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“Bullet Train”: Acción a toda velocidad en un lento viaje a la inconsecuencia

Desde Brad Pitt, hasta Bad Bunny: La globalización transcultural es el fermento que alimenta esta película ¡No te la perdás!

La globalización transcultural es el fermento que alimenta esta película. No te perdás mi crítica y review de "Bullet Train"

Juan Carlos Ampié

7 de agosto 2022

AA
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El cine de acción comercial asume su carácter caricaturesco hasta extremos insospechados con “Tren bala”. Este vehículo de estrella para Brad Pitt usa como combustible la energía caótica de Looney Tunes sin el ingenio, y algunas lecciones mal aprendidas del cine de Quentin Tarantino. Corre a toda velocidad hacia ninguna parte.

“Mariquita” (Brad Pitt) es un asesino a sueldo, reclutado de última hora para tomar el lugar de un colega enfermo. La misión es aparentemente rutinaria. Debe abordar un tren de alta velocidad en Japón, y robar un cartapacio particular. Ni siquiera sabe que contiene. Tampoco que los hermanos mercenarios “Limón” (Bryan Tyree Henry) y “Mandarina” (Aaron Taylor-Johnson) se encuentran en el vehículo, escoltando al hijo rebelde (Logan German) de “la Muerte Blanca” (Michael Shannon), un poderoso mafioso ruso. Sus caminos se cruzarán con Kimora (Andrew Koji), un hombre chantajeado por desconocidos para apropiarse de la misma maleta. “el Lobo” (Benito A. Martínez Ocasio), único sobreviviente de la masacre de un cartel mexicano, llega en busca de venganza. “el Príncipe” (Joey King), una colegiala de apariencia inocente, lleva su propia agenda. ¡Ah! Y porque no hay suficientes agentes de destrucción dispersos en los vagones, una serpiente letal, robada del zoológico, anda suelta.


La globalización transcultural es el fermento que alimenta esta película. No es casualidad que el personaje de Pitt se introduce caminando como John Travolta en “Saturday Night Fever”, con una versión en japonés de “Stayin Alive”. Símbolos de la cultura pop, desprovistos de significado y contexto, son invocados sin más objetivo que encender por un segundo la chispa del reconocimiento en el espectador. ¡Sé que canción es esa! ¿Qué significa? Nada, solo está ahí, y es algo que resulta familiar. Quizás es un gesto de ironía simple. Una vez que se suba al tren… tendrá que luchar por mantenerse vivo.

Esta inconsecuencia se extiende a los actores mismos, impedidos de transformarse en personajes viviendo una historia particular. Son personalidades traficando en su celebridad —véase las breves “apariciones especiales” en el tramo final de la película—. Algo parecido sucede con el puertorriqueño Bad Bunny, acreditado con su nombre de pila, Benito Martínez Ocasio. El músico más popular del momento toma un pequeño, pero vistoso papel en un filme con designios taquilleros. Tiene una presencia magnética, pero nunca deja de ser “Bad Bunny en una película”. Esto no es actuación, es presencia de marca. Tome nota de cuan prominente es su figura en el póster distribuido en territorios hispanoparlantes. Los fanáticos comprarán boletos en masa. Sus detractores disfrutarán el abuso simulado al que lo someten en la trama. ¡Todos ganan!

El director David Leitch definió la hipérbole dominante en el cine de acción al colaborar en “John Wick” (Chad Stahelski, 2014). Subió la dosis de irreverencia en los productos de Marvel con “Deadpool 2” (2018). Aquí, toma los elementos más superficiales de “Kill Bill” (Quentin Tarantino, 2003-2004): la apropiación “pop” de la cultura japonesa y la reducción de personajes a arquetipos —“el Príncipe” es la hermana occidental de Go-Go Yubari—. Lástima que deja a un lado la poesía de alcantarilla de sus parlamentos, y la magia de la puesta en escena dinámica y expresiva. Lo de Leitch es la velocidad. La edición corta imágenes a la velocidad del rayo. Todos hablan rápido, recapitulando lo que pasa o estipulando los objetivos de sus personajes antes de que estalle la siguiente secuencia de acción. Cada una es como el nivel de un videojuego. Irónicamente, sostener este ritmo por dos horas de metraje es agotador.

Al menos, tenemos una prueba más de la cualidad de estrella de Pitt. El actor mantiene tu atención en medio de un huracán de estímulos. Hay algo de ingenio en su intento de interpretar a un matón como si fuera Woody Allen, pero nadie tiene interés en explorar esa propuesta. La caricatura de colores de neón se tiñe de sangre con los exabruptos de violencia gráfica, que pueden alcanzar niveles abrumadores de saturación. Desde los disfraces del vestuario hasta las obsesivas referencias a personajes de cuentos, esta es una proyección infantil de lo que los adultos quieren ver.

Pequeños destellos de personalidad elevan esta película sobre algo como “The Grey Man”, la reciente superproducción de Netflix que parece simulacro de éxito taquillero. Basta un poco de humanidad para hacer la diferencia.

Tren bala
(Bullet Train)
Dirección: David Leitch
Duración: 2 horas, 5 minutos
Clasificación: * * (Regular)

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