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“Belfast” evoca los problemas del pasado irlandés en clave sentimental

“Belfast” recrea estampas de su niñez en la capital irlandesa, a finales de la década de los 60

“Belfast” recrea estampas de su niñez en la capital irlandesa

Juan Carlos Ampié

13 de marzo 2022

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La visibilidad de Kenneth Branagh ha incrementado en los últimos años, gracias a las últimas adaptaciones cinematográficas de novelas de Agatha Christie. En “Murder on the Orient Express” (2017) y “Death on the Nile” (2022) no solo dirige, también encarna al detective Hércules Poirot, siguiendo intrépidamente los pasos de Albert Finney, Peter Ustinov y David Suchet. Este inesperado capítulo es el último en una carrera larga y extraña. Empezó como actor shakespeariano, traduciendo la obra del Bardo al cine popular de finales del siglo XX —su vigoroso debut en “Henry V” (1989) es memorable—. Eventualmente, se desvió por veredas más comerciales, hasta el extremo de tomar las riendas de la primera película de “Thor” (2011) en la era dorada de Marvel Studios.

Con más de tres décadas de trabajo como actor y director, y un centenar de títulos en su filmografía, Branagh puede justificar la indulgencia de dirigir una película autobiográfica. “Belfast” recrea estampas de su niñez en la capital irlandesa, a finales de la década de los 60. Su ‘alter ego’ es Buddy (Jude Hill), un niño que trata de entender las diferencias entre protestantes y católicos. Estamos al principio de “The Troubles”, el conflicto político con matices religiosos que ya empezaba a bullir en violentas protestas callejeras.


El guion se refugia en el punto de vista infantil, para no dejar que la ideología empuje a la película por vericuetos incómodos. La familia es eminentemente apolítica. El conflicto central tiene que ver con la idea de migrar, tanto para proteger a los niños de la violencia, como para prosperar económicamente. El padre (Jamie Dornan) es un obrero itinerante. La madre (Caitriona Balfe) se mantiene en el frente casero, criando a los niños y administrando estrecheces. El abuelo (Ciaran Hinds) y la abuela (Judy Dench), dispensan lecciones de vida mientras enfrentan los embates de la vejez.

“Belfast” no tiene qué ser, necesariamente, un filme militante. Pero hay algo antiséptico y estéril en su concepción del tiempo y el lugar que retrata. La película arranca con un montaje de vistas abiertas de la ciudad en la actualidad, extrañamente desierta. Una canción de Van Morrison impone un tono nostálgico, antes de que un movimiento de cámara sobre un muro filtre los colores y nos deje en el pasado. El trabajo del director de fotografía Haris Zambarloukos tiene una deuda estética importante con “Ida” (2013) y “Cold War” (2018), pero en estas dos películas de Pawel Pawlikowski, el blanco y negro y las composiciones favoreciendo espacio negativo se usaban para iluminar la aspereza de Polonia bajo la ocupación soviética. En la pieza de memoria de Branagh, son un gesto vacío. 

Podemos discernir aciertos conceptuales. Para un niño pequeño como Buddy, el mundo es, literalmente, la calle donde vive y su colegio. Papá y mamá son hermosos, como estrellas de cine —los personajes podrán ser proletarios, pero no hay ningún esfuerzo por hacer que Dornan y Balfe se vean como personas comunes y corrientes—. Por lo demás, las experiencias del protagonista son tan banales que cualquiera puede identificarse con ellas: el primer amor, en este caso con una niña católica; las marrullerías inducidas por una prima mayor, con su respectiva reprimenda aleccionadora. Existe una película más interesante centrada en los padres, pero Branagh está demasiado enamorado de su propia mitología como para permitirnos verla.

Quizás la superficialidad de “Belfast” sea la clave de su éxito: cualquier persona puede reconocer algo de su propia experiencia en ella. Todos fuimos niños alguna vez, desconcertados por el mundo de los adultos. Compite en siete categorías para el Óscar, incluyendo Mejor Película. Tiene una taquilla respetable, para ser un filme independiente —entiéndase, sin superhéroes—. Añada la destilación romántica de Irlanda. Desde las canciones de Morrison, que conforman la mayoría de la banda sonora, hasta el velorio que parece fiesta, esto es “Ireland for Dummies”. Aquí los muchachos siempre se reúnen en el pub para tomar cerveza, y una señora borracha canta en la acera “Danny Boy”.

Por puros azares del destino, la película puede conectar con el público nicaragüense. La ola migratoria provocada por la deriva autoritaria del régimen Ortega Murillo deja a buena parte de la población en un dilema similar al de la familia de Buddy. Esto es identificación en su clave más básica. Al final, el espectador pone más de lo que “Belfast” aporta.

“Belfast”

Dirección: Kenneth Branagh

Duración: 1 hora, 38 minutos

Clasificación: * * (Regular)

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