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El silencio del Ejército

"El Ejército sabe perfectamente que no hubo ningún plan de golpe de Estado en Nicaragua".

Un análisis sobre el rol del Ejército desde que inició la crisis del Gobierno de Daniel Ortega en abril y su nula actuación ante la masacre.

Colaboración Confidencial

Guillermo Pérez Leiva

11 de septiembre 2018

AA
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"Los lugares más oscuros del infierno están reservados para

aquellos que mantienen su neutralidad en épocas de crisis moral".


Dante Alighieri

Del Ejército de Nicaragua está quedando sólo su nombre. Por primera vez en su historia, el pueblo tuvo la oportunidad de realizar su sueño de contar con un Ejército que no fuera un instrumento de poder de una familia, de un grupo económico o de un partido político pero, lamentablemente, se está abortando el proceso de profesionalización del Ejército para convertirlo en la guardia pretoriana de la familia gobernante. El sueño se convirtió en pesadilla.

La profesionalización del Ejército era uno de los factores más importantes para cerrar el ciclo de guerra en nuestro país, pero hoy vemos con preocupación cómo el fantasma de un nuevo conflicto aparece sobre nuestra sufrida patria. Los avances que se venían observando en materia de doctrina militar están siendo sustituidos por visiones ideologizadas que pertenecen a una época de guerra fría.

Un país empobrecido y dependiente como el nuestro nunca debe asumir una política militar de gran potencia basada, sobre todo, en el poder de las armas. Lo mejor en materia de seguridad es trabajar en función de lograr una sociedad estable, armónica, con movilidad social y oportunidades y, a lo externo, desarrollar una estrategia de NO ALINEAMIENTO, enfocándose en la consolidación de la paz y la unidad regional.

Desde el Gobierno se formuló y ejecutó un plan para destruir los cimientos de nuestro Estado-nación conforme los planes de grupos transnacionales de poder, y el Ejército no hizo más que guardar silencio; se violó y se continúa violando la Constitución, y se  hizo colapsar el Estado de Derecho, pisoteando la voluntad del Soberano, pero el Ejército guarda silencio; se cometen crímenes de lesa humanidad y nuestro pueblo sufre la mayor masacre de su historia en tiempos de paz, pero el Ejército continúa guardando silencio; se organizó un Ejército de paramilitares que actúa impunemente, al margen de la ley, y el Ejército continúa guardando silencio; un silencio cómplice, un silencio inculpante.

El Ejército perdió una gran oportunidad para demostrar que su profesionalización era más que retórica, declaraciones y buenas intenciones. Hoy, con su acomodo y silencio, el Ejército ha debilitado gravemente la confianza que el pueblo había depositado en él, creando de esta manera una fractura que socava los fundamentos mismos de la Seguridad Nacional.

El Ejército tiene conciencia que nos vamos moviendo en dirección a un escenario donde se abre la posibilidad de una eventual intervención militar pero no reacciona, no actúa contra los paramilitares. Si se presentara dicho escenario, es de esperarse que el Ejército no contaría con el apoyo del pueblo. Con su actitud, el Ejército olvidó que el apoyo popular era su retaguardia estratégica.

El Ejército es mudo testigo de la manera en que la falta de voluntad política del Gobierno, para resolver el conflicto, lo está convirtiendo en un problema de orden geopolítico internacional, situación que quedó demostrada en la última sesión del Consejo de Seguridad de la ONU.

Por otra parte, la Economía es un asunto de Seguridad Nacional en cualquier parte del mundo, no obstante, nuestro Ejército se muestra pasivo e indiferente ante la actitud irresponsable del Gobierno que, confundiendo el deseo con la realidad, baila en el “Titanic” de la Economía mientras ésta se mueve aceleradamente en dirección al colapso;

El Ejército sabe perfectamente que no hubo ningún plan de golpe de Estado en Nicaragua y que, en los últimos meses, tampoco hubo, ni hay, ninguna guerra.  En este sentido, cabe preguntarse por qué el Ejército no actúa en concordancia con la realidad. ¿Es por el síndrome de subordinación? ¿Es por incapacidad profesional? ¿Es por proteger sus intereses económicos?  Estas interrogantes continuarán constantes mientras el Ejército no cambie su actitud.

El pueblo no espera que el Ejército se erija como su salvador, sólo espera que cumpla con lo que la Constitución le demanda.  El clamor popular es que el Ejército no sea parte del problema sino de la solución, que ponga en práctica los principios de honor militar, dignidad profesional y patriotismo, que los militares en servicio activo salven el decoro de la institución castrense.  Ojalá puedan estar a la altura de las gestas heroicas del mes de la patria. El pueblo sabrá reconocerlo. 


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