granera también estuvieron entre los invitados. Una nueva incorporación fue el recién acreditado como diputado Byron Jerez, quien estuvo junto a los diputados sandinistas durante todo el evento.

Entre los asistentes también estuvo el pleno del Consejo Superior de la Empresa Privada. El presidente del Cosep, José Adán Aguerri, se sentó cerca del presidente de la Cámara Americana de Comercio, Roberto Sansón.

Los ausentes

A la toma de posesión de Ortega y Murillo no asistieron los obispos de la Conferencia Episcopal. Monseñor Silvio Báez en un tuit enviado desde su cuenta en la red social resaltó la ausencia.

Quien sí estuvo fue el nuncio apostólico y el cardenal Miguel Obando y Bravo, a quien Ortega le pidió su bendición segundos después de habérsele impuesto la banda presidencial.

Tampoco estuvo el expresidente de la República, Arnoldo Alemán, ni el exmandatario Enrique Bolaños, quien siempre argumenta que se encuentra retirado de la política.

María Fernanda Flores de Alemán, también recién acreditada como diputada, tampoco llegó a la investidura.

El nuevo período

Ortega y Murillo fueron juramentados para estar durante cinco años más en el poder. Él es presidente de Nicaragua por tercera ocasión consecutiva desde 2007, pero es la cuarta ocasión en que es presidente de la República, pues lo fue desde el período 1984 a 1990.

Sin embargo, desde que dejó el poder en el noventa, Ortega no dejó de presentarse como candidato a presidente, siendo derrotado en dos ocasiones, la primera por Alemán y la segunda por Bolaños.

Ortega ya ha sido presidente durante 15 años en sus tres períodos, pero 10 años de forma consecutiva. En el 2018 el caudillo sandinista cumplirá 17 años en el poder, más que cualquier Somoza durante la dinastía derrocada por los sandinistas en 1979 y cuya caída fue celebrada en la Plaza en la que ayer Ortega se atornilló al poder junto a su esposa, fundando una nueva dinastía familiar en Nicaragua.


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Vladimir Vásquez

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